Por Carlos Godoy* - Especial para ANALISIS DIGITAL

Como quién intenta lavar el abrigo de lana sin mojar la lana, en nuestra Paraná los distintos gobiernos se han preocupado en cómo facilitar el tránsito de los automóviles (no de los ciudadanos) en las estrechas calles diseñadas a fines del siglo XVIII originalmente proyectadas para caballos, carros y carruajes. A este punto prestemos atención en el origen, esencia y sustancia de la creación de las ciudades: las ciudades se crearon para el hombre. La ciudad transforma al hombre en ciudadano, facilita la vida en sociedad y comunidad, la industria y el comercio, la salud y la educación, la cultura, el deporte, el arte y el ocio, materializa el destino común, el bien común. El contacto en la urbe, la vecindad, crea las condiciones para la política, para el debate de las cosas públicas. La constitución de la estructura del estado no podría pensarse sin las ciudades. Sin dudas la ciudad pertenece a los ciudadanos. Hay que repensar las ciudades, sus centros y sus barrios; sus espacios verdes y sus medios públicos de transporte, poniendo a la vida de sus ciudadanos como lo principal. Priorizar a los ciudadanos significa priorizar el transporte público por sobre el automóvil, priorizar los espacios verdes, las peatonales, los senderos, los jardines y plazas, la parquización del remanente de nuestros arroyos abiertos, las vías para las bicicletas. Priorizar el disfrute de los ciudadanos de nuestro centro histórico significa priorizar el transporte público: mejorarlo, dignificarlo y humanizarlo en todos sus aspectos. También la pobreza se expresa en los plantones de los ciudadanos usuarios al rayo del sol o el frío. Hay ciudades europeas que han tenido la audacia de directamente eliminar el auto de sus cascos históricos (Oslo, la capital de Noruega). Tengamos la valentía de plantear el debate y resolverlo proponiéndonos mejorar sustancialmente el transporte público.
Los automóviles son un progreso en la vida de los individuos y las familias. Transportarse un grupo familiar en un auto significa una comodidad indudable. Pero los autos –además de la inconveniencia de ser el principal medio de transporte en los cascos históricos de las ciudades por la estrechez de sus antiguas calles- aportan otro inconveniente muy importante en estos tiempos: su ineficiente e irracional consumo de energía. El vehículo denominado “Tecnotren” fabricado en Tigre y que presta servicio en las vías ferroviarias de Paraná desde la Estación Central hasta Oro Verde y Colonia Avellaneda está equipado con un motor de Fiat Duna y puede transportar su dupla 120 pasajeros sentados. Valga esto solo como ejemplo de la eficiencia energética: los servicios del tranvía diesel que oficialmente se denomina “tren urbano” tienen mucho que mejorar en comodidades de las unidades e infraestructura y no es la intención promoverlo como ejemplo de transporte público. Nuestra intención es poner el foco en la ineficiencia e irracionalidad del automóvil considerado energéticamente. Los autos en Argentina queman la mitad de los combustibles líquidos y estimativamente un quinto de toda la energía consumida en el país y sólo transportan en los viajes habituales de las ciudades una parte muy pequeña de los ciudadanos que se trasladan a trabajar, estudiar o pasear. Se quema esta cantidad de energía en una situación dónde el país ha pasado a ser deficitario en este aspecto y la importación de energía es uno de los grandes rubros que aporta perversamente a lo que llaman los economistas la “restricción externa” (la escasez de divisas).

Nuestra intención no es simplemente denostar al automóvil que indudablemente ha sido un progreso técnico, industrial, cultural. La calidad de vida de las familias se eleva notoriamente con un vehículo propio. Nuestra intención es enfocar la visión estratégica del diseño de las ciudades poniendo en prioridad a los ciudadanos. Y en este sentido poniendo en prioridad al transporte público no a los automóviles. Esto significa mejorar notablemente la prestación del servicio público, en la calidad de las unidades, en las frecuencias, en la racionalidad de los recorridos, en la rapidez de los desplazamientos, en las garitas y señalizaciones. En última instancia se trata de mejorar el servicio de manera que sea más rápido, cómodo, barato y seguro el transporte público que el automóvil en los traslados habituales en la ciudad.

*Dirigente del Partido Socialista Auténtico