
Militantes de derechos humanos de Corrientes y Entre Ríos, realizarán esta tarde un homenaje a Élida Goyeneche de Sobko, al cumplirse 28 años de su secuestro y desaparición por fuerzas de seguridad durante la dictadura. El acto tendrá lugar a partir de las 19 en el balneario Club Doña Goya, donde la mujer fue secuestrada. Clarisa Sobko, su hija y militantes de la Regional Paraná de la Agrupación Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS), difundió una carta abierta en la que solicita a la población que colabore aportando datos que puedan aportarse a la causa judicial y que además sirvan para reconstruir la memoria histórica.
La asociación Memoria, Derechos Humanos y Solidaridad (Medehs) de Goya, junto a una delegación de HIJOS Paraná y representantes del Registro Único de la Verdad de Entre Ríos encabezarán el acto previsto este jueves a las 19, en el club Doña Goya, cercano al puerto, lugar donde fue secuestrada 28 años atrás la estudiante de Medicina y docente correntina Élida Goyeneche de Sobko.
Según consignó el sitio digital Momarandú, el objetivo es “instalar el tema en la sociedad, y que la misma sociedad pueda aportar datos que colaboren con el esclarecimiento y la justicia”, tal lo manifestado por los militantes de derechos humanos. En la misma línea, Clarisa Sobko, hija de la estudiante desaparecida, quien se encontraba junto a su madre y su hermano al momento del secuestro señaló que “este aniversario es particularmente especial, debido a la reciente apertura de la causa judicial para investigar la desaparición de mi madre y otros hechos ocurridos en Goya y su zona de influencia durante la última dictadura”.
“Otro de los objetivos de esta jornada es traer a la memoria la figura de mi madre en vida, lo que hizo y por lo que luchó. Porque si no siempre hablamos de desaparecidos y recordamos sólo la muerte”, agregó Clarisa Sobko.
Elida Olga Goyeneche fue secuestrada el 12 de enero de 1978, delante de sus hijos y de su madre, a las cinco de una tarde calurosa de verano en el Club Doña Goya, un balneario ubicado sobre el río Paraná, en la ciudad correntina. Desde ese día, nadie volvió a verla. Tenía 26 años y un año antes, también había sido secuestrado su esposo Pedro Sobko, en Paraná.
La pareja se había conocido estudiando medicina en Corrientes pero se casaron en secreto en 1973 en La Leonesa, una localidad ubicada en el norte de la provincia de Chaco, distante a 74 kilómetros de Resistencia. Al poco tiempo arribaron a Paraná, donde vivieron bajo nombres falsos en el barrio San Agustín con sus dos hijos: Oscar y Clarisa. Pero luego de la desaparición de Sobko, la mujer se mudó a casa de su madre en Goya, donde comenzó a ejercer como docente en la Escuela Normal con su verdadera identidad.
La tarde del 12 de enero de 1978, Elida y su madre, Zelmira subieron en el asiento de adelante del Peugeot 404 de la familia, atrás iban Clarisa y Oscar, rumbo a las playas del Club Doña Goya, sobre el río Paraná. Pero al llegar al lugar la madre de Élida se baja del auto para hablar con una mujer porque estaba averiguando sobre las colonias de vacaciones para los chicos y en ese momento sube un hombre al auto. En un operativo para el que contaba con el apoyo de otros dos o tres vehículos, condujo nuevamente de regreso a Goya en el mismo automóvil en el que estaban la mujer y los chicos. Oscar y Clarisa fueron abandonados en el auto con los vidrios cerrados y las trabas puestas para que no pudieran salir, en un camino aledaño, pero a la mujer la subieron a otro auto y nunca volvieron a verla.
Carta abierta de Clarisa Sobko
Hoy, 28 años se cumplen del secuestro y posterior desaparición de Elida Olga Goyeneche de Sobko. Era mi madre, y para ese entonces ella tenía 27 años de edad.
Quien vivía en Goya para el año 1978, quizás recuerde el hecho. Fue muy reconocido, por las circunstancias en que se dio, y porque fue publicado en los medios periodísticos de aquella época. Donde hablaban de un secuestro “pasional”, o de un “simple” secuestro, ideado por “algún grupo”, del que se desconocían las intenciones.
