
En una sala colmada, Martín Caparrós (desde Madrid) y Miguel Rep presentaron “La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro)” en el ciclo de Charlas de ANÁLISIS.
Hay hechos que no se inscriben en el calendario sino en la memoria. Como esos versos del Martín Fierro que se repiten con la fuerza de una sentencia —“Aquí me pongo a cantar al compás de la vihuela”—, el encuentro entre Martín Caparrós y Miguel Rep en Paraná tuvo el aire de lo irremplazable: aquello que se recordará en las sobremesas y en las bibliotecas, como si hubiese ocurrido en un lugar sin tiempo.
El ciclo de charlas de ANÁLISIS, en el Howard Johnson Mayorazgo, fue escenario de una velada que más de 200 personas celebraron como un rito compartido. Allí, el escritor desde Madrid y el dibujante que es memoria visual del país dieron a luz “La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro)”, un libro que subvierte el canon: ahora no es el autor quien habla por el gaucho, sino el gaucho quien vuelve para ajustarle cuentas a su creador. En la conducción, Raúl Clavenzani se movió como un práctico experto del diálogo, alternando entre maestro de ceremonia y testigo fascinado.
Caparrós confesó su método con la sinceridad de un jinete que prefiere el desvío al sendero trillado: “Se me ocurrió que fuese Fierro el quejarse de su autor, y escrito en los mismos versos en que Hernández lo inventó”. La paradoja es brutal y luminosa: el hijo rebelde se rebela contra el padre, la criatura reclama su paternidad. Rep, por su parte, recordó el desafío de ilustrar lo inasible: “Me tuve que disfrazar del siglo XIX, entrar en sus locaciones, caminar sus calles. Lo paradójico era que el personaje narrara al autor: allí encontré humor, allí encontré libertad”.
El público escuchó como quien oye la voz de un payador en la llanura: con asombro y con un dejo de melancolía. Pues Hernández fue contradictorio, como todos los hombres: gaucho en los versos, estanciero en las “Instrucciones”. Ese claroscuro es el que Caparrós eligió resucitar, no desde la erudición seca sino desde la ironía punzante. El propio autor lo resumió con un guiño: “De los dos tomos del Fierro, lo otro que escribió fueron consejos para estancieros. Es un tipo lleno de contradicciones”.
Las palabras y los dibujos tejieron una trama donde Paraná se alzó como escenario secreto. No era casual: la ciudad que supo ser capital de la Confederación aparecía evocada entre barrancas y recuerdos de viejas batallas. Allí, donde el Paraná ofrece su espejo de agua y de historia, Fierro parecía regresar para reclamar justicia simbólica.
Rep confesó que nunca había querido dibujar al gaucho porque le parecía “falto de humor”. Y, sin embargo, este libro lo autorizó: “Era una gran humorada que el personaje narrara al autor. Ya con eso me habilitaba todo”. El resultado fueron ilustraciones que no redundan, sino que narran lo invisible: las fotos que nunca se tomaron, la pampa nocturna, la calle de Buenos Aires en 1860, la silueta de Hernández caminando en soledad.
El diálogo entre Caparrós y Rep se asemejaba a esas payadas de contrapunto que Hernández supo imaginar: uno tejía con palabras, el otro respondía con trazos, y entre ambos nacía una poética nueva. Caparrós lo celebró con entusiasmo: “Nunca estuve de acuerdo. Siempre estuve encantado”.
En el aire flotaba una certeza: el libro, agotado en librerías, circula ya como objeto de culto, y su reedición se vuelve inevitable. Como Fierro en la frontera, los lectores lo esperan con ansiedad, sabiendo que en sus páginas no solo se discute con Hernández, sino con la propia tradición argentina.
Quizás la enseñanza más profunda del encuentro sea esa que late en la metáfora de Hernández: “Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera”. Escritor y dibujante, palabra y trazo, público y ciudad, se unieron en Paraná para dar a luz una obra que no es mera literatura ni simple ilustración, sino un gesto cultural que quedará en la memoria.
La concepción de la idea
Sobre cómo fue concebida esta idea, Caparrós ilustró: “Si algo, creo, me caracteriza es la impaciencia y las pocas ganas de volver a hacer lo que ya hice. Entonces, en este caso estaba muy claro que no tenía ganas y un día, no me acuerdo cómo, se me ocurrió: y si en vez de hacer una novela con José Hernández lo escribiera como si fuese Martín Fierro quejándose -digamos- de su autor y escrito en los mismos versos en que Hernández escribió ´el Fierro´. Y ahí ya me gustó un poco más la cosa (…) digo, lo de escribir en versos ´martínfierristas´ la historia de su autor contada a veces con cariño y a veces con un rencor personal”.
Clavenzani aporta: “Es fuertísimo. Porque, de entrada, uno abre, sabiendo que, este, es Martín muy modesto. Martín escribe desde la música, escribe textos para música, habla de la inteligencia artificial, no hay que abusar, porque si no ¿qué hacemos inteligencia nuestra? Al cerebro es con un colchón y duerme ¿no? Lo que da a entender, en cada definición tan inteligente. Y por uno abre el libro de José Hernández y dice: ´Aquí me pongo a contar, la historia que no quisiera, de esa culebra artera´, de esa culebra ya en el tercer verso lo mata, le pone los tapones de punta, ¿no? Entonces, uno ¿con qué se va a encontrar? Y el que reconoce a José Hernández, que le admira tantas cosas, sobre todo, por haber nacido y por haber vivido unos años en esta ciudad, en un momento donde esta ciudad era la capital de la Confederación; entonces ya empieza a agarrarle bronca. Pero, después sigue transitando, y es tan rica la historia que narra a través de estos versos… más allá del juego de las rimas”.
Y agrega: “Entonces, uno dice, ¿por qué se le ocurre a un hombre que usó 3.000 palabras para escribir el Martín Fierro? Cuando hoy sabemos que un chico o cualquiera de nosotros, usa 200-250 palabras como mucho. Este hombre, 3.000 palabras, fue guerrero y, claro, y le saca al pedigrí Hernández Pueyrredón. Y ahí, ´tácate´, ¿no? Y se lo hace acordar de tanto en tanto. Pero, evidentemente, está la sabiduría, la historia y ese vínculo brillante con la imagen, con el creador, con un cocreador como es Miguel Repiso, ¿no? Donde uno abre, ve un verso, sigue leyendo y se encuentra con una imagen gigante, enorme, que te limpia, te da humor, te hace pensar. Lo de ´no se salvó nadie´, Martín con vos. Otra vez estaba diciendo, bueno, hasta León Gieco con ´Solo le pido a Dios”, Sarmiento. ¿Por qué José Hernández?”, interrogó.
Caparrós no se hizo esperar: “José Hernández -te decía-, porque me sigue pareciendo el tercer gran escritor del siglo XIX, porque finalmente es el autor de eso que identificamos, con más y menos discusiones, como el poema nacional, como el libro fundador, etcétera, etcétera... Pero, bueno, ¿por qué también? Porque empezaron a interesarme esas contradicciones que vos decías… quiero decir, aquel que se suponía que era el defensor del payador perseguido y que se identificaba de algún modo con el payador perseguido, fuera un muchacho de la mejor oligarquía terrateniente de esa época; y que, finalmente, de los dos tomos del Martín Fierro (La ida y La vuelta); el otro libro que haya escrito fueron unas instrucciones para estancieros, sobre cómo manejar las estancias. Es un tipo lleno de contradicciones, como todos los somos. Y tenía ganas de contarla en sus propios versos”.
Clavenzani ahonda hacia Rep: “Cada verso te desprende, te dan ganas de escribir, te da ganas de hacer, de contar. ¿Vos lo fuiste leyendo, Miguel? ¿Cómo fue el trabajo?
Y Rep compartió: “Él me lo mandó de sopetón. Me lo mandó escrito todo ya el libro y también recitado. Recitado.
- ¿Con esa voz?
- Sí, sí.
- ¿Qué te parece? Qué capacidad de interpretación.
-Sí, totalmente. Él tenía muchas ganas de recitarlo. Está cada vez más gauchesco, Martín. Ya recibe premios en España recitando.
Y regresa al recuerdo de cómo recibió el escrito de Caparrós: “Así lo recibí, de una. Y bueno, ahí empezó el tema de cómo tratarlo, porque no es fácil laburar una gráfica como del siglo XIX, medio te tenés que disfrazar del siglo XIX. No puede ser el habitual contemporáneo, el dibujante contemporáneo. Entonces, empecé a buscar como algunas… no digo grabados de ese momento… pero, primero empecé a descartar a los dibujantes del Martín Fierro. Empecé a ver quiénes eran los dibujantes de Martín Fierro. A Martín Fierro siempre me había negado a dibujarlo porque carece de humor. Yo he dibujado El Quijote, había dibujado La Divina Comedia, y en La Divina Comedia, como carece de humor, o por lo menos yo no lo descubrí, la pasé mal. Y Martín Fierro no le descubrí humor. Entonces, nunca lo ilustré. En cambio, acá, de movida, ya era lo paradójico, ¿no? Ya era una gran humorada que el personaje narrara al autor, ya está, con eso me habilitaba todo. Después empecé a buscar locaciones de la época, y meterme más o menos en la estatura del tipo… en la estatura en todo sentido, también porque era muy grandote, ¿no? Y encontrar una tipología que yo pudiera desarrollar durante todo el libro, que tiene varias ilustraciones, y sobre todo las dobles (páginas). Las dobles son climáticas y lo que procuraba era que no redundara lo que el texto decía. Si está y ya lo decía, yo tenía que contar otra cosa, ¿no? Yo tenía que contar las fotos que no estaban… Las fotos que en la historia no están… No sé, bajo la noche de la pampa húmeda o a orillas del calor del Paraná. El calor del Paraná… acá están las barrancas. Yo me acordaba perfecto de esto, de esta geografía. Y así… y una calle de Buenos Aires, de 1860 y pico. Y así fui enhebrando... Costó… me costó, pero me da un gran placer”.
