Martín Gerlo
“No faltarán -jamás faltan- espíritus conciliadores en unos casos, avisados en otros, que se preguntarán cogitabundos: ¿Para qué promover la discordia entre los argentinos exhumando hechos superados del pasado? ¿Por qué desenterrar a los muertos? A esto debe contestarse: ¡Porque los muertos están vivos!”
J. J. Hernández Arregui
Pascual Oscar Guerrieri esquivó a la Justicia por esta causa durante más de 30 años, hasta que ya no pudo hacerlo más: el viernes 26 de agosto se sentó en el banquillo de los acusados para dar explicaciones sobre la existencia de una maternidad clandestina en el Hospital Militar de Paraná. Los otros cinco imputados debieron retirarse de la sala, haciéndolo no sin resistencia. “No soy lego, soy militar profesional”, se excusó al comienzo, previniendo algún exabrupto, y se propuso “aclarar algunos términos”.
El imputado, a tono con sus compañeros, desarrolló todo tipo de manifestaciones histriónicas. “Pido respecto a los que no están, tanto de ellos como de nosotros”, señaló mirando a la querella, en una actitud que se repetiría constantemente hasta que el Tribunal le advirtió que debía dejar de hacerlo. “Yo soy un partidario del ‘nunca más’. A nosotros nos tocó vivir esa época por cuestiones biológicas, en la lucha contra los terroristas. Tuvimos que cumplir órdenes”, se excusó nuevamente. “Vengo acá después de 10 años que llevo preso. Quiero que esto se termine”, repuso el militar, sin perder la tranquilidad con que afrontó toda su exposición, que se extendió por casi una hora. “Me parece muy bien que nos juzguen. Pero quiero un juicio justo: la otra parte no está, no existe, está desaparecida. No fue así. Yo quiero traer un poquito de verdad”, remarcó.
Guerrieri dijo que su primera declaración sería una “introducción” al problema del juicio, de modo que abordó ampliamente el contexto en el cual sucedieron los hechos sin dar demasiadas precisiones sobre los delitos que se le adjudican. Para el ex teniente coronel, en aquella época “había un poder civil que también manejaba la cosa” e hizo una aclaración: “Hay algo que se tergiversa: nosotros no somos el Ejército del Proceso (de Reorganización Nacional). Yo soy soldado de San Martín. No soy soldado del Che Guevara”. El militar recurrió a otro argumento harto esgrimido por los represores: de que “la gente” les “pedía por la calle la revolución”, como si las atrocidades que cometieron cuando usurparon el poder podrían encontrar amparo en aquella situación.
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