Otra polémica en el Carnaval: Chesini Remic y Ayala se agravian por el libro de Pereyra

Imagen aérea del Carnaval del País edición 2025 en el Corsódromo de Gualeguaychú.

Imagen aérea del Carnaval del País edición 2025 en el Corsódromo de Gualeguaychú.

El Carnaval como expresión cultural y artística genera siempre polémica, debate y discusiones. Hasta aquí el libre y enriquecedor tránsito de las ideas, los gustos y las posturas varias.

Sin embargo, a veces las perspectivas se convierten en agravios ya sea por insolencias u ofensas. Esto es lo que ha obligado a dos creadores del carnaval y de la cultura a fijar postura –a manera de respuesta- a las acusaciones e información errónea realizadas por el compilador y profesor José Luis Pereyra en su libro “Antología de la Ciudad/2820 Volumen IV El Carnaval”.

A continuación, el descargo de la licenciada Cecilia Chesini Remic y la de Sergio Martín Ayala (profesor de Historia, artista visual, curador e investigador del Carnaval) quienes marcan con altura, profundidad y volumen su postura a la que agregan líneas de tiempo para establecer más que una reivindicación un equilibrio de justicia y sentido común.

 

El siguiente texto es un descargo de la licenciada Cecilia Chesini Remic ante los dichos, opiniones y acusaciones realizadas por el compilador y profesor José Luis Pereyra en su Antología IV/2820.

 

¿Para qué hacer una antología?

 

Por Cecilia Chesini Remic

 

La naturaleza y finalidad de una antología es la de recopilar textos y documentos relevantes en torno a un determinado tema, para dirigir al lector hacia los tópicos más importantes y a sus mejores exponentes. Sin embargo, la antología publicada por José Luis Pereyra, presentada el pasado 19 de febrero en el Museo de Carnaval de Gualeguaychú, aunque comienza con una muy acertada selección de textos, en su apartado denominado “Cinco libros sobre carnaval” incurre en numerosos desatinos.

En principio, según comenta, ordena los títulos por orden de publicación y ubica al de Cristian Treves Lo que momo nunca supo de mí por delante de Un corso a contramano —de mi autoría—, ignorando que este último data de 2019 en su versión digital y de febrero de 2023 en su versión de papel, mientras que el de Treves data de 2024.

Por otro lado, no solo menosprecia mi capacidad crítica al tratarme como una mera joven estudiante (etapa que superé hace más de una década), sino además tampoco tiene reparo en tildarme de torpe cuando aseguro (en mi libro) que la bibliografía sobre el carnaval de Gualeguaychú es escasa, siendo que, páginas antes, él mismo no puede dar cuenta de más títulos que los cinco que le proveyó el Museo del Carnaval (incluyendo el mío y el de Treves, posterior al mío). Al parecer, para el recopilador, el libro de Gustavo Rivas es fuente suficiente y absoluta para constituir por sí solo toda la bibliografía necesaria para abordar algo tan extenso y complejo como el carnaval de Gualeguaychú.

Entre las muchas afirmaciones incorrectas, Pereyra dice que el profesor y reconocido referente del carnaval, Sergio Martín Ayala, fue el director y el revisor de la tesis que dio origen a Un corso a contramano. Sin embargo, eso no es cierto: la primera corrección estuvo a cargo de mi profesor en la Universidad Nacional de Artes y director de tesis, el licenciado Eduardo Molinari (tesis que mereció una calificación de 10 en calidad de sobresaliente); algo que explico en mi libro. Vale recordar que, además, mi libro fue reconocido por el Honorable Consejo Deliberante de la Provincia de Entre Ríos como obra de interés provincial.

Como profesor, Pereyra debería saber que la reseña de una obra, por más que incluya la opinión personal de quien la escriba, debe ser breve, concisa y centrarse en los aspectos más relevantes del libro sobre el que trata. Sin embargo, en vez de reseñar Un corso a contramano, dedica casi siete páginas de su antología a dar seudo argumentos por los cuales él considera “vituperable” (p. 71) la omisión del nombre de Gustavo Rivas y su obra en mi libro. La obsesión que exhibe por “demostrar” que Rivas fue el primero en visibilizar a las mujeres del carnaval, da cuenta de lo superficial de la lectura que hizo de mi libro, sin reparar en lo irrelevante de discutir tal afirmación. Pereyra ignora que, en su formato de tesis, mi trabajo menciona a Gustavo Rivas, debido a que cuenta con citas textuales debidamente destacadas. La revisión y corrección estilística que hizo posible el paso de la tesis a su formato de libro supuso cambios considerables de redacción para amenizar la lectura, lo cual llevó a que desaparecieran algunas citas y referencias, tanto de Rivas como de otros autores, mientras que se ampliaron otros temas. Es injusto que el antologista pretenda convencer a sus lectores de que hubo animosidad o algún otro motivo subyacente.

Entre otros desaciertos, Pereyra equipara a esta autora, a su prologuista y a su editor, con la dictadura militar, al decir que “Ya hemos tenido suficientes luminarias ‘culturales’ (con uniforme y sin él) diciéndonos qué películas podemos ver, qué música debemos escuchar y qué libros nos conviene leer” (p. 71), lo cual constituye una injuria. Cabe destacar en este punto que en ninguna parte de Un corso a contramano se llama a prescribir o ignorar a Gustavo Rivas o su obra, ni la de ningún otro. Sin embargo, Pereyra dedica siete páginas a censurar lo que mi libro realmente tiene para decir y lo enmarca dentro del formato de un trabajo de historia del carnaval —lo cual no es—. Claramente, como serpiente que se muerde la cola, en este apartado no hace sino exactamente lo mismo que denuncia, ensañándose con el libro en cuestión y sus creadores, argumentando de manera falaz, razones para que su público no lo lea.

Siguiendo el refrán que reza que “Lo que Juan dice de Pedro, dice más de Juan que de Pedro”, el subtexto del siguiente pasaje de Pereyra raya en el agravio, y debería merecer el repudio social:

“esos cánones judeocristianos y conservadores [haciendo referencia a un concepto de mi libro] no son obstáculo para condenar deliberadamente al cascoteo y al ostracismo a ciertos desprevenidos habitantes de Sodoma y Gomorra.” (p.71)

Claramente, Pereyra no solo no comprendió en qué consiste la definición que hago de dichos cánones, sino que involuntariamente acaba posicionándose como ejemplo de todo lo que estos tienen de condenables. Pereyra no solo realiza una mala lectura de mi texto, sino que lo tergiversa y vincula el término conservador a la definición de canon occidental judeocristiano, cuando el texto original decía: “Habitualmente me refiero a estos como cánones occidentales judeocristianos, dado que son los que conglomeran los aspectos más conservadores de la visión de lo femenino” (Un corso a Contramano, pp. 32-33). Claramente el conservadurismo se refería a la visión del rol de la mujer propia de dichos cánones y no a una propiedad del canon en sí. La diferencia entre uno y otro enunciado es abismal y cambia por completo el sentido. Un claro ejemplo de la escasa comprensión del texto y de la manipulación de la que da cuenta el profesor Pereyra con el solo fin de agraviarme.

Cabe subrayar que el concepto canon occidental judeocristiano es más abarcativo que el simple término “patriarcado” o “machismo”, por entender que las costumbres que limitan y disminuyen a la mujer son parte de un entramado cultural muchísimo más complejo. Son justamente estos cánones los que condenan al ostracismo y cascotean. Cobardemente, Pereyra alude sin nombrar y utiliza una referencia bíblica con un peso sumamente peyorativo —de la cual deriva el termina sodomita— para referirse a los miembros del colectivo LGBT+, mientras da a entender que soy —como autora de Un corso a contramano—, y por extensión el profesor Ayala —como prologuista—, homofóbica e intolerante. La afirmación de Pereyra da cuenta de que no leyó los numerosos pasajes de los restantes capítulos del libro, donde se rescata el aporte de las disidencias al carnaval. ¿Puede ignorar el profesor Pereyra que el prologuista, Sergio Martín Ayala, es un referente del orgullo gay en la ciudad? ¿Supone, acaso, que un académico con la trayectoria de Ayala aceptaría prologar un libro que atacase o censurase la homosexualidad? ¿Cómo puede, entonces, respaldar semejante acusación?

Queda en evidencia que la lectura que hace José Luis Pereyra del libro Un corso a contramano se centra única y exclusivamente en el capítulo histórico —el menos importante del libro—, que solo cumple el rol de contextualizar un trabajo de ensayo de corte académico derivado de mi obtención del título de grado como licenciada en Artes Visuales. Que lo hizo, además, con énfasis en encontrar allí la figura de Rivas y le decepcionó no encontrarla. Incurre en el gravísimo error de abordar el libro como si se tratara de un trabajo de historia y no reconoce la diferencia sustancial entre ese tipo de textos y los ensayos de crítica estética. Desconoce, además, la trayectoria del texto desde su concepción hasta su publicación en formato papel, así como desconoce la formación de quien lo redactó y de quienes lo revisaron.

