José Carlos Elinson - especial para ANÁLISIS
En realidad, y esto no es ni poco, ni menor, ni intrascendente, se blanqueó una situación que generaba más incomodidades que facilidades entre propios y extraños. Y se la blanqueó con fuerza de ley luego de debates donde todas las voces tuvieron su espacio tanto dentro de ambos recintos legislativos como en la gran tribuna popular que hizo oír lo suyo en calles, medios y hasta en la intimidad de la mesa familiar o en charlas entrecruzadas entre los parroquianos habitués de no pocas mesas de café en las que suelen encontrarse salidas esclarecidas a los más complejos problemas que aquejan al país, desde lo político hasta lo futbolero y que ahora debieron incorporar sin libretos habituales el tema de marras.
Uno puede celebrar un acontecimiento importante para la vida; para la propia o para la colectiva. Puede extender la celebración en el tiempo, pero lo que no puede (debe) hacer es poner de relieve un tema que le es extremadamente caro otorgándole al término el significado que mejor le cuadre, a vastos sectores de la sociedad aún por acción u omisión.
“Dejemos hablar al viento”, decía el uruguayo Juan Carlos Onetti. Pensamos, nos tomamos de las palabras del maestro y sugerimos, dejemos fluir la vida. Ha operado el desagravio por sobre el agravio antojadizo y más que reaccionario, temeroso y mezquino.
La Patria, la vida, la gente, en la dinámica de la existencia, deberá ocuparse ahora de otras prioridades como lo fue hasta hace horas apenas el debate que nos ocupa en este comentario y que nos ocupó en no pocos días con sus noches y con sus madrugadas. Si definimos vencedores, condenaremos vencidos y el equilibrio necesario volverá a quedarnos lejos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
