Adriana Beade tenía 19 años y su novio, Pedro Galeano, 21 cuando fueron secuestrados, el 10 de julio de 1976, en la casa de cortada Marcos Paz a la que nunca volvieron. En aquella ocasión, Pedro Galeano fue brutalmente torturado, al punto que las autoridades de la Unidad Penal 3 de Rosario se negaron a recibirlo con las lesiones sufridas, y la patota de Agustín Feced decidió asesinarlo.
Desde entonces, Beade peregrinó por distintos lugares. Primero en la Favela, donde les aplicaban los tormentos, y luego en el sótano. Además, a fines de 1976 fue trasladada a la cárcel de Devoto y fue liberada recién en la Navidad de 1979. Estuvo 15 años en el exilio y en 1994 volvió a vivir a la Argentina, en Paraná, donde se recibió de psicóloga.
Según los testimonios, Adriana fue torturada y violada, no sólo por Mario "el Cura" Marcote (el único procesado hasta el momento en esta parte de la causa por el juez Bailaque) sino también por Carlos "Tu Sam" Brunato y José "El Ciego" Lofiego, aunque éste último no lo hizo con su propio cuerpo, sino con otro elemento. La mujer admitió que le costaba hablar sobre este punto, pero que “el peso de la responsabilidad” fue la que la motivó a declarar al respecto, ya que siente que "no es una denuncia a nombre propio, aunque sea necesario sostenerlo a nombre propio", según publicó Página/12.
"Es un tormento bastante particular por el contenido sexual que tiene. En este sentido, me parece importante inscribirlo como crimen de lesa humanidad. Era una práctica extendidísima, con modos muy particulares, porque tenían que ver con la sexualidad, con someter, ultrajar, humillar y de intentar aniquilar", expresó Adriana. Para ella, lo más curioso es que estos casos "no son muy denunciados, porque se trata de delitos con alguna particularidad". Por eso, para ella la noticia del procesamiento de Marcote tuvo doble sentido: "qué bien para todos y qué mal para mí".
Además, reveló lo “difícil” que fue volver a la ciudad en la que vivió cuando era universitaria, y militante. "De Rosario cuesta hablar. Fue un descenso a los infiernos, como lo describimos muchos de los que estuvimos en los centros clandestinos de detención. Allí la vida no valía nada y eso lo teníamos presentes todo el tiempo", afirmó Adriana.
La búsqueda de Galeano
Durante años, Beade buscó sin resultados a la familia del correntino en Monte Caseros, porque pensaba que era de allí. Recién el año pasado supo que en realidad su novio era de Curuzú Cuatiá.
El mismo día que se conoció el veredicto de la causa Díaz Bessone, el 26 de marzo de 2012, en la plaza de Curuzú Cuatiá pusieron una placa con los nombres de los dos desaparecidos del pueblo: Galeano y Julio César Barozzi. Entonces, Adriana pudo dar con dos hermanos del joven con el que novió durante pocos meses, pero conoció mucho antes por la militancia.
Primero se contactó telefónicamente con uno de ellos, y luego viajó a Corrientes, donde conoció al otro hermano. Supo entonces que su padre murió poco tiempo después del crimen de su hijo, a causa del dolor. Al respecto, señaló que “hay que entender que viven en una sociedad muy poco predispuesta a acompañar esos duelos, donde la negación y la discriminación han sido muy grandes". Mientras tanto, espera que el juez llame a declarar a los hermanos y, fundamentalmente, que puedan identificarse los restos de Pedro.
Galeano estudiaba Ciencias Económicas en la UNR. Adriana lo recuerda con "muchísimo sentido del humor" y "muy inteligente", pero también "tímido". "No era de ese tipo de personas a las que les gusta sobresalir. Tenía una sonrisa muy bonita y era extremadamente protector y caballeroso", subrayó Adriana antes del relato que sigue conmoviéndola, el de los intentos del correntino para salvarla.