
Matías Albisu, apodado “Almeja”, ya se había instalado en Rosario a estudiar, y quiso volver e impactar a todos. No le dijo a ninguno de sus amigos cómo iría disfrazado –después lo supo: nadie lo dijo, todos apostaron a la reserva-, así que llegó avanzada la noche, vestido de cowboy, montado a un pony. El pony, y “Almeja”, llegaron en una camioneta que se estacionó frente a Casa de Gobierno, avanzaron juntos, “Almeja” montado al pony, e hicieron un ingreso de modo triunfal. Adentro, se decepcionó: había disfraces fenomenales, y hasta tipos convertidos en legionarios romanos, montados en carros aparatosos.
“El atractivo era ver cómo íbamos a ir disfrazados. Cada uno empezó a manejar el tema de disfraz de forma muy reservada. Todos querían que fuera una sorpresa. Nadie quería perder, todos querían sorprender. Se produjeron muchísimos disfraces. Yo fui vestido de cowboy, con un pony, porque mi familia se dedica a los caballos. Y me dije: con esto no me gana nadie. Me salió mal. A las 3 de la mañana, no sabía qué hacer con el pony, que casi se me mata en el salón”, recuerda Matías Albisu.
Esa fue, como se dijo, la segunda vez. La primera Fiesta de Disfraces de la que la historia da cuenta ocurrió en 1999, en el Club Ciclista. Un grupo de muchachos que se conocían del colegio, que jugaban en el mismo club, pero que después tomaron rumbos diferentes –se fueron a estudiar carreras universitarias a Rosario, a Córdoba a Buenos Aires-, decidieron volver a reunirse por una vez al año. En agosto, para festejar el cumpleaños de seis de ellos. Una fiesta temática, de disfraces, propuso Jorge “Ioy” Uranga, uno del grupo. No hubo discusión. Así nació. Así fue.
Lo que fue
No hay dos sin tres, pensaron, y en 2001 organizaron la tercera Fiesta de Disfraces, en el salón del Sindicato de la Sanidad, próximo al Seminario Arquidiocesano, a tres cuadras del predio adonde ahora se realiza. Hubo más de 350 personas, todos disfrazados, y para entonces todos los asistentes pagaban, de un modo u otro, su entrada, para costear la bebida y la comida.
En 2002 la Fiesta de Disfraces se trasladó a un galpón de Puerto Nuevo, una noche lluviosa, 1.500 personas, y ya el éxito de esta peculiar iniciativa asomaba de modo prepotente.
Gervasio Esquivel, organizador en la ciudad de otra fiesta temática, de menor impacto, la Fiesta Kitch, recuerda que estuvo esa tercera vez en el Puerto. “Todavía no era para nada masiva, no había organización, y era una fiesta de disfraces, nada más. No tenía ningún otro atractivo más que ir disfrazado. Recuerdo que ese año, en el Puerto, estábamos todos muy amontonados, y que ahí adentro hacía mucho calor, a pesar de que estábamos en invierno. El despegue lo dieron cuando se trasladaron a la Rural, aunque les había ido bien antes, cuando la hicieron donde funcionó el boliche Excándalo. Pero la primera vez en la Rural no fue tan convocante; pero el segundo, sí”, cuenta.
Aquella vez, la vez que hubo fiesta de disfraces en el Puerto, el país estaba en medio de la peor crisis económico-social de las últimas décadas, de modo que el festejo se tiñó de los imponderables de la época: el cobro de entradas ya fue más formal, y el valor que se puso fue de 2 Federales.
Pero todavía, cuando no había despegado lo suficiente, cuando el boca a boca no había sido tan fenomenal, la Fiesta de Disfraces era una reunión de pocos, una elite que se diferenciaba del resto, y a la que el resto, muchos, no iban. Si hasta se organizaban, como el 12 de octubre, los “antifestejos”.
Alejandro, que no quiere que se mencione su apellido –después se sabrá por qué-, recuerda que en aquellos primeros años, había grupos con cierta conciencia social y participación en entidades sociales, que rechazaban ser parte de la Fiesta de Disfraces de los “pibes bien”. Entonces, ocurría lo que ocurría: se juntaban en la casa de uno, y tenían su propia fiesta, sin disfraces. Y a la madrugada, cuando el “antifestejo” languidecía, salían de rondas por los bares. Merodeaban en los límites, sin atreverse a pisar la jurisdicción del lugar adonde estaban los disfrazados.
Hasta que pasó lo que pasó.
“Pero al final, me tragó el sistema –dice ahora-. Este es el cuarto año que voy a la fiesta, y me parece extraordinaria. No pensaba que fuera un espectáculo así, algo que no he visto en otro lugar. Es imposible recorrer todas las carpas y ver qué pasa, porque no podés. Ganan mucha plata, pero así como ganan la reinvierten, y hacen espectáculos increíbles”. Algo no resignó Alejandro: va siempre con el mismo disfraz, una chica superhéroe.
Lo que es
En 2004 la Fiesta de Disfraces desembarcó en el predio de la Sociedad Rural de Paraná, y ahí consiguió masividad. Ahí estuvo hasta 2008. Al año siguiente, en 2009, empezó a ocupar el predio de 8 hectáreas adonde hoy abrirá sus puertas este espectáculo de envergadura, para recibir más de 50 mil personas, en Don Bosco y Avenida Circunvalación, en uno de los accesos a la ciudad. Entonces, aquel grupo de amigos transformó el voluntarismo en una sociedad anónima, LBP (La Banda del Palo), encargada de administrar el negocio, y conseguir el sponsoreo de las grandes marcas, instalarse como marca registrada en la ciudad.
Y, también, conseguir un público fiel, y otro que se renueva cada año. Micaela Reyes hace seis temporadas que asiste a la Fiesta de Disfraces, y comprueba, “cada año se supera”. Estuvo en la última que se realizó en la Rural, y dice, sin miedo a cometer un yerro que la última, la de 2012, fue la mejor, muy a pesar de la lluvia torrencial que se desató esa noche sobre la ciudad y que obligó a su conclusión de modo anticipado. Eso, la lluvia, es un imponderable que ahora los organizadores pretenden prever: todas las carpas cuentan con piso, y hay un sistema de seguridad y asistencia ante accidentes muy complejo.
Aunque muchos coinciden en que la fiesta de hoy, la de 2013, es la que estará mejor lograda, con altísima difusión a través de las redes sociales, Twitter sobre todo, con el hashtag #SerLoQueQueremosSer.
Las puertas, hoy, a la noche, se abrirán a las 21, con un dispositivo de seguridad fenomenal –habrá 400 policías especialmente contratados, y un sistema de seguimiento satelital nunca antes implementado-, y entonces ocurrirá lo que se imagina pero que pocos saben: un espectáculo monumental, que se extenderá hasta las primeras horas de la mañana del lunes.
Los que conocen el andamiaje de la Fiesta de Disfraces desde adentro sostienen que los integrantes de LBP “son muy profesionales, muy metódicos, y muy innovadores. Cada año agregan algo nuevo, presentan un espectáculo diferente. “El mayor desafío es no repetirse, e innovar”, dice un conocedor en la organización de fiestas.
Datos extraoficiales señalan que la puesta en escena de la Fiesta de Disfraces demanda una inversión de por lo menos 4 millones de pesos. Aunque LBP ya cuenta con buena parte de la infraestructura, y es poco lo que alquila. “El año pasado, compraron todo el sistema de cableado y vallado, así que todo eso ya es de ellos. Y este año no lo tienen que alquilar. El grupo electrógeno también es de ellos. Ellos pueden organizar una fiesta donde quieran con el equipamiento con el que cuentan”, sostiene una fuente.
¿Pero cómo es que funciona hacia adentro esta sociedad comercial tan peculiar, que sólo tiene una actividad al año, y el resto permanece en el ostracismo?
A decir verdad, LBP, la sociedad comercial que regentea la Fiesta de Disfraces, es propietaria también de un boliche ubicado en la zona de Puerto Viejo, Hierlam Pub, en Avenida Estrada al 1800.
Internamente, según algunas fuentes, funcionaría mediante un sistema de puntajes, de modo que no todos los socios, alrededor de 20, reciben los mismos dividendos de la recaudación. Quien más aporta –en trabajo, auspiciantes, ideas—más gana.
Hoy a la noche, cuando se abran las puertas, todos, al fin de cuentas, estarán pensando en lo que vendrá: la gran juerga de cada agosto.
Al margen
La Fiesta de Disfraces es una fiesta top, y como toda fiesta top tiene sus tips: según trascendió y supo El Diario, llegarán hoy a la ciudad tres aviones charter, contratados exclusivamente para traer pasajeros a la fiesta.
Un 911 a medida
La seguridad en la Fiesta de Disfraces es un tema aparte. La organización contrató un servicio adicional de la Policía, que destinó a 400 efectivos, que se distribuirán en todo el predio, 8 hectáreas, para que nada salga de su sitio y todo transcurra con normalidad. Y la Policía puso al frente de ese megaoperativo al jefe del Comando de Operaciones Especiales (COE), Claudio González. Así, la Fiesta de Disfraces tendrá montado un sistema de seguridad que será un calco del sistema 911, con el que se patrullan las calles de la ciudad. En proximidades del predio de Don Bosco y Circunvalación se instalará una especie de camión de exteriores desde donde se monitoreará todo a través de dos cámaras que serán comandadas a través de control remoto, y que tendrán una panorámica total de la fiesta. Desde ese comando habrá un seguimiento satelital de todos los policías afectados. “Vamos a tener la unidad operativa en un camión. En ese camión, se puede centralizar todo el control, en forma similar a como se hace desde el control central del 911. Tiene el mismo sistema. Así, vamos a poder ubicar satelitalmente el posicionamiento de donde está cada hombre afectado al operativo”, cuenta González. Entonces, del mismo modo que “el 911 sabe las paradas de los agentes en la calle, y de los patrulleros, con la unidad operativa que montamos en la fiesta, vamos a poder conocer el posicionamiento de los hombres con el equipamiento de comunicación que llevan. Además, vamos a tener dos cámaras centralizadas para controlar todo”. Pero además, contó González, en los accