A 10 años de la trágica muerte de Carlos Monzón

El 8 de enero de 1995, mientras conducía un automóvil en el paraje Los Cerrillos de la ruta provincial N° 1 de Santa Fe, Carlos Monzón, uno de los más grandes boxeadores argentinos, encontró la muerte. Tenía 53 años y sufrió un accidente cuando regresaba a prisión, donde le faltaban seis meses para cumplir la condena de 11 años por el homicidio de su ex esposa, Alicia Muñíz. Su auto pegó varios vuelcos a pocos kilómetros de San José del Rincón -a no más de 70 km de Paraná- y murió en forma instantánea. Iban dos personas más con él: el hombre falleció; la mujer sobrevivió, pero nunca quiso hablar de lo sucedido.

Los últimos años de Monzón transcurrieron lejos de la gloria deportiva y más cercanos a los desarreglos de su vida personal, pero ese período oscuro no logró hacer olvidar su notable desempeño como deportista. Surgió de la pobreza, ganó fama y dinero, conoció la gloria y el éxito, pero también la oscuridad de la reclusión.

Monzón cimentó su carrera en conquistas brillantes: en la memoria colectiva está una de las mejores peleas de la década del 70, ante José "Mantequilla" Nápoles, el 9 de febrero de 1974, en París. Monzón se impuso por KO y el combate mereció un cuento de Julio Cortázar titulado "La noche de Mantequilla". Allí, el escritor comparó a Monzón con un "sauce cimbreante", por la manera cómo esquivaba los golpes del cubano. El 30 de julio de 1977, tras vencer por segunda vez al colombiano Rodrigo Valdez , Monzón se retiró. Hizo 100 peleas como profesional, ganó 87 (59 por KO), perdió 3, empató 9 (una sin sin decisión). Su reinado entre los medianos duró 6 años y 10 meses, con 14 defensas. Había conseguido el título el 7 de noviembre de 1970, en el Palazzeto Dello Sport de Roma, frente al local "Nino" Benvenuti.

Su entierro, en el cementerio municipal de Santa Fe, congregó a miles de personas. Nunca se había observado una multitud de ese tipo en el cementerio, al grito de "El negro no se va" y muchos de ellos trepados en los techos de los panteones, para poder observar su sepultura.

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