Por J.C.E. (*)
Celeridad y serenidad suenan parecido, son diferentes pero potenciándose una con otra acuden a logros impostergables en lo que refiere al cuidado de la salud desde el Estado.
Un cuerpo de profesionales imbuido de los márgenes sanitarios y sociales por los que debe desplazarse, posterga compromisos que hasta días atrás eran comunes y cotidianos para poner proa a la atención de los pacientes de la mejor manera que están en condiciones de brindar en una provincia que, como tantas otras no esperaba tener que convivir con el desagradable visitante infeccioso.
De hecho no es el coronavirus la única afección que convoca a los equipos médicos y a la troupe de colaboradores indispensables para llevar a cabo la tarea que les es propia.
En el Hospital Pascual Palma de Paraná, aparentemente no ha sentado sus bases el COVID-19, pero se han tomado todas las medidas -aún exageradas para algunos- de restringir al extremo las posibilidades de alguna manera de contagio.
Es como vivir en dos mundos diferentes: el de adentro y el de afuera. Por este último pasa la vida y arremete la muerte sin necesidad de coronavirus: es un hospital. Por el otro, el de adentro, la vida es una larga paciencia atomizada en realidades particulares que hacen al estado de salud de los pacientes internados, a su pasado, a su presente y a los presentimientos que afloran cuando las luces se apagan y el único interlocutor es el silencio.
El recurso humano, de calidad invalorable hace que los días transcurran dentro de un ambiente de contención que además de obviamente necesaria, coadyuva en la tarea de poner el hombro en los quehaceres de relojes y almanaques ausentes.
La familia, valor indispensable en situaciones como las de referencia, se ve imposibilitada de acompañar a sus allegados y las otras familias, las de los equipos médicos y colaboradores cargan con lo que hay y con lo que puede llegar a haber.
Es un juego perverso como el de la perinola pero en el que “todos ponen” y las apuestas son sin límites, salvo claro, la vida.
El Hospital Pascual Palma en tiempos de pandemia es un lugar apacible en el que el verde del parque te estalla en la vista, el aire es puro y la gente solidaria.
Si tenías otra imagen del hospital público, una visita -cuando las rehabiliten- te hará comprobar valores solidarios que definen la atención de la salud pública desde un modesto hospital de provincia.
(*) Especial para ANALISIS.