Lo cierto es que se realizó en el contexto del gobierno de facto, gobierno no constitucional ni democrático, implementado desde el año 1976 en la Argentina. El que sistemáticamente utilizaba como metodologías habituales el secuestro, la desaparición de personas, las torturas, entre otras. Actuaron en este caso Fuerzas de la Policía de Goya, Policía Provincial de Corrientes, Prefectura y Fuerzas Armadas.
El secuestro se produjo en el balneario “Doña Goya”, aproximadamente a las 17 horas, de ese jueves 12 de enero. Mi abuela Pepita estaba hablando con la encargada de la Colonia de Vacaciones que funcionaba allí, cuando un hombre, ingresa bruscamente al auto donde estábamos mi mamá, mi hermano Oscar y yo. Éste rápidamente dirige el vehículo en dirección a la ciudad de Goya, y arranca a toda velocidad. Todo se hizo respaldado por otros hombres en otros autos. Tras este operativo, mi abuela queda gritando, desesperada, hasta que consigue que el señor Dalinger, en su auto, la lleve en la misma dirección en que llevaban a su hija.
Aproximadamente hora, hora y media después Oscar y yo nos reencontramos con mi abuela, acercados por la policía de Goya, en el momento que ella estaba en la comisaría, luego de efectuar la denuncia. Estaba todo, el auto, los papeles, las pertenencias, los nietos, faltaba Élida.
Desde ese momento sólo preguntas: ¿Qué hicieron con ella? ¿Dónde la llevaron? ¿Murió en la tortura? ¿Dónde la enterraron? ¿Entró como se cree en los Cuarteles de Goya? ¿O fue otro Centro Clandestino de Detención y Tortura su destino? ¿Quiénes fueron los autores materiales, cuáles son sus nombres y apellidos? Preguntas que aún hoy están sin responder. Cuántas preguntas más que me sigo haciendo, sigo repitiendo, y no encuentro las respuestas.
Preguntas que me duelen en lo más profundo, y que sólo mi vieja y esos sujetos pueden responder. Elida ya fue asesinada, pero esos sujetos, que hoy siguen vivos, guardan en su conciencia la resolución de esos interrogantes, que aún hoy siguen atormentado a mi familia. Mi mamá, entonces, pasó a ser, desde ese fatídico 12 de enero de 1978, una más de las personas que integrarían los 30.000 desaparecidos argentinos. Mi padre ya la había integrado para el año 1977, seis meses antes.
Élida, Ela o Gorda como la llamaban cariñosamente los compañeros y amigos, nace en Goya en el año 1951. Hizo su secundaria en la Escuela Normal de Goya, junto a su hermana Betty, donde el título las habilitaba para ser Docentes. También se recibió de Profesora de Piano, que según me cuenta mi tía Betty, no les gustaba mucho la idea de aprender Piano, pero bueno, era una obligación, sus padres les querían dar otro estudio más allá del tradicional. Hoy mi tía, entre risas, me cuenta que nunca más tocó un piano.
Ella era la mimada de Pepita, su madre. Pepita Zelmira Tellería de Goyeneche, como dice mi abuela orgullosa de su nombre, porque Pepita no es un apodo, es el nombre que su padre, con su tozudez particular, hizo que la inscribieran. Pepita, un gran personaje de la Escuela Normal, profesora de Artes Plásticas de allí. Cada vez que vuelvo a Goya y me encuentro con alumnos, me cuentan anécdotas de ella, donde la describen, entre risas, como muy activa y gritona, una mujer muy pizpireta. Mi tía Betty era la mimada de mi abuelo, Dionisio Oscar Taborda Goyeneche, un suboficial retirado por ser peronista en el año 1955.
Mis abuelos maternos, ellos vivieron 35 años en Goya, no eran de allí, eligieron esa ciudad para formar su familia. Oscar y yo nos criamos con ellos, fueron nuestros padres desde el secuestro, mi hermano tenía casi cuatro años y yo apenas caminaba. Luego nos mudaríamos a Paraná. Elida era estudiante de medicina, cursaba el 4to año de la carrera. Estudiaba en Corrientes, en la Universidad del Nordeste. Allí conoce al que sería su futuro esposo y padre de sus dos hijos, Pedro Miguel Sobko.
Con Pedro se casaron cuando ella tenía 22 años y él 23, en la Leonesa, Chaco, para el año 1974, un 15 de enero. Al momento del casamiento me imagino que mi madre estaría panzona, ya que en su vientre estaba Oscarcito, mi hermano, que nacería exactamente dos meses después, el 15 de marzo. No tenemos fotos de ese momento, intuyo que no las hubo, ya que fue un evento con muy pocas personas, donde no avisaron a sus familiares, fue en silencio, luego se enteraron todos. Ya estaban en clandestinidad, y estas situaciones eran peligrosas, porque daban datos de donde estaban.
Mis viejos eran militantes del PRT, Partido Revolucionario de los Trabajadores. Según me cuentan, mi papá Pedro, era un dirigente, muy preparado, con una perspectiva y visión de la realidad muy afilada, de allí que formaba parte de la dirigencia política de ese partido. Por eso se los llevaron, porque eran personas que pensaban en un futuro- realidad diferente, y lucharon por ese objetivo.
Eso es lo que ellos me dejaron, la lucha, su lucha, por ello sigo en pugna por el esclarecimiento de estas causas, las de mis padres, las de tantos otros que tuvieron el mismo destino. Busco la justicia, la verdad, sólo con esa verdad, me voy a sentir totalmente realizada. La sociedad se merece esa verdad, la sociedad se merece justicia. Porque mis padres no tuvieron justicia, porque hasta el día de hoy no puedo saber dónde están sus restos, quienes fueron los asesinos, cómo fueron los hechos.
Hoy tengo 29 años, estoy embarazada de tres meses y medio y pienso y me identifico en la situación de embarazo de mi vieja, que con sus 22 años ella fue mamá.
Los miro en la foto, y reflejan juventud. Yo... yo tengo más edad que ellos en esa foto. Bueno, en realidad se me aparecen tantos sentimientos contradictorios, como les debe recorrer a cualquier persona que recuerda a un ser muy querido que ya no está físicamente.
Por eso me gustaría mucho que amigos y amigas que leyeran esta carta, se acuerden de ella y que, con su recuerdo, la saquen de la oscuridad que deja el olvido y la muerte. Únicamente recordar es el acto por el cual nuestros muertos dejan de serlo, y pasan a tener vida, aunque más no sea por unos instantes. Si una sola persona, después de esta carta, puede revivir su forma de ser, de caminar, de hablar, las experiencias compartidas, las tardes compartidas, los diálogos y aprendizajes, en fin, todo aquello que hace a una amistad, me siento realizada, ese es mi objetivo, el rememorarla. Y también voy a sentir una pizca de envidia, pues no cuento con imágenes visuales de ella, ya que era muy pequeña, tenía un año y dos meses cuando me la arrancaron.
Son muchos los objetivos que tengo al escribir esta carta, algunos pertenecen al ámbito personal, otros al ámbito familiar, y algunos al social. Muchos se dejan entrever con la sola lectura de la carta, pero hay uno que me gustaría dejar explícito, es el de la necesidad imperiosa de tener más datos, de conocer el destino que tuvo mi mamá, donde quedaron sus restos. El de ir juntando las piezas del rompecabezas de los últimos momentos de Elida. Por ello, si alguien sabe algo, algún testigo que quiera compartir lo que tenga para decir, que considera que puede responder alguno de los interrogantes, le pido se acerque que lo estamos esperando.
Lo mismo aquel que la conoció, el que guarda anécdotas con ella, que sepa que hay alguien que las quiere compartir, las quiero revivir. Es un deseo, reconstruir las personas que fueron, para también reconstruir mi historia.
Por ello, y asegurando total confidencialidad, el que desea compartir la información que considere, puede hacerlo en la Ciudad de Goya, a la dirección Tucumán 624, lugar donde funciona la Asociación Medehs (Memoria, Derechos Humanos y Solidaridad), o al teléfono (03777) 43229; también pueden comunicarse con cualquiera de los integrantes de esa asociación; o a mi teléfono: (0343) 4219252, mails: clarises23@hotmail.com. Muchas Gracias.