Especial para ANÁLISIS
Por Belén Giménez
El pasillo amplio y alto de la Alianza Francesa (Andrés Pazos, 156), propio de las construcciones antiguas, me abraza con un aire fresco del atardecer que se debate entre la humedad de los días primaverales y el invierno que no quiere irse. Desde el primer escalón se oye una clase de idioma extranjero mezclado con los ruidos que vienen de la calle. A la izquierda, una mujer con una máscara protocolar por la pandemia, me indica que debo seguir hasta el final del pasillo. A escasos metros de la puerta verde del salón del fondo, las luces de una araña que cuelga sobre mi cabeza, me sorprenden al encenderse como en un aviso de precaución: adentro, niñas y niños están jugando y aprendiendo. Decido mandar un whatsapp y esperar mirando los afiches sobre las clases de ajedrez. A los pocos minutos se asoma Germán y me invita a subir. La estrechez de las escaleras dispuestas a la derecha se profundiza con los colores oscuros que van ocupando las paredes cada vez de forma más tupida. Eso y el pasillo final, todo en forma de caracol, son el ingreso a una sala pequeña en lo que se asemeja más a un altillo que a un piso más. Desde ahí se pueden ver las chapas, tejas y el hormigón de los techos de las casas céntricas y se opaca el ruido de la calle. El espacio está ocupado por pinturas, materiales didácticos y teóricos y mesas donde trabajan quienes hacen taller con él.
Hace días empezó a conocerse la noticia de la publicación del libro “Cuadernos del Tábano” que lleva adelante con La Ventana ediciones, de Gretel Schroeder, y un trabajo de diseño de Natalia Hallman. “Yo sentí que el libro estaba hecho ya. Es increíble cómo recorriendo, leyendo y mirando, me encontraba con textos o imágenes que no habían sido para publicarse juntos, sí lo eran para el libro. Era como que el libro estaba hecho y yo lo tenía que deducir, como el ajedrez. Ahí me di cuenta de cómo hacerlo: por el tono y por el clima."
El libro "Cuadernos del Tábano", que reúne literatura, pinturas, ilustraciones e historieta, es una obra de arte en sí misma producto de la experiencia de Germán en la Revista de nombre homónimo de la que formó parte durante su estancia en España; de la recuperación de material de aquella época como también de producción actual, en un encuentro entre diferentes artistas, tal como lo era “el Tábano” en sus años de aparición activa; y del diseño que busca conjugarlos, revivirlos, armonizarlos. Germán me contó que Golucho, pintor y dibujante español que entrevistaron para una de las ediciones de la revista, les había comentado en aquella oportunidad que "este grupo que ustedes tienen, lo vi en París hace 30 años, pero no se ve en otros lugares. Vos podes intentarlo y no te va a salir, esto tiene que ver con el contexto”.
En 2002, Argentina se encontraba en plena crisis socioeconómica e, internacionalmente, eran los inicios de la guerra de Irak. “Yo había decidido irme a Italia donde comienza a haber una recesión y la situación no me era favorable, me estaba yendo mal. Entonces decidí escribirle a Gabriela, una amiga que había conocido en Buenos Aires, era la hija Ana Fernández Garay, reconocida lingüista. Ella se había puesto en pareja con el alicantino Juanma Agulles y se había ido a vivir a España. Estando en Italia, le escribo para conocer las posibilidades de trabajo en el país. A la semana, mi amiga me responde diciéndome que tenía casa y trabajo. Uno de los chicos que estaba en la revista tenía una empresa de reparto de publicidad, lo cual es muy importante en la revista porque en ese momento en Alicante se vivía muy bien, todo lo contrario a Italia, con medio sueldo vivías, tenías los gastos cubiertos y te quedaba medio día para hacer todo este tipo de cosas. Y otro amigo me consiguió casa”. Así empieza la historia que hizo posible que Germán fuera parte de Cuadernos del Tábano y que aceptó amablemente compartir con ANÁLISIS.
¿Cómo comienza tu trabajo en Cuadernos del Tábano?
Cuando yo me uno, no había salido el primer número pero ya lo tenían armado. En ese momento estaban Nelo Curti, Juanma Agulles, Paco Alonso, Quirón Herrador. El armado era bastante artesanal porque usábamos una computadora con lo básico, propio de la época y con una impresión mala o pobre, pero cosíamos a mano, por ejemplo. Un día hicimos casi 400 números y fue un caos. Yo dibujaba para la revista porque era el que sabía hacerlo pero nunca me gustó, siempre me quejé de eso porque a mi me gusta la pintura, la composición. Las imágenes eran una compañía y un diálogo con el texto que se publicaba, pero, a la vez, el Tabano tenía esta cuestión de que no era obligación que hubiera relación entre imagen y texto. Esta característica la retomé para armar el libro.
También armé un taller de dibujo y pintura con modelo vivo, no para enseñar, sino para sumar dibujantes.
La revista excedía el trabajo de producción, edición y publicación: el Tábano contaba con un espacio cultural donde había talleres, música, presentaciones abiertas al público, entre otras actividades artísticas; como así también tenían un equipo de fútbol cuyos torneos de fin de semana recibían la misma relevancia.
Muchos escritores se agrupan en generaciones de acuerdo a las características que comparten y los reúne y, muchos artistas en general, en vanguardias. ¿Qué reunía a los participantes del Tábano?
Por eso antes te decía que la empresa de publicidad era muy importante, porque era una empresa para inmigrantes ilegales, que éramos la mayoría. Había cubanos, uruguayos, argentinos, incluso españoles de otras partes: Quirón, por ejemplo, era Ilicitano (natural de Elche), allá las diferencias son bien marcadas. Alicante era un lugar chiquito y, de repente, creció por la inmigración. Esto es fundamental para el Tábano porque está envuelto en un contexto social. La empresa era como "el semillero". Boris Garces, un músico cubano, participaba en todas las actividades menos en la revista, sólo publicamos una canción. Había músicos, actores; a él y a todos los encontramos ahí. En España era la "Belle Époque" en la construcción, entonces había mucho trabajo en esos espacios.
Una de las claves de la revista era la entrevista. Nelo, como tenía la empresa de reparto de publicidad, tenía varios vehículos o sino nos tomábamos un colectivo. Si en tal lugar de España había alguien a quien nos interesaba entrevistar, no íbamos a trabajar y nos íbamos a hacer la entrevista. Eso era El Tábano, la inconsciencia total.
Éramos personas de edades variadas, nos juntó la forma de hacer arte.
¿Publicaban todo tipo de géneros?
En un momento se sumó David Barber que era un estudioso de Historia del Arte y él hacía textos críticos, ensayos de cine, entre otros. Pero las publicaciones, en su mayoría, eran de dibujo y, sobre todo, de literatura. La base fundamental para la selección del material era una reunión que hacíamos los viernes y ahí debatíamos todos los textos. Había un criterio: primero teníamos que ver que hubiera un trabajo atrás de lo que traían, algunos rebotaban y se iban enojados, no nos importaba. Teníamos el criterio del trabajo y de que nos gustara.
Entonces publicaban producciones de artistas propios y materiales de otros que no pertenecían a la Revista.
Sí. Publicábamos textos de Nelo Curti, Juanma Agullen, Paco Alonso, Quirón Herrador, Pedro Coiro, Sebastián Mirás; pero también de personas que nos acercaban sus escritos. No teníamos esa cuestión elitista, al contrario, “era la calle”, pero había un compromiso de trabajo. Cuando alguno publicaba un texto crítico o teórico, o se hacía una entrevista, se leía la obra completa del autor en cuestión, y si no daba el tiempo, entonces uno leía una parte y otros otra, pero el trabajo se hacía. Y las reuniones por ahí empezaban a las 8 de la noche, eran las 6 de la mañana y seguíamos leyendo y debatiendo.
Además del trabajo ¿qué otros criterios tenían para la selección? En el sentido de la ideología o el "manifiesto" del Tábano.
Íbamos contra todo. El Tábano era cuestionador, incluso lo llevábamos al extremo. No teníamos límites en ese momento de ningún tipo, le dábamos para adelante. Todo era intenso, vivíamos intensamente, nos arriesgábamos, éramos desafiantes, había un apoyo social pero tampoco era lo que nos importaba, había una especie de soberbia de la que hoy no me enorgullezco, hoy no podría ser así, pero en ese momento era propio del producto, ser así era el motor. Fue otra edad y otra etapa. Pero en el Tábano, estábamos todos en la misma, por más que fuéramos distintos, distintas personalidades -Nelo era una tromba y Juanma es lo más tranquilo que hay-, y distintas formas de manifestarnos.
Hoy sigo siendo contra, en oposición, no puedo hacer mi trabajo si no hay algo contra lo que ir, algo que me movilice, por ejemplo, las quemas, las injusticias, la estúpida grieta.
¿Y cuál era el objetivo?
