Dos años y una deuda eclesial

Justo José Ilarraz

El cura Justo José Ilarraz fue condenado en mayo de 2018 por abusar de seminaristas niños y jóvenes.

Hernán Rausch*

Dos años pasaron desde aquella jornada, hacía pocos días habían sido los contundentes alegatos, dando por finalizado el transcurso de un  juicio exorbitante y significativo en Entre Ríos, el país y el mundo. Se lograba quebrar, romper  el muro de silencios en un Seminario,  impuesto por curas y obispo, caras visibles y representativas,  pertenecientes a una multitudinaria Institución.

A dos años de un mediodía emblemático para católicos y nos católicos. Aunque resplandecía la verdad de los hechos, gente fanática religiosa que no quería ver la autenticidad de los abusos, con los cuales es probable, muchos supieron valerse de esos sucesos  para poder recabar renombres, otros  podrían  haber sumado datos, teniendo la única posibilidad. Pero no quisieron, prefirieron ignorar los acontecimientos y situarse en un punto conveniente y favorable.

Eso es el fruto del fanatismo común y  clerical, es obsecuente, no da lugar a la claridad,  aunque la luz de la certeza brille, permanecen impíos, desconfiados, sumisos a la voluntad de una autoridad con suficiente carencia moral.

Los fanáticos entorpecen, se enceguecen, esa actitud causa desinterés  por las desgracias ajenas, florece el egoísmo,  aunque sucedan en su mismo ámbito, terreno, no les importa ni siquiera la devastación y sufrimientos de tantos involucrados; niños, sus padres, familia, e incluso, en algunos casos, en los propios familiares subyacen. No piensan  tampoco en toda una comunidad que como en este caso del cura, confiaron sus hijos a una casa de Formación, donde él era el propio pastor que debía velar, y sin embargo les dificultó la vida. Y además, los  involucrados en las primeras investigaciones de los años noventa, quisieron menoscabar,  incluso culpándolos y haciéndolos responsables  por develar los atroces acontecimientos y generar desestabilización, cargándolos con más culpas.

El apasionado se encapsula en un mundo de creencias, que genera ceguera espiritual y de la realidad que circunda, quedando infectado y permaneciendo así, ajeno a  todo, sumergido en su propia convicción, sin lugar a planteos.

Así es que incluso trascurrido el tiempo y después de haberlo señalado  como responsable, dando por aprobado los hechos de parte de la Justicia civil en el Juicio, Casación y el Superior Tribunal de Entre Ríos, la Iglesia no se ha manifestado respecto a sus investigaciones, ni siquiera si  están o si se siguen llevando a cabo.

Después de habernos citado el 2 de mayo de 2016 a la sede del Tribunal Interdiocesano de Santa Fe, sin abogados que nos representen,  para prestar declaración como testigos, ya que, según se dijo, se ordenó la reapertura de la causa, y se habría  indicado por una gestión del Cardenal Mario Poli, nunca han comunicado avances, ni resultados de tales investigaciones, por supuesto, permaneciendo  siempre en total sigilo.

La Institución se aprovecha de esto, valiéndose de la nobleza de los fieles. Sé que Dios está en la victima que se sabe jugar, y tarde o temprano los que tiene a cargos averiguaciones y el destino de fe,  deberán rendir cuentas de sus actos, por  generar angustias,  por extender plazos innecesarios, prolongando la  incertidumbre del creyente, jugando con la fidelidad de las personas de fe, con  honor y leales a la religión.

Aún por estos días algunos se rajan las vestiduras por una tira televisiva, la cual siendo novela, basada en una historia, presenta una  temática y composiciones familiares de los personajes, que no coinciden con algunas creencias, se escandalizan, brindan sugerencias y aclaraciones. Cobardes. Muchos no  hicieron lo mismo, no rasgaron sus vestiduras, no se escandalizaron  ni dieron  explicaciones cuando se conocían y confirmaban los abusos, se marginaron.

Uno  siempre estuvo dando aportes de todo, en todo y para todos, brindando evidencias  para vencer lo abusivo, algunos han cumplido profesionalmente, dejando de lado sus créditos, me refiero en este caso a la labor de la Justicia, tomando el contundente material probatorio,  para investigar, develar, aclarar y reparar al menos algo de lo que un integrante del clero había dañado, nada más ni nada menos, que el porvenir de niños. 

Pero la otra parte, altos prelados de la Iglesia, los más sensatos integrantes, cuando se vieron envueltos en la trama, quedando en evidencia el  encubrimiento, siguen aún hasta hoy, debiendo una turgente descripción y respuesta para con toda la sociedad.

Santa Teresa De Calculta decía: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”. Uno asiste a los encargos, proporciona,  pero de vez en cuando  parece que  la Iglesia deja evaporar esa gota, dejándola sin efecto,  basándose y descansando en la muchedumbre del mar, por la cantidad de seguidores.

Lo que se hace de noche, de día aparece. Las palabras y acciones sinceras, pueden salvar al mundo.

*Sobreviviente de Abuso Sexual Eclesiástico.

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