Claramente, el antologista no está versado en literatura feminista, por eso dice —en referencia a un pasaje de mi libro sobre el empoderamiento femenino—: “‘Un corso a contramano’ […] es como un libro sobre OVNIS… sin OVNIS y todo el trabajo realizado por nuestras viejas carnavaleras (empoderadas o no), ha sido insuficiente” (p.72).

Es necesario poner en relieve que no alcanza con nombrar a una persona para visibilizarla, y que visibilizarla no supone que se la respete. Por esto Pereyra no tiene reparos en atacarme con saña y malicia, con acusaciones que rayan en la misoginia y en la violencia de género a nivel público y simbólico (1). Con su desafortunada analogía de OVNIS, equipara a las mujeres empoderadas con extraterrestres, tomando exactamente la postura que todas las “extraterrestres” luchamos incansablemente por erradicar.

La gravedad de todas estas acusaciones e injurias merecen que el profesor José Luis Pereyra rectifique su texto y ofrezca las debidas disculpas públicas a mi persona, a la de Martín Ayala y a la del editor Nicolás Darchez, así como al colectivo LGBT+ y a las mujeres del carnaval.

Sin embargo, lo más grave, lo que realmente resulta imperdonable, es la irresponsabilidad con la que hace uso del formato antología —que debería tener una finalidad constructiva y superadora— para embarrar el nombre de dos directores de carnaval, con formación académica específica en el rubro, siendo él mismo un forastero en el ámbito. Por añadidura, el texto de Pereyra es peligrosamente dañino para la marca de la ciudad y del carnaval, y mancilla el trabajo de los restantes autores incluidos en la antología.

Pereyra recurre al menos dos veces a referencias religiosas para ilustrar su postura, la última de ellas, para cerrar su seudo reseña; esta vez, para justificar que, a su entender, lo único rescatable del libro es la semblanza que Elsa Chichizola, durante una entrevista personal que yo misma realicé, hace de José Luis Gestro. Solo que, para Pereyra, lo importante aquí es la humanidad de su tocayo y no la fuerza o el carácter de la mujer que lo relata, relegándola al ostracismo —como él mismo dice— al colocarla también a ella por detrás de un hombre.

En definitiva, profesor, qué pena que no entendió nada de lo que abordo en mi libro.

Por eso, en este punto me dirijo directamente a usted: Profesor Pereyra.

Si define como vituperable lo que usted considera una censura por omisión, ¿qué epíteto le merece la censura manifiesta? ¿O solo aplica cuando el omitido es un autor de su preferencia?

Aunque agradezco la deferencia de haber incluido Un corso a contramano en su antología, le sugiero cordialmente que para sus próximos trabajos se tome un poco más en serio la investigación, recurra a más de una fuente e incluya solamente los libros que a su entender sean de valía —como corresponde a una buena antología—. Ahórreles a los autores que desprecie la pérdida de tiempo de leerle, y a la ciudad, el perjuicio de sus injurias. Ensayar algo más de profundidad en la lectura también le sería de ayuda. Si encuentra un error, comuníquelo con respeto. Y, como último consejo, profesor, si tiene alguna duda, consulte al autor —la autora en este caso—.

Recuerde que un libro es un documento para la posteridad que debe abordarse con responsabilidad.  ¿No es para eso que se recopila una antología?

 

Referencias

1) https://www.mpf.gob.ar/direccion-general-de-politicas-de-genero/files/2022/09/Tipos-y-modalidades-de-violencia.pdf

 

 

El siguiente texto es un descargo del profesor Martín Ayala ante los dichos, opiniones y acusaciones realizadas por el compilador y profesor José Luis Pereyra en su Antología IV/2820.

LA PLA

La Plata, 27 de febrero de 2025, en víspera del Feriado del carnaval.

 

Al Señor Compilador:

 

El siguiente texto es un descargo ante los dichos, opiniones y acusaciones realizadas por el Compilador Prof. José Luis Pereyra en su Antología IV/ 2820 sobre tema Carnaval. Lo que se encuentra resaltado en negrita es del autor de la reseña sobre el libro: V. Un corso a contramano. El papel de la mujer en el arte popular del carnaval, de Cecilia Chesini Remic. (Oyé Ndén, 2da. Reimpresión, 2024. Editado por Amadeo Nicolás Darchez, con dibujo de Victoria Frigo y prólogo de Martín Ayala. 180 p.).