Primero la queríamos hacer para vender y que la gente nos conozca, después eso se nos pasó, cuando empezó a aparecer gente muy grosa como Oscar Grillo o Tabaré que mandó sus dibujos. Hacíamos pocos números para la gente que participaba y mediante esa gente circulaba la revista. Cuando volví a Paraná, me enteré de que un montón de artistas conocían la revista porque llegaban dos o tres ejemplares solamente, pero se las pasaban. Por ejemplo, llegaban por Fer Silva, él se la pasaba a Carlos Aguirre y Carlos después pasó por el Tábano, y ese era el mecanismo. Con Cuba lo mismo: uno de los chicos fue, entonces la mandamos y circulaba. Vendíamos algunas y algunas no, pero al final nunca tuvo un objetivo comercial; era la literatura, la pintura en sí, era el arte por el arte.
¿Vos escribiste para la revista?
Yo siempre quise ser escritor y no pude, por eso hago libros ahora. En la revista no escribí, sí lo hice para el libro pero me costó mucho. Yo hago lo mismo pero con imágenes. No necesito tampoco escribir, lo que tenía que hacer, lo hice con la pintura. Son distintos lenguajes: pintura, literatura, escritura; lo que varía es la forma de expresarse, pero lo que subyace en todos es la armonía, el ritmo. Una novela está hecha igual que una pintura. Hay pinturas que están hechas en un tiempo, más parecidas a la poesía y hay pinturas que son más narrativas. Los lenguajes, los ritmos, las puntuaciones, eso es lo mismo. No es un discurso, es lo que viví y aprendí: vi a chicos compartiendo, vi chicos del Tábano escribiendo, hablábamos de las estructuras, incluso yo podía opinar porque estábamos hablando de lo mismo.
¿A eso le llamás “academia” cuando hablas de educación no formal?
En pintura yo hice mi formación académica de otra forma, no yendo a la academia, sino en talleres (Buenos Aires) con profesores excelentes con una dinámica más ágil porque se ocupaba todo el tiempo en práctica y sobre esa práctica, el profesor me decía "esto es tal cosa", entonces yo iba y lo estudiaba, estudiaba pintura y psicología pero estudiaba el doble de pintura. Psicología iba aprobando. Al principio renegaba de la psicología por estas cuestiones de la universidad pero en mi lugar de trabajo aprendí un montón de cosas. Por eso soy muy partidario de la educación no formal, he aprendido mucho más con ella. No reniego de la formal, yo hice mi recorrido en la academia, pero eso tiene un punto. Por ejemplo, en un momento, empecé a recorrer la academia en Italia y era lo mismo. Entonces me di cuenta que tenía que hacer mi camino, mi experiencia y aprender de otras situaciones.
Pero para el arte, es necesario estudiar, tener conocimiento de lo que se hace y trabajar. Por ejemplo, yo estoy totalmente en contra del posmodernismo, no sé bien qué es el arte, pero cualquier cosa no es arte. Esto también era parte de la ideología de la revista. Entonces los posmodernos me parecen unos necios. Eso de tirar pintura… entonces yo ahora tiro esta silla y digo que estoy haciendo música. Los colores son hermosos, los tires como los tires, pero dónde está el pintor. Tanto en el exceso de técnica como en la ausencia de técnica, desaparece el pintor. Creo que el posmodernismo es una postura, la de decir “yo soy artista”. Construir una pintura es como construir un edificio, para que la pintura se sostenga, tenes que tener el dibujo, la composición; mi pintura se basa sobre todo en la composición, es lo que me interesa, para mi el dibujo y la pintura son instrumentos para componer.
Germán, no puede disimular ser parte de la pintura o que la pintura lo atraviese constantemente, lo constituya. Primero me señala un cuadro grande y me dice que lo hizo Natalia, la diseñadora del libro, ella estudió dibujo y pintura con él. El cuadro, que exhibe a una mujer desnuda en tonos negros y grises, es bellísimo. Después me muestra unas tableros con la escala de valores para estudiarlos, los llamados círculos cromáticos y continúa la explicación:
Nosotros estudiamos y esta información -señalando los círculos- la podés encontrar en cualquier lado, el tema es hacer, no solo saber. Nosotros estudiamos el color, esta es la escala de valores del claroscuro que además es un acompañamiento histórico del Renacimiento: dar los volúmenes y las formas con el claroscuro; primero se hace una escala de grises y a cada color primario se lo va regulando con los grises. La Revolución Impresionista está acompañada de lo social porque con la Revolución industrial aparecen los pomos industriales y las máquinas, entonces en vez de tener tipos preparando los pigmentos, te podías llevar el pomo y pintar al aire libre. Los contrastes se van dando por la teoría del color, no del valor, los impresionistas, Renoir dijo “un día nos olvidamos del negro y nació el impresionismo”. Los colores y los valores se van haciendo solo con la teoría del color, de los opuestos, la relación de los colores. Nosotros para estudiarlos, los separamos en escalas. Un tiempo de la enseñanza se dedica a eso. El objetivo es que cada uno se exprese y logre detenerse, para eso necesita sus herramientas y por eso estudiamos.
