
Un nuevo ataque a la libertad de expresión.
Por Néstor Banega
(De ANALISIS)
Quien logra imponer la agenda conduce los tiempos de la política. Administra los temas sobre los que se habla. Es una muestra de poder que determina el contexto y todos comienzan a moverse dentro de ese espacio. El sueño del autócrata es la ausencia de cuestionamientos y que todo esté perfectamente controlado. Esto es de imposible cumplimiento en un sistema democrático. Todo intento de evitar la incomodidad de una pregunta, no es propio de un régimen republicano. El agravio del gobierno nacional contra la periodista Silvia Mercado merece algunas reflexiones.
Anomalías
La sobrerrepresentación y la impostura, dentro de un experimento social, pasan desapercibidas porque no existe, hasta el momento, oposición articulada frente a la administración nacional que sea capaz de hacer notar situaciones anómalas.
Por eso tienen igual (o mayor) cuota de responsabilidad sobre la coyuntura que atraviesa el país los integrantes del campo opositor. Es que ni siquiera intentan diferenciarse de los postulados y acciones que en nombre de la libertad intentan cercenarla.
¿Sorprende entonces que algunos con mayor lentitud, otros un poco más rápido, moldeen su perfil para parecerse a quienes gobiernan? Es mucho más fácil ceder que sostener.
Síntoma de haraganería o debilidad ideológica. Vaya a saber. Sea cual fuera el motivo, las omisiones no son distracciones. Son complicidad. Si le pasa a uno, hay que señalarlo, porque el daño se puede extender al conjunto.
La construcción del silencio
Hace algunas horas la periodista Silvia Mercado fue eyectada de la sala de periodistas que funciona en la Casa Rosada. Le retiraron su acreditación. Incansable trabajadora. Docente universitaria y autora de numerosos libros.
No es un hecho menor. Se trata de un paso más hacia la construcción de silencios. Hacia el ocultamiento. Fue la damnificada quien explicó que se trató de una decisión discrecional de Karina Milei y lo calificó como un acto de censura. Un horrible acto contra la pluralidad de voces.
La periodista hacía más de diez años que trabajaba allí y siempre se caracterizó por indagar sin condicionamientos. Preguntar con libertad no es bienvenido. Puede molestar, pero es un instrumento esencial para conocer y decidir.
Mercado es una estudiosa de los modelos comunicacionales que ha desarrollado la política en el siglo anterior y su presencia en la sala de periodistas de la Casa Rosada le permitía seguir profundizando sobre esos temas con información de primera mano.
Supo ofrecer un análisis histórico de los relatos que apuntan a convertirse en hegemónicos, despreciando en el intento de lograr el objetivo a gran parte de la sociedad.
Lo hizo (se puede coincidir o no) con rigor, adentrándose en temas que algunos preferían obviar o apenas rozar. Compromiso y valentía con el trabajo que encara. Es una muestra de la personalidad que se expulsa de la sala de Periodistas de la sede del Gobierno Nacional. Cuando no se tienen argumentos para responder, o se carece transparencia, el escape es hacia el silencio.
Esta situación debería encender alarmas. Es que en enero el presidente Milei atacó a Silvia Mercado, como también lo hizo el vocero Manuel Adorni. Este último llegó a decir que todo lo que se dijera del presidente y no saliera de su boca, era mentira. Dañino para un sistema donde se debe tender hacia una forma de gobernar prístina, que -por eso- rechace el ocultamiento, la oscuridad. Es que los delincuentes son los que buscan las sombras.
La periodista explicó que “lo único que está claro es que a mí no me dejan preguntar. Me parece un acto de censura, me parece un acto absolutamente arbitrario y no hay que permitir que esto continúe”.
No es un episodio menor. Soberbia y poder son una mala mezcla. Los resultados están a la vista. ¿Si no se puede preguntar? ¿Cómo lo vamos a saber? Los cementerios están llenos de silencios, dolor y tristeza.
Un tabernáculo pequeño, con tendencia al vacío, a la desconexión, donde las decisiones se toman con furia y desprecio, parece ser el espacio que ocupan quienes gobiernan el país.
Entre aquel tuit de enero del presidente Javier Milei atacando a Mercado y esta decisión de su hermana Karina, hay un hilo conductor cargado de claroscuros.
La preocupación aumenta si observamos que el meneado proyecto de ley de Bases otorga superpoderes al Poder Ejecutivo Nacional, poniendo en jaque al artículo 76 de la Constitución Nacional por la falta de autoestima del Congreso Nacional.
Necesidad de convivir
La circulación de la información es fundamental para el fortalecimiento de las sociedades democráticas. Conocer qué pasa y cómo para poder tomar decisiones que permitan mejorar aquello que es bueno para el conjunto y rápidamente corregir lo que podría ser perjudicial.
Es sencillo para quienes tienen alguna idea de convivencia, de búsqueda de armonía. Es una ofensa lisa y llana para aquellos que quieren imponer quebrando voluntades por la fuerza. El que no cuenta con capacidad de convencimiento y se envilece detrás de una única mirada, más temprano que tarde fracasa y hace fracasar.
Cuando apareció la imprenta los poderes absolutos se resquebrajaron. Significó un avance para la humanidad que no fue bien recibido por quienes estaban acostumbrados a sojuzgar sosteniendo voces únicas, creencias falsas.
Siglos de tensiones alrededor de quienes operaban censurando y los que promovían la discusión de ideas. El periodismo estuvo en el centro de esos acontecimientos. En la tensión que provoca el intercambio de opiniones que se en el camino de buscar verdades que incomodan.
Habrá quienes piensen, pese a la evidencia en contrario, que evitando preguntas y abusando de herramientas que han perfeccionado el uso del anonimato podrán acallar a quienes piensan distinto, podrán manejarse a sus anchas sin rendir cuentas.
Javier (Arón) lanzó un tuit en enero. Moisés (Karina) actuó en junio. No se puede callar ante el atropello del poder, porque si eso pasara, el poder sería solo atropello. Es que en general este tipo de actos empiezan mal y terminan peor. Más aún si, como nos contaron en febrero, está de por medio la ira de Moisés.