A nadie le gusta llevarse mal con los docentes, sus alumnas o los editores de libros, sin embargo…  Quiero señalar al compilador de Antología IV/2820, el Profesor José Luis Pereyra, que la autora al momento de escribir dicha Tesis que luego se convirtiera en este libro que según el compilador tiene algunos problemas, no era mi alumna, ya que yo nunca di clases en el UNA donde se licenció la autora en cuestión, situación educativa que ella deja bien claro en un vivo de Instagram sobre el tema. Es en este punto donde el compilador devenido en crítico literario, comete el primer error, ya que yo no era su profesor, solo una persona de consulta por mis conocimientos sobre el tema carnaval. Algo que él parece desconocer por completo. Sí, la autora mencionada fue alumna en el 2018 de la segunda cohorte de la Diplomatura de Fiestas Populares y Carnaval que se cursaba en la UADER, Sede Gualeguaychú, en conjunto con la Secretaria de Cultura y Turismo de la provincia de Entre Ríos. Donde yo dictaba la cátedra Carnaval y Fiestas Populares como ella lo expresa en su introducción del citado libro.

El compilador sigue diciendo Vayamos por partes: Tanto la autora (la alumna) como el prologuista (el profesor) hablan de visibilizar el rol de las mujeres en nuestro carnaval.

Escribe el prologuista: “La fiesta es pensada en este relato como espacio de expresión, como un paisaje cultural donde posicionarse, sentirse, hacerse visible como mujer. Visibilidad que la autora cuestiona cuando, discurriendo en la historia del carnaval de la ciudad, experimenta que las mujeres han estado casi ausentes de los cargos de poder y de creación en los últimos años.” “…Chesini, en un gesto de sororidad, trae a otras mujeres pioneras de la etapa fundacional del Carnaval del País… y las pone al frente, rescatando sus nombres, sus aportes…” (p. 11 y 12).

Como se puede leer en el párrafo anterior el compilador no entendió el espíritu del libro y del prólogo que escribí a partir de la lectura del mismo, como lo expreso con total claridad. El texto en cuestión busca visibilizar a las mujeres, lo femenino, que es el espíritu propio del libro, que no pretende ser otra cosa, no pretende ser una historia del carnaval de Gualeguaychú. La autora encuentra en esas mujeres pioneras que entrevista, conoce y estudia, el sentido profundo de la poética de lo femenino para dar forma a su argumento y desarrollar su hipótesis. Y por lo tanto su acusación sobre invisibilidad de otros autores no tiene sentido. Con respecto al Doctor Gustavo Rivas que usted defiende, no sabiendo cuál es la razón y su interés, quiero decirle que su falta de respeto a mi persona es injustificada, ya que yo en mi monografía, en el apartado de agradecimientos, incluyo al Dr. Gustavo Rivas por sus aportes y lo cito como corresponde. Esa monografía que usted pone en duda en su libro, se realiza en el mismo año de “Calidades Dormidas” (1997), texto que se comenzó a gestar en el año 1996 y fue mi trabajo final para recibir mi título de Profesor de Historia, Y fue leída, corregida y aprobada con nota 10 por los Profesores Marta Irazábal de Landó, Héctor Bulacio y Julio Derudi, entre otros. En referencia a mi monografía, también fue leída por Miguel Silvestrini, autor del maravilloso cuento el Antifaz Amarrillo que aparece en la compilación en cuestión. Miguel, quien después de leerla escribió una reseña que apareció en el diario El Argentino, donde elogia la investigación y sus aportes, solicitaba a la Comisión de Carnaval o al Municipio que imprimieran dicho trabajo. Lamentablemente eso no sucedió, y aún sigue inédita. Pero sí muy consultada por estudiantes, investigadores y curiosos del carnaval. 

Hacer visible, visibilizar… suena muy lindo, sí, pero ¿qué ocurre cuando ello se basa en hacer invisible el trabajo de otros autores? Rivas habló de las “mujeres pioneras de la etapa fundacional del Carnaval del País… y las (puso) al frente, rescatando sus nombres, sus aportes”, tal como dice el profesor Martín Ayala, encargado de aprobar la tesis que sirve de base a Un corso a contramano. ¿No me creen? Entonces veamos el listado de algunas carnaveleras mencionadas por ambos autores: O sea, nuestras laboriosas y creativas pioneras ya fueron visibilizadas mucho antes de la publicación de Un corso a contramano.