Los libros teóricos sobre Historia del Arte están dispuestos en unos estantes contra la pared que se interrumpe por dos ventanas que dan a los techos ya cubiertos por la noche. La escena me transporta a otro momento, intento imaginar el lugar donde los "tabaneros" hacían sus debates en torno a los textos que recibían, las obras a publicar, los temas, etc.. La voz de Germán me ayuda a ver una escena en la que él está tomando la palabra en la reunión.
A mis espaldas, la sala con mesas bajas y estantes llenos de juegos de mesa, me invitan a imaginar a los alumnos más chicos de Germán pintando en un tiempo más actual.
¿Qué material usas en tus talleres?
En lo personal tengo mis preferencias y el que me resulta más cómodo para expresarme. En los talleres, al principio, cuando estamos estudiando, hay materiales y técnicas específicas unidas al conocimiento histórico propio del género artístico, pero después es variado.
Yo jamás obligué a un chico a hacer algo, ellos aprenden jugando y acá el que quería pintaba y sino reciclaba, usaban algún juego de mesa.
Dice señalando el estante repleto de cajas. Germán, cómo psicólogo y trabajador de atención primaria, realiza talleres de juegos y comprueba que los chicos aprenden mucho más rápido a pensar con ellos.
¿Cómo conjugas tus tres profesiones? ¿Sentís que tienen un punto de unión?
La mente es una. Hago las tres cosas, me gustan las tres. La psicóloga es un arte también, es el arte de escuchar, la pintura es el arte de ver y el ajedrez es el arte de pensar. Además, el ajedrez es juego; ciencia, porque tenes que saber, estudiar y tener conocimientos; y arte. Para esto último, basta con verlo jugar al campeón mundial de ajedrez Magnus Carlsen o entender ciertas partidas de ajedrez. Pero una diferencia que noto, es que en pintura tenes que vivir con la contradicción, con el conflicto, es lo mejor que te puede pasar sino somos como una computadora, de dibujos perfectos y repetitivos, por más que la pintura esté buenísima.
Eso es lo que transmite la pintura: la fuerza, el conflicto. Podes arruinar la pintura o podes lograr la mejor creación, ahí es donde uno aparece como persona, no en lo mecánico, en lo "bien hecho". Si yo copio a Van Gogh, voy a pintar espectacular pero no soy yo, es Van Gogh. Cuando veo una pintura, quiero ver al pintor, no a lo que ya vi, ese es el valor. La pintura es de uno y no es de uno, es esa contradicción. Incluso no le puedo poner título a mis obras porque siento que las mato.
La pintura es un diálogo con la obra, con el espejo ¡es durísimo!, pero tiene que ser una relación constante, hay que mirar la obra, dialogar, ver lo que te pide ella y tratar de darle vida. Entonces las pinturas están ahí, pero también estoy yo, yo nunca me voy de las pinturas porque lamentablemente no me puedo escapar de mí mismo. En mi forma de ver la pintura, me horroriza lo que no puedo evitar: que una pintura se parezca a la otra porque soy yo el que las hace, pero a mi me motiva tratar de hacer algo nuevo, incorporar algo nuevo.
¿Estás pintando actualmente?
Ahora hace más de un año que no pinto por motus propio y jamás pinto sin ganas. Estoy con muchos proyectos y otras cosas que también me interesan. Jamás me forcé a pintar. Me da lo mismo no pintar nunca más o hacerlo mañana, no me preocupa, eso no se va, está siempre. Es más, estoy constantemente en contacto con ella porque doy clases, tengo amigos que pintan y me mandan cosas para que les haga una devolución, yo miro como pintor, es lo que tengo, lo que hago y lo que soy.
Hablemos del libro ¿Hay un hilo conductor entre los textos y las imágenes? ¿Se lo puede leer como una narración?
No, más bien intenté que haya una armonía. Pero más que una armonía, hay un tono y un clima. Siempre tuve la idea de agarrar lo que más me gustaba del Tábano y hacer algo con eso. Es un proyecto que tengo hace años, lo intenté por varias partes hasta que me crucé con Gretel. Nati entiende de pintura y todo lo que yo le diga. Entre los tres le dimos forma.
