
Por Luis María Serroels (*)
Entre las cosas que desde luego debe observar todo funcionario público, se señala su idoneidad, valores morales, voluntad de colaboración, buen grado de paciencia y olvidar los horarios debajo de la alfombra.
Por supuesto, además, no dejar ningún resquicio donde se pueda filtrar la mínima desconfianza. Está claro que ante situaciones que generen conflictos o que rocen hechos sospechosos que impliquen reproches al Código Penal, se deba aceptar que en tal caso se deba revertir la carga de la prueba.
En este ámbito tan amplio donde se suelen dar situaciones muy complejas, es lógico que el periodístico tenga abiertos surcos por donde investigar, esclarecer y, finalmente, darle cauce al apetito de la opinión pública. No se ingresa en el mundo del periodismo para soterrar funcionarios porque sí, sino para llegar a la verdad, esclarecer y darle a la sociedad transparencia. El periodista no debe arriesgarse ante la mentira, sino que se asegura con el apego a la verdad.
Un funcionario cabal debe saber que porta la verdad y la rectitud de proceder y de eso se trata. Pero en contra de ello se da el cuadro vergonzante de eludir la verdad porque simplemente es un inmoral y delincuente nato.
No importa la calidad o jerarquía funcional, sino que por encima se garanticen la vigencia de los valores de la honradez y del trabajo que dignifican. Ello conlleva la tarea encomendada, las relaciones personales y las manos limpias las 24 horas.
El tema de los que alguna vez militaban en la clase pasiva y que milagrosamente lo siguieron haciendo desde la ultratumba con nada de ángeles y mucho de diablos, salió a la luz gracias a alguien más diablo aún que un editor empecinado.
Objetivamente se advierte que hubo maniobras precisas en las que salieron a la luz imputaciones de vivillos en perjuicio del ente provincial. Una suerte de resucitados que se embolsaban un promedio de 40 mil pesos per cápita y que significaron un total de 2.500.000 de pesos por mes.
Lo que todo superior que ha sido responsable de una repartición no puede sortear, es someterse a los detalles de cuanto tenga conocimiento. Es decir que se convierte en un auxiliar de un hecho muy irregular y la avidez del periodista es un derecho indeclinable frente a lo sucio. De allí a adjudicar, calificar, indagar y verificar existe un tramo muy claro y definido. Se ha dicho lo que significa la inversión de la carga de la prueba y nadie se muere por ello. La honestidad queda a salvo, su posición queda incólume y la investigación periodística responde a una responsabilidad para la cual optó su camino indeclinablemente.
Y este episodio nos da sustento al caso vergonzoso de las investigaciones del ex dos veces gobernador de Entre Ríos en que teniendo graves delitos imputados por la justicia ha logrado escabullirse para no dar cuentas definitivamente de causas descalificantes ante fiscales y jueces. Los inocentes no pierden un segundo en enfrentar a la justicia. El ex superior de la Caja de Jubilaciones no se consiguió asilo en una embajada y hasta donde está informado se quedó en su casa a disposición de las autoridades idóneas.
Por similitud, aunque en otro ámbito, salió a la luz con detalles del caso atribuido al ex presidente Mauricio Macri por presuntos negociados en el tema de los peajes. Todos los detalles están sobre la mesa, siendo la cuestión más fuerte el hecho de que el Grupo Macri era socio de los concesionarios incluso se daba cuenta de que, para colmo, en las operaciones intervinieron empresas con domicilios en paraísos fiscales, lo que haría pensar en lavado de dinero. Hay medios periodísticos kirchneristas que se regodean dando por seguro que este caso terminará en condena, soslayando el hecho de que, a diferencia de Cristina Fernández, se da por seguro que no será juzgada no obstante los tribunales tienen todo preparado para poner en marcha la maquinaria judicial.
De allí que quisimos hacer funcionar la balanza de igualdad. Un ex presidente de la Caja de Jubilaciones y Pensiones se somete a cuanto interrogatorio sea requerido. Mauricio Macri hasta ahora no se le conocen trabas raras ni buscó el rescoldo de los fueros parlamentarios. ¡Oh, casualidad! Sergio Urribarri gambetea la ley dentro de su embajada (su partido nunca pronunció su posición) y la actual vicepresidenta Cristina Fernández se garantiza su tranquilidad cobijada en los fueros, a pesar de que tienen muchas deudas con los magistrados.
“Para sacar a los delincuentes de las calles, primero hay que sacarlos del gobierno”, (María Del Mar).
(*) Especial para ANÁLISIS.