Vuelvo a repetirle señor compilador, por si no le quedó claro, que no me correspondió la aprobación de dicha tesis.

Además, quiero hacerle saber que esas mujeres pioneras fueron conocidas por mí antes de leer los textos de Rivas. Con muchas de ellas trabajé y compartí trabajo en las comparsas, desde 1987 y la actualidad tuve charlas personales en sus propias casas y talleres del carnaval, como con Nelita, María Elena, María Rosa y Mirta y agrego que estas dos últimas fueron homenajeadas en el 2002 cuando me desempeñe como director de la Comparsa Papelitos. Y Mirta me honro saliendo en Papelitos como la amante del Virrey del Río de la Plata, personaje que hacia Juancho Martínez en el tema: “Carlota Joaquina “(2007) en la pasarela del Corsodrómo “José Luis Gestro” con quien trabajé y fui amigo. Fui junto a otros, los impulsores de que el Corsódromo lleve su nombre, y personalmente redacte la Ordenanza que dio origen a su reconocimiento, en la gestión del Intendente Dr. Martin Esteban Piaggio. Lo traigo a colación porque usted, desconoce, a mi humilde entender, el universo del carnaval, su entramado y como decimos en la jerga popular, toca de oído.  Con Anita por ejemplo compartí talleres y charlas donde me conto los inicios de O ‘Bahía, la falta de plumas, sus viajes en moto a buscar plumas de gallina al peladero San Marcelo en Primera Junta al norte, que luego tenía con anilinas en su casa. Podría seguir contado anécdotas y dando nombres como lo hace Gustavo en su texto, porque creo que ambos somos apasionados del carnaval, de su historia, sus personajes, y por eso lo investigamos.

El veterano autor, antiguo Ciudadano Ilustre, ya fue juzgado por las autoridades pertinentes y no corresponde que nosotros emitamos opiniones jurídicas al respecto. Por otra parte, Calidades Dormidas no solo es inocente de cometer cualquier delito, además es un libro magnífico, el mejor, como ya lo dije al principio. Toda obra futura que intente hablar sobre nuestros corsos y se empeñe en silenciarlo, ignorarlo, ningunearlo, cometerá una enorme torpeza.

Al leer su reseña sobre Un corso en contramano, usted expresa que Gustavo es Ciudadano ilustre; quiero informarle que nunca tuvo ese reconocimiento, otro mito en las tierras de leyendas como las de Fray Mocho.  

Y Un corso a contramano resulta torpe cuando en él se afirma, que: “Quien quiera indagar en la historia del carnaval de Gualeguaychú, se encontrará con escasa bibliografía al respecto. Entre otros trabajos, es posible dar con algunas tesis, libros recopilatorios y la extensa monografía del profesor Martín Ayala que abarca hasta 1997.” (p. 75 y 76) ¡1997, justo el año en que apareció Calidades Dormidas, qué casualidad!

Ya que tanto le preocupa, quiero informarle que así como lo es Calidades Dormidas, mi monografía es un texto de consulta obligado y constante para estudiar el carnaval de Gualeguaychú, ya que en la misma hay  numerosas citas bibliográficas y aportes, como por ejemplo, los conceptos de la comparsa espectáculo y el carnaval espectáculo en el contexto de las Industrias Culturales que usted omite en su Compilación y que podrían enriquecer  el complejo mundo de festejar  y realizar el carnaval en la ciudad. La misma aparece citada en tesis de grado de teatro, turismo y arte de universidades públicas y privadas, en trabajos escolares y de profesorados.  

Pienso (y es pura opinión personal) que se trata de una deliberada censura (ahora se dice “cancelación”) y todo acto censor me resulta vituperable. Ya hemos tenido suficientes luminarias “culturales” (con uniforme y sin él) diciéndonos qué películas podemos ver, qué música debemos escuchar y qué libros nos conviene leer.

Usted hace lo mismo de lo que acusa, no sé si por error, un olvido descuidado o una omisión deliberada. Usted olvida a nombres y publicaciones claves de la literatura, el arte y el carnaval como el Maestro Miguel Ángel Chacón con su texto “Carnaval de Antaño” publicado en 1983 en torno al Bicentenario de la ciudad, al escritor Enrique Piaggio, a Elsa Bachini quien recopila las primeras historias sobre el Carnaval de la ciudad, a la profesora Leticia Mascheroni, al periodista Fabián Magnotta o los elementales “Cuadernos de Gualeguaychú” publicados en el Diario El Argentino. Estos textos y mi trabajo, no son de la partida, no están en su complicación, aunque mi trabajo aparece citado por lo menos en dos de los textos que conforma la misma, una en el texto con problemas según su criterio y la otra cita en el texto de la Corneta Murguera de la Lic. Pilar Piana. Texto que encargué en persona cuando era director de Cultura de la ciudad Gestión Piaggio (2016) a Pilar, para fundamentar la declaratoria de Bien Cultural y Patrimonio Inmaterial de dicho instrumento único de Gualeguaychú. Y también para encontrar elementos identitarios que formaran parte del Museo del Carnaval del cual, junto a la Gestión de Martín E. Piaggio, fuimos impulsores y gestores, recogiendo las voces de artistas, realizadores, integrantes y pueblo de Gualeguaychú que ansiaban un museo para conservar el Patrimonio cultural material e inmaterial de nuestros corsos.

Puedo comprender que a la alumna (joven autora de la tesis) se le haya “pasado por alto”, pero ¿qué ocurre con el docente (y prologuista) a cargo de corregirla? Fingir que Calidades dormidas no existe, es triste y da vergüenza ajena. Porque el libro de Rivas está para ser consultado por quien lo desee, tanto en el Museo del Carnaval, sitio obligado para investigar sobre estos temas, como en la Biblioteca Popular Rodolfo García y en la Biblioteca Olegario Víctor Andrade, del Instituto Magnasco, que es precisamente el volumen que yo estoy empleando para realizar esta reseña. Ya lo dice el viejo proverbio: “No hay peor ciego que quien no quiere ver.”

Le comento para ir terminado que no soy partidario de la cancelación, como usted acusa; poseo también el libro de Gustavo y los otros que reseña y muchos más… que le puedo facilitar para que se instruya en la temática. Y otro dato importante que echa por tierra sus acusaciones sobre la cancelación es que como Director de Cultura tuve la tarea de realizar junto a la productora Big Empanada, la edición del documental Matecito y donde el Dr. Rivas es entrevistado y no fue cancelado, ni censurado; dicho material también está en la biblioteca de Museo del Carnaval, lo tiene la Municipalidad, los murgueros y se puede ver en línea por YouTube. Audiovisual que usted también olvida mencionar.  Muchos olvidos, me parece. Y también desmedidas sus acusaciones.

Sin embargo, esos cánones judeocristianos y conservadores no son obstáculo para condenar deliberadamente al cascoteo y al ostracismo a ciertos desprevenidos habitantes de Sodoma y Gomorra.

En este punto usted cruza todos los limites, con esta supuesta metáfora o frase acusadora.  Insulta nuestra inteligencia y sensibilidad, hablando de cascoteo, y se pasa toda la reseña cascoteando nuestras ideas; su postura también busca enviarnos al ostracismo, con sus infundadas opiniones, atreviéndose a traer el texto de  Sodoma y Gomorra, a buen entendedor… En pocas palabras usted ensucia al colectivo LGTBQ+ con su supuesta ironía. En la cultura popular Sodoma y Gomorra se han usado a lo largo de la historia como metáforas del pecado, de la represión y control del sexo humano. Es también el origen de la palabra sodomía, un término usado en el pasado para describir actos sexuales bajo la etiqueta de «delitos contra natura», principalmente el sexo anal u oral (particularmente homosexual) cercanos al abuso y lo degenerado.

Este es un descargo personal para que Usted como compilador y responsable del texto en cuestión, pida disculpas públicas sobre sus opiniones vertidas sobre mi persona que ponen en duda mi idoneidad y profesionalismo en el tema. Es una lástima sus dichos sobre nuestro trabajo, señor compilador, ya que el resto de los textos que componen la compilación aportan muchas miradas nuevas sobre el carnaval.

Sus acusaciones son infundadas, irrespetuosas e irresponsables, por lo que le solicito corrija su reseña, revea su texto, para no tener que seguir en otro ámbito. Además, quiero remarcarle que no somos censores como Tato, y es inconcebible que, como autor de la reseña nos acuse y nos ponga a la altura de los dictadores y fascistas, que tanta oscuridad y horror trajeran a la vida de muchos de nosotros. Que todo sea un malentendido, solo sea una anécdota satírica y alegre de la cual podamos reírnos juntos como lo hace Momo y el pueblo en la Fiesta del Carnaval.

Sergio Martín Ayala - Profesor de Historia. Artista Visual. Carnavalesco. Curador e investigador del Carnaval.

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