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El estorbo

Marcelo Pablo Casaretto está decidido a joderle la vida al gobierno provincial de Rogelio Frigerio intentando generarle el mayor escarnio posible y por añadidura salpicar a la gestión nacional de Javier Milei y todo al mismo precio.

Lo que Casaretto empieza, lo termina: y es lo que delata su recorrido en política así es que, el actual gobierno provincial va a tener que ir acostumbrándose a tenerlo soplándole la nuca de la gestión en lo que resta de acá al 2027.

Casaretto, de 58 años, Contador Público nacional desde 1990, es ex de varios cargos. Teniendo 26 años ocupó un lugar en el Ministerio de la Nación, fue asesor externo de varios municipios entrerrianos, profesor de la Uader y fue ministro de Economía de la provincia durante la segunda gestión de Jorge Busti. También fue senador provincial de 1999 a 2003 en los duros tiempos del gobierno de Sergio Moniel, siendo parte de un peronismo en absoluta minoría. Intentó en su momento ser precandidato a gobernador y finalmente fue diputado nacional de 2019 a 2023. Obviamente, en ese periplo, Casaretto no se hace cargo de nada por donde transitó; ni a nivel nacional -con Carlos Menem y Domingo Cavallo- ni en el ámbito provincial.

El múltiple ex es afecto a redes y a cualquier espacio mediático que se le ponga a mano para sacudir al jefe del gobierno provincial, a veces le contestan los segundos en nombre del cacique, pero contrariamente a lo que se pretende desde las usinas oficiales toda esa batería en contra lo motiva a salir al toro y en consecuencia a redoblar la apuesta.

Casaretto no es una piedra en el zapato ya, sino más bien un par varias veces más chico de número. Siempre asociado a características como ser un autito chocador, irónico y soberbio, también cabe en el mismo envase que es un estudioso, riguroso conceptualmente y sólido técnicamente.

Si el gobierno contesta, entra en su juego, y de hecho es lo que más espera porque, además de ser donde mejor juega, tiene un preciso buscador de data de las que hieren.

Casaretto necesita el barro de la política para hacer su juego y además está claro que le resbala lo que digan de él y ello lo pone en otro plano, quizás de peligro para los que lo enfrentan: un talibán acaso.

El último que entró al rodeo del “háganse cargo ustedes” de Frigerio fue nada menos que el ministro de Seguridad, Néstor Roncaglia, quien salió a defender la compra de móviles para la policía. Como buen forastero y con la épica de veleidades fundacionales que caracteriza a esta gestión, Roncaglia vandalizó el pasado ignorando la historia en ese sentido y Casaretto en éxtasis salió a refrescar la poca historia del policía en la provincia y le recordó inversiones pasadas. Y así se desplomó solo silencio como respuesta.

Al fin de cuentas antes se compraron patrulleros y ahora también, el problema es que, al usar la ignorancia social sobre temas que la gestión actual saborea como excepcionales, Casaretto con información le reduce valor y entonces las pérdidas solo tienen costo para una de las partes.

Está claro que Casaretto no hace todo esto solo por vocación, el centro del escenario tira y además observa al 2027 demasiado cerca. Ayudó a los candidatos del PJ en su momento durante la campaña electoral ya sea pegándole al gobierno provincial o al nacional, involucrándose activamente en la disputa verbal. Y seguramente sus intenciones frente al 2027 serán astronómicas pero legítimas en ambiciones. Fundamentalmente, ante un peronismo que se sumergió en la piecita del fondo hasta que pare la lluvia ácida, sobre todo luego del último acto eleccionario.

Casaretto en su jactancia se anima a resistir un archivo y va camino a convertirse en un crítico interpelador profesional ante Frigerio. Y para un paño que le cae bien, le quedan dos años y los tropiezos del gobierno para practicar hasta que se juegue el próximo partido. Y además, pocos candidatos a subirse al ring.

La oferta de Casaretto es esta: nada. El infierno llama al infierno.

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