Rep subraya un aspecto valioso: “Con la editorial trabajé con mucha libertad. Es decir, casi que elegí el formato, la manera, la tapa… todo, cosas que rara vez se lo dan a un coautor, ¿no?”
Clavenzani quiso saber si Caparrós estuvo de acuerdo con los dibujos y las creaciones de Miguel Rep. También fiel a su estilo, sorprendió al decir: “No, no de acuerdo” y de inmediato agrega para que nadie entienda mal: “¡Estuve maravillado! Quiero decir. Hemos trabajado, bueno, hace mucho que hicimos algunas cosas juntos, pero en los últimos, no sé, dos o tres años hemos trabajado mucho juntos, porque además de este libro que no es poco; hicimos dos series para el diario El País: una que se llama ´Hay futuro y otra que se llama ´´ Cacocracia´ que son dos series un poco sobre la situación actual en el mundo desde dos puntos de vista distintos”.
Caparrós continúa con su entusiasmo: “Después, si querés hablamos un poco de eso donde yo pongo el guión verbal y Miguel va dibujando esto con movimiento. Y tanto en cada una de esas entregas como en el libro siempre me encanta ver lo que llega, lo que hace Miguel al costado, enfrente, atrás, encima, de las palabras que yo puedo mandarle. Justamente esto que decías recién: no ilustra, no es un ilustrador. Es alguien que dibuja, que inventa cosas y las pone para que interactúen con las cosas que yo pude haber inventado con palabras. Estoy inventado con palabras y él inventa con dibujos y entre ambas se arma algún tipo de diálogo, de discusión, de peleítas, de amistad, en fin, todas esas cosas que pueden darse entre dos voces. Nunca estaba de acuerdo. Siempre estaba encantado”.
Vencer la tentación de modificar
Clavenzani inquirió a Caparrós si alguna vez no se sintió tentado a cambiar algo, inspirado por los dibujos de Rep. “Me dio un poquito de tentación todo eso, esa parte erótica de los dibujos, de la erótica del gordo así desenfrenado Me dio como un poco de tentación de meterle algo ahí, alguna estrofa. Pero, me pareció que no tenía, que ya estaba ahí, que ya estaba en los dibujos. Entonces, no iba a ponerme yo a ilustrarle los dibujos a Miguel, quiero decir. Estaría haciendo lo contrario de lo que digo que me gusta que él haga. Así que no… resistí la tentación”.
Habitar Paraná y conocer la historia
Clavenzani destaca la presencia de Paraná, que va más de los ocasionales versos. Resalta que se la vivencia o se la percibe mejor al conocerla historia, pone como ejemplo la Batalla de Cepeda. El desencanto con Justo José de Urquiza después de Pavón.
Y dirigiéndose a Rep, le pregunta si visitó muchas veces a Paraná, por cómo ilustró y recreó esta geografía tan particular, tan de río y barrancas. Rep recordó que desde la infancia visita estas tierras, porque ya de los 6-7 años cruzaba el túnel subfluvial. “Lo tengo clarísimo. Aparte por culpa de Daniel Enz, todo el tiempo. Uno tiene el karma de ser amigo de Daniel Enz. Entonces, tengo esta geografía y me gusta muchísimo, muchísimo. La verdad me gusta muchísimo. Vine mucho a Santa Fe. Lo que pasa es que mis viejos, mi vieja está acá. Mis hijos son de ahí, de cerca de Goya. Y siempre orillamos este lugar, ¿no? Son correntinos ellos dos. Entonces para mí el litoral es medio mi zona patriota”.
Una entrevista desopilante
Caparrós recordó una visita a Paraná para su libro “El interior”. Y aportó: “He recorrido por muchas de las provincias argentinas al Norte de Buenos Aires. Yo quería hacer también las otras, pero al final nunca pude, nunca lo hice. Y ya que hablábamos de Daniel Enz en Paraná, mientras estaba trabajando para ese libro, yo pasé por Paraná muy al principio. Pero, volví para escribir sobre Paraná y sobre la zona casi al final del libro, casi al final del recorrido… cuando ya lo tenía muy hecho. Y me acuerdo que Daniel, cuando llegué, me dijo: "Bueno, ya hiciste". Yo le decía, pero ya hice de todo, qué sé yo. Y me decía: "Bueno, ¿qué querrías hacer?" "Qué sé yo". La verdad, no sé, no se me ocurre, bla, bla, bla. Le estuve dando vueltas. Y al final digo: "¿Sabés qué? Pero por decirle una boludez". La verdad, me gustaría que un buen corrupto me contara cómo se hace. Le dije, bueno, decile algo muy complicado, muy difícil, eso es lo que no voy a tener adentro del libro. Y Daniel me dijo: está bien, no te preocupes, yo te lo consigo. Y efectivamente, tuve una de las charlas más alucinantes de mi vida… Con este señor, de cuyo nombre no consigo acordarme. Desde que empecé con todo esto, estoy tratando de recortar un nombre, recuerdo a la cara, recuerdo a la casa, recuerdo a todo”.
Daniel Enz le hace el acuerdo que se trataba de Oscar “Pacha” Mori. Y nuevamente el recuerdo se le presenta a Caparrós: “El Pacha Mori, efectivamente, el Pacha Mori. Que, gracias a Daniel, me recibió en una casa que vivía un poco en las afueras. Me recibió en realidad en su quincho, y más que un quincho era un 5 ambiente… una especie de lujoso, con una zona de bodega que no se podía creer, etcétera, etcétera. Y durante dos horas con el grabador delante… bien presente… me estuvo contando cómo le había armado todos los curros, a (Jorge Pedro) Busti y compañía. Pero, con muchos detalles. De hecho… el libro Daniel lo retomó en ANÁLISIS, esto dio para alguna cuestión judicial, que no sé bien cómo terminó. Yo estaba tan sorprendido de que el ´Nato´ me contara todo eso, porque yo jamás habría sabido preguntarle los detalles que él me dio”.
Y agrega: “Y hubo un detalle muy tonto al final de todo, que es que fue todo muy cordial, muy amistoso. Para mí me decía todo el tiempo: "¿Por qué carajo me estás diciendo esto?" Pero la charla era amable y al final me dijo: "Caparrós, quiero hacerle un regalo". Y yo digo: "No, Pacha, por favor". Le quiero regalar una botella y sacó una botella, tenía una bodega, no sé qué, una botella como de un... ya no me acuerdo, pero de un vino de esos carísimos y además de 15-20 años. Le digo "No, no, Pacha, no, por favor, no puedo, no puedo aceptarlo". Y ahí se puso serio, se puso casi violento, y me dijo no: eso de no, no lo voy a aceptar. Yo no se lo acepto, yo lo he recibido, lo tenía acá, usted se lleva esta botella. Se puso duro y me tuve que ir con la botella que tardé mucho en tomar. No sabía qué hacer con esa botella, era una cosa rara. Al final le encontré una solución que ya ni me acuerdo, pero como llevarle a un cumpleaños de 15, no era eso, pero algo por el estilo”.
Un libro fantástico y tangible
Tanto a Rep como a Caparrós se le preguntó con quién compararían a José Hernández y por otro lado a su personaje Martín Fierro, que lo pusieron de escritor.
Caparrós admitió que la respuesta es complicada. Y en clave de humor indicó que él creía que “Miguel, que es nacional y popular, debe tener respuestas. Yo que soy un extranjerizante, me cuesta más. A ver, dale” y le pasó la palabra.
Rep expresó: “A mí no se me ocurría, no se me ocurría. Creía que tu pregunta aludía más que nada a la historia, a la literatura, como una especie de comparación así, como si dijeras, bueno, nuestro Cervantes y nuestro Quijote, una cosa así. Pero, no… es un trabajo que no me animo a hacer ahora, sin vino adelante. ¡Sin un vino de 15 años!,
donado por un corrupto”.
Y agregó: “Aparte venimos de hacer de ´Cacocracia´ que estamos ahora de moda. Que Estamos ensuciados políticamente por los personajes que trabajamos. José Hernández no le llega a esta altura políticamente nada, nada”.
Luego, recordaron que “Cacocracia”, es una serie de ocho episodios que está todavía en YouTube. Son siete biografías de los malos que nos gobiernan en el mundo: Trump, Meloni, Milei, Putin y Netanyahu… Bukele. Y que bueno, tratan de contar un poco quiénes son estos señores y cómo funcionan sus sistemas de poder. Eso es ´Cacocracia´ y son unas series, Yo creo que cada episodio tiene unos 7 u 8 minutos en que hago la voz en off y Miguel va dibujando en vivo muchas veces. Es muy impresionante verlo, la verdad vale la pena”, invita Caparrós.
Rep recordó que en Argentina “La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro)” ya está agotado. Incluso se disculpó porque para la charla en Paraná apenas pudo rescatar seis ejemplares. La reedición se impone, como este diálogo donde los afectos se hicieron presentes para honrar la memoria y el talento.