Apertura, juicio y condena

Por Hernán Rausch (*)

Sobre el mediodía de un 21 de mayo, pero de 2018, después de una maratónica investigación y escalofriante juicio, se daba a conocer el adelanto de sentencia del cura abusador Justo José Ilarraz.

Casi la totalidad del país tenía los ojos fijos en el edificio del Poder Judicial de Paraná, Entre Ríos, estaba pendiente, por los distintos medios, esperando atentos el veredicto, luego de haber ido conociendo, por distintos canales de comunicación, el extenso desarrollo del juicio, con relatos y testimonios que no dejaban dudas de aquellos hechos aberrantes sucedidos dentro de un Seminario, con gran cantidad de pupilos.

El mes de mayo quedará grabado para siempre en la memoria de aquellos sobrevivientes y familiares, que se animaron a denunciar con crudeza verdad los angustiantes momentos de abusos para las víctimas, y a la vez, mediante los detalles de las exposiciones en las audiencias, se podía vislumbrar los placenteros segundos perversos del abusador que lo efectuaba una y otra vez por las tardes o noches con total impunidad.

Fueron jornadas intensas, agotadoras, pero cargadas de fuerzas sinceras y animosas, anhelando coherencia, justicia y paz.

Posteriormente habiendo podido atravesar con gran esfuerzo y empeño de parte de la querella, procuración, fiscales y abogados, el único obstáculo presentado por la defensa, la prescripción de la acción penal, se logró comprobar y condenar, por unanimidad del Tribunal, a 25 años de prisión.

Cabe aclarar que se ha logrado de parte de la Iglesia, a través del Sumo Pontífice a finales del año pasado cuando aún ejercía como Papa Francisco, la pena máxima que se le da a un sacerdote por estas graves faltas; la reducción al estado clerical. Esto significa que pierde el derecho a ejercer su ministerio sacerdotal (celebrar la misa, administrar los sacramentos, etc.) y no puede ser sacerdote en el futuro.

En lo que respecta a lo penal, actualmente se encuentra con prisión domiciliaria, esto se debe a que el Tribunal que llevó adelante aquel juicio así lo dispuso, hasta que dicha condena obtenga firmeza, la cual depende de la resolución que tome la Corte Suprema de Justicia de la Nación: confirmando la condena y enviado a prisión, o bien, dejándolo en libertad. Comprobados los hechos, condenado, pero quedando libre por prescripción.

Es así que, transcurridos siete años del veredicto, víctimas sobrevivientes, familiares y gran parte de la sociedad aún esperan la última palabra de los miembros del excelentísimo Tribunal de la Corte.

En lo que va de este año el voluminoso expediente ya ha atravesado distintos planos administrativos del máximo Tribunal, como por ejemplo jurisprudencia, pasos obligados y previos a emitir su fallo.

Cuan largo es el camino de la justicia, cuanta valentía y perseverancia debemos soportar cada una de las víctimas, además de aportar constancia y temple, quiero decir aplomo y serenidad para afrontar estos tiempos.

Hay momentos que uno se cuestiona el por qué demanda tanto tiempo una sentencia, deberían agilizar y definir con mayor celeridad estas cuestiones, ya que como miembros de la sociedad les estamos solicitando e incitando a aquellos que atraviesan estos actos tan dolorosos y dañosos, como es el abuso a menores, denunciarlos; los mismos jamás soñados ni queridos, pero si sufridos por el engaño perverso y astuto, emprendidos y provocados por seres humanos despreciables.

El abuso es uno de los actos más crueles hacia un niño o niña, es la actitud más cobarde y repudiable del ser humano, interferir y damnificar el desarrollo evolutivo de la persona.

Tratamos de dejar un mensaje para cada una de las víctimas que sufren este martirio. No podemos mirar, conocer y afrontar lo que nos pasó sino antes reconocerlo y admitir que nos sucedió. El punto de partida de un camino de reconstrucción es reconocer que existió, de lo contrario seremos presas. Hasta que no nos reconocemos “víctimas” no hay punto de partida; no somos responsables ni culpables de ninguna de esas circunstancias atravesadas. De lo vivido no podemos cambiarlo, es ahora y hacia adelante transformar y hacer que valga la pena nuestra vida.

No nos dejemos amedrentar por falsas personalidades y corruptos.

Es posible soltar y girar, mirar de frente, aclarar, y de esa manera con verdad y actitud, allanar, para hacer posible el primer y principal paso: hablarlo.  

En todos los sentidos, la verdad te hace libre. Denunciar es liberar y ayudar a otros a poder lograrlo.

También vos podés ser instrumento de libertad y bienestar para muchos, con el fin de poder lograr que la vida que nos quede, cobre nuevo sentido.

(*) Sobreviviente de los abusos de ilarraz y denunciante.

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