Por Guillermo Alfieri
El presidente Juan Domingo Perón fue derrocado en setiembre de 1955. Forzada su renuncia, se le permitió embarcarse hacia el Paraguay, en busca de asilo político. El general Eduardo Lonardi encabezó la denominada revolución libertadora pero pronto lo reemplazó su camarada Pedro Eugenio Aramburu, secundado por el marino Isaac Rojas. El 9 de junio de 1956, el general Juan José Valle lideró un fracasado movimiento de corte peronista por lo que fue ejecutado, al igual que un grupo de miembros del Ejército.
En el bonaerense enclave urbano Florida, con límite en la avenida General Paz, fueron capturados doce vecinos reunidos en una casa de familia para escuchar la trasmisión de la pelea de boxeo, con el zurdo Eduardo Lausse en el papel protagónico. Conducidos a un descampado en los primeros minutos del 10 de junio, a cinco los asesinó la metralla policial, dos resultaron heridos y cinco lograron escaparse con la ayuda de la noche oscura.
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El juez Belisario Hueyo avanzó en la instrucción del expediente. El 17 de enero de 1957 le tomó testimonio al comisario inspector Rodolfo Rodríguez Moreno, que dirigió la tenebrosa operación. En las fojas 58 y siguientes quedó asentado:
Preguntado por Su Señoría si el declarante recibió orden de fusilar a todos los detenidos, manifiesta que (…) efectivamente por radio de la Policía la directiva terminante, impartida por el señor jefe de la institución (Fernández Suárez) de proceder de inmediato al fusilamiento de todas las personas apresadas.
Agregó el declarante que la misión encomendada era terriblemente ingrata para el dicente, pues salía de todas las funciones específicas de la Policía.
Por otra parte, quedó probado que la implantación de la Ley Marcial entró en vigencia a las 0,32 del 10 de junio, según consta en el libro de locutores de Radio del Estado, mientras que las detenciones se concretaron a las 23 horas del 9 de junio, de manera ilícita. De cualquier forma, el 24 de abril de 1957 la Suprema Corte transfirió la causa al tribunal militar, que la colocó en la vía muerta para garantizar impunidad.
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Rodolfo Walsh no le dio tregua al puntano Fernández Suárez. El 18 de marzo de 1958 publicó en el periódico Azul y Blanco la nota de este tenor, en un párrafo: “Desde un basural de José León Suárez, desde un sangriento amanecer de junio, cinco rostros de greda lo miran. Yo se los nombro por si ha tenido usted la debilidad de olvidarlos: Carlitos Lizaso, Vicente Rodríguez, Nicolás Carranza, Mario Brión, Francisco Garibotti. Éste es el cotejo ensangrentado con que entra usted en la historia. En algún recodo lo esperan. Al fin y al cabo fue usted quien los mató. ¿Recuerda?”.
Para que el fusilador no pasara desapercibido, en abril de 1958 lo ascendieron a coronel y Walsh volvió a arremeter, acusándolo de corrupto: Un millón de pesos para gastos reservados, uso particular de un automóvil Buick policial, uso de personal uniformado para arreglo de la casa de familia.
Como no lo elevaron al rango de general, Fernández Suárez entró en la categoría de retirado en 1959. Fundó una empresa de seguridad privada, en noviembre de 1963. En 1965 lo entrevistó la revista Primera Plana.
--¿Usted entiende que, históricamente, los fusilamientos se justificaron?
--Todavía tenemos el mismo problema. Recuerden lo de Dorrego y Lavalle. Unos lo justifican a Lavalle, otros no. Creo que en 1956 se hizo necesaria una enérgica represión.
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Abruptamente, el ex funcionario de Aramburu y Rojas dio por terminada la conversación. Mencionó los atentados que sufrió, luego que se apagara el grabador del periodista. No quiso que se le tomaran fotografías. Murió el 13 de abril de 2001, a los 91 años de edad.