¿Cuál es ese tono y clima al que hacés referencia?
En principio, el Tábano es blanco y negro, es como su esencia, eso ni se planteó, se mantuvo en el libro. El tono y el clima son oscuros, carnales. Elegí lo más oscuro porque, en la revista, cuanto más nos revolcáramos en la mierda, nos acercáramos a la muerte o a la carne, mejor. Por ejemplo, “El ritual” de Quirón Herrador está contado desde el punto de vista de un chico de cinco años de un pueblo español, o “El señor manso” que también es muy oscuro. Eso era una parte del Tábano, no tener límites, llegar al fondo, pero con sutileza, para oscuro y nefasto están los discursos político, nosotros con sutileza, forma, armonía y en busca de belleza literaria, plástica; como así también poder horrorizar con expresiones que salgan desde adentro y sean transformadoras. Recuerdo una frase de Carlos Aguirre que me decía “yo cuando voy a un concierto quiero escuchar algo nuevo”. Es eso: buscar algo que nunca vimos, que nos inquiete, justamente esa es la sutileza.
¿Todo lo que incorporas en el libro perteneció a la revista?
No, no. Hay obras actuales que vi y me gustaron. Por ejemplo, está el texto "Lluvia" de Quirón Herrador, pero también agregué uno de Nelo, "Lluvia luego", que es posterior y viene a responderle al primero. Ambos son una maravilla, pero el segundo no es de la revista. También incorporé unas historietas de Pedro Coira que me encantaron. Es una selección subjetiva y arbitraria, las une el tono y el clima. Entre las publicaciones de la revista hay muchos ensayos pero en el libro no, una de las formas de delimitar el libro fue elegir el género ficción, se puede hacer un libro con los ensayos y uno con las entrevistas.
El problema es que se perdió todo. Teníamos todos los textos y las imágenes listas para ser usadas en un correo electrónico que nadie volvió a abrir, entonces se perdió todo. Estuve un año y medio recopilando material. Había dibujos que los chicos no tenían y no sabían dónde estaban, entonces hubo que reilustrar y en un momento tenía material para hacer 10 libros. Este es enorme, tiene 264 páginas. Para armarlo fui poniendo papelitos de colores en la pared y clasificando por textos e imágenes, y así fui formando el libro. Para los textos trabajé consultándole todo a Gretel.
¿Qué sentís que hace el libro: culmina o reabre esa etapa de tu vida?
El libro culmina y reabre. Nos llegó el libro y no tenemos más, pero tenemos que hacer la segunda tirada. Esto no me lo esperaba. Además nunca acepté que se terminará el Tábano, el Tábano para mí sigue y siempre va a estar.
¿Por qué terminó?
Se terminó porque cada uno empezó a tener sus cosas, yo me fui en la edición N° 22 o 23 de la revista que fue la última, Pedro se fue a vivir a Bélgica… se terminó una etapa.
Así como al principio estaban al frente Nelo y Juanma; al final era Pedro el que se encargaba de casi todo, también se habrá cansado. Se terminó como se tiene que terminar todo, pero nosotros seguimos siendo amigos, los que están en el mismo lugar se siguen viendo aunque cada uno tiene sus proyectos. Pero terminó bien, como debe ser.
¿Cómo fue el proceso del libro?
Fue un trabajo muy arduo. Soy muy obsesivo con la imagen, tengo la vista desarrollada. En el diseño, está todo resuelto geométricamente, eso tiene que ver con el ajedrez: las jugadas a veces no sólo se deducen por el cálculo sino por la forma geométrica que hacen las piezas, entonces para el armado, el ajedrez fue fundamental. Nos juntábamos tres o cuatro horas una vez por semana, a veces más.
En cuanto a las impresiones, hacerlas acá es muy difícil por el tema económico. A mí no me interesa ganar plata con esto, sí que la editorial tenga el rédito correspondiente que además es necesario para que se mantenga en pie.
Pero hablando del proceso en general, creo que no disfruté nunca una pintura como disfruté el libro porque además está lo colectivo, la parte afectiva porque está la gente que yo quiero y va dirigido a gente que quiero.
Respecto a la presentación oficial del libro, Germán decidió reservarse la información de lo que tienen pensado, así que nos deja expectantes; pero adelantó, como al pasar, que está en otro proyecto como este con sus pinturas, pero sin otra opción que esperar para conocer los detalles.