Por J.C.E.
(especial para ANALISIS)
Se metió en un partido de cuatro tiempos de un año cada uno.
El partido se define por penales.
Durante cuatro años Sebastián Bértoli deberá atajar penales en partidos donde el distraído pierde.
Hasta ahora aparece como un alumno obediente de una entrenadora exigente y –dicen- autoritaria que toma decisiones sin medir consecuencias políticas, para eso está el dueño del club que casualmente es su marido.
Pero volviendo a Sebastián Bértoli, ha causado asombro en sectores del INAUBEPRO, Instituto Autárquico Becario Provincial que conduce a la luz el ex portero de Patronato y en las sombras la referida entrenadora, que Sebastián Bértoli haya designado a su hermano Juan Pablo, ex asesor del futbolista en el Concejo Deliberante y ahora flamante director de becas.
Este cronista investigó los antecedentes profesionales de quien tendrá la responsabilidad de otorgar o no las becas que soliciten los estudiantes y, salvo error u omisión, no se encontraron referencias que justifiquen el ejercicio del cargo de tamaña responsabilidad.
El estado no es una organización futbolera y el INAUBEPRO no es un club más donde los jugadores pueden cambiarse durante el partido.
En este caso es una competencia de penales donde Sebastián Bértoli deberá poner en la cancha lo mejor de sí para que entre él, que sabe de atajar penales y su hermano, recién llegado al Instituto Becario puedan con justicia y ecuanimidad posibilitarles a jóvenes entrerrianos que pretenden acceder a la educación superior,, cumplir con su objetivo.
Cuando el general Juan Domingo Perón hablaba de la Comunidad Organizada, se refería, entre otras cosas a la necesidad de honrar y optimizar los espacios, especialmente los de decisión. A veces me pregunto cuántos de los que ostentan cargos de jerarquía han leído a Perón, pero eso sí no hay acto en que no lo nombren y digan “…como nos enseñó el general…”, Esto va para los más viejos, los jóvenes en su inmensa mayoría, no sólo no leyó a Perón, para lo que no hace falta ser peronista, y los veo mover la boca para cualquier lado cuando -aunque caída en desuso- se canta la marchita.
Anticipándose a lo que venía, el filósofo en tiempo de tango Enrique Santos Discépolo advertía en Cambalache, además de que “el mundo fue y será una porquería…”, que “da lo mismo un burro que un gran profesor”, y no sé por qué mientras escribo me aparece la imagen inconmensurable del gran René Favaloro y de algunos impresentables “de cuyos nombres no quiero acordarme”.
En definitiva, los nombramientos en lugares claves y estratégicos no se hacen desde histeriqueos sino desde convicciones sustentables.
Lo que no sé si le dijeron a Bértoli, cuya experiencia política fue pasar por el Concejo Deliberante con más penas que gloria, es que los penales en política son más complejos –a veces inatajables- y mucho más dolorosos que los de la cancha de fútbol.