Turbulencia en las redes y protesta social

En la capital entrerriana una multitud en favor de la educación pública.

Por Néstor Banega (especial para ANÁLISIS)

 

La turbulencia social es un hecho. El alboroto puede ser más o menos visible, pero está. La inmensa movilización en favor de la educación pública que sacudió al país y la reacción que tuvo ante su contundencia el presidente Milei, nos permite ver con nitidez un fenómeno de época. Por un lado, multitudes expresándose y por el otro, cataratas de tuits enardecidos replicados por el mandatario, intentando -desde la negación- alterar la percepción.

La reacción de la comunidad nace ante medidas que tienen raíces en el prejuicio. A pesar de los esfuerzos de último momento por responder, en forma paupérrima, a demandas que, desde febrero, fueron presentando desde las Universidades Nacionales, se produjo un hecho que dejó mucha tela para cortar.

Ante a la contundencia y presentando una falta de argumentos alarmante, el máximo responsable del Poder Ejecutivo Nacional, arrastrado por la ira, ocupó su tiempo en lanzar cataratas de tuits, generados por sus acólitos en el difuso mundo influencer.

Lo que sucedió bajo el lema En defensa de la Universidad Pública, marca un antes y un después. No es ni será inocuo. Con enojos no se va a solucionar la cuestión de fondo.

Es que el ajuste impiadoso impacta en toda la sociedad. La actividad económica cae a niveles alarmantes, hay despidos y constante caída del poder adquisitivo. La vida diaria se hace cuesta arriba.

Si además de todo eso se pone en jaque la posibilidad de elegir libremente una carrera universitaria, es el colmo. Nítida surge la necesidad de plantear un límite.

La sociedad, golpeada, se manifestó de manera contundente y lo hizo con la herramienta de la movilización. Ejerciendo en plenitud el derecho de reunión, que nace, indefectiblemente, del ejercicio de la libertad individual. Ni más, ni menos.

Esa profundización de la libertad, hizo que en una jornada que muchos han de calificar como histórica, a lo largo y a lo ancho del país, apareciera con claridad cómo están arraigados culturalmente algunos conceptos, en este caso, el derecho a acceder a una educación libre y gratuita.

Un tsunami para despabilar incautos. Una marea que invadió buscando respuestas de las instituciones.

Mientras la administración nacional da por saldadas discusiones que nunca se dieron, la movilización consolidó demandas que son transversales, nacidas desde la negativa a quedarse sin la posibilidad de progresar a través de la educación.

Ahogado en las redes

Síntoma de época es el intercambio de posturas a través de las redes sociales. Un aspecto de la cotidianeidad, una parte de la que ya no podemos desprendernos, pero que -remarcamos- no es el todo. El instrumento no puede adueñarse de quien lo utiliza.

Mientras miles de personas se manifestaban en defensa de la educación, quien debe analizar los acontecimientos con equilibrio y mesura, pensando en el estado general del país para encontrar cómo responder demandas concretas, recorría los caminos de la virtualidad en el intento de sostener una posición que estaba en jaque.

Una vez más hay que reflexionar sobre el uso intensivo que el presidente Milei hace de las redes. Horas en Facebook, X (ex Twitter), en Instagram o TikTok. Si de expresar algo en este universo se trata, cualquier plataforma es bienvenida. Parece gustarle porque le permite no poner su atención a las reacciones que van contra sus posturas. Quizá las desconoce.

En lugar de enredarse en los hilos de aquellos que lo ensalzan, alimentando su lado narcisista, debería atender expresiones que plantean soluciones alternativas a los problemas comunes.

El conflicto es tan solo una parte de las relaciones humanas. No puede ser el todo. Hay en estos tiempos multitudes sumergidas en los dispositivos electrónicos y allí vuelcan pasiones desmedidas expresando sus posiciones, a veces irreductibles.

Un riesgo importante es navegar por esos mares usando solamente la corriente de los adeptos.

Sería importante que cada tanto el presidente preste atención a los que tienen miradas distintas.

La resistencia que presenta ante aspectos de la realidad, es palpable. Debería abrirse un poco más, para ir por fuera de su círculo íntimo. Si solo habla con los que tiene cerca y piensan como él, corre el riesgo de descalabrar ante la mínima adversidad.

Mientras multitudes se expresaron en paz, el presidente construía despavorido una realidad a su medida. Rudimentaria, acotada y peligrosamente agresiva.

Ojalá reflexione tomando alguna distancia de ese universo donde, al menos para él con sus acólitos, todo está bien. Si no es capaz de tener una mirada más amplia, si no es capaz de ir más allá de su smartphone, arriesga a terminar ahogado en las redes. Y ahí sí, perdemos todos.

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