Amores y odios con José Hernández

El eterno retorno del Martín Fierro: de Peyret a Caparrós

Edición
1162

El poema de José Hernández, como los clásicos, siempre vuelve. A veces, de la mano de su autor, a veces cuestionado, otras como símbolo de múltiples lecturas y significaciones. La novedad es que ha vuelto en forma de poema, una rareza, sí, pero no tanto, como se cuenta en esta nota donde se repasan (algunos) amores y odios generados por esa obra emblemática, que, por suerte, no es intocable ni sagrada. Como no lo es ningún libro.

 

Por Américo Schvartzman

Uno de nuestros más grandes escritores, Martín Caparrós, antes de irse y con decisión inquebrantable, viene publicando lo que tenía pendiente. Una de sus producciones más curiosas (quizás la menos esperada por sus lectores) es La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro), editada por Random House. Con dibujos de Miguel Rep, Caparrós hace hablar a la creación ficcional de Hernández por primera vez desde su aparición siglo y medio atrás. Un nuevo regreso, sin embargo, en una larga cadena de retornos de su obra máxima.

Cada época con su Fierro

Como todo clásico, Fierro siempre vuelve. Y lo hace acorde a cada época, a los cambios de clima social de la Argentina. A inicios del siglo pasado tuvo su primer reconocimiento y regreso de la mano de los anarquistas: con su nombre se publicó en 1904 una revista dirigida por Alberto Ghiraldo y convertida poco después en suplemento del diario La protesta (libertario de verdad, no como los que hoy usurpan ese nombre). Allí escribieron Roberto Payró, Manuel Ugarte, José Ingenieros, Evaristo Carriego, Alfredo Palacios y Rubén Darío, entre otros.

 

Sin relación con aquella primera Martín Fierro, en años siguientes hubo otra revista con ese nombre, dirigida por Evar Méndez (entre 1919 y 1927), con plumas como las de Borges, Raúl González Tuñón, Leopoldo Lugones y Leopoldo Marechal. Si el primer regreso fue anarquista, el siguiente fue literario, pero disruptivo.

 

Quizás a alguien sorprenda el nombre de Borges allí. Hay una difundida caricatura (una de tantas) que lo ve como enemigo del Martín Fierro. Para “comprarla” basta una condición: no haber leído a Borges. Doy una vueltita y luego llegaré ahí. Y a Caparrós, claro.

 

No siempre fue canónico

 

El libro de Hernández apareció en 1872, y aunque fue éxito de ventas –casi 50 mil ejemplares en seis años, verdadero “best seller”– lo que no llegó enseguida fue el reconocimiento intelectual y académico. Pasaron décadas hasta que Ernesto Quesada, y luego Ricardo Rojas y Lugones marcaran la relevancia del poema. A diferencia de Ghiraldo y los anarquistas, que lo reivindicaban desde lo social, esta entronización fue nacionalista: Fierro era la identidad.

 

Antes, el primero en advertir el valor del Martín Fierro, fue Alejo Peyret. Con sensibilidad estética y a la vez popular, calificó al trabajo de Hernández como “obra maestra” y “poema superlativo”. A diferencia de la posterior canonización nacionalista, no solo marca sus valores literarios sino también el drama social que denunciaba y que le daba “una aceptación extraordinaria entre las clases populares”. El propio Peyret se hacía eco en sus escritos del destino del gaucho como paria, sacrificado como carne de cañón, arrinconado ante el avance del “progreso”. 

 

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1162, del día 24 de julio de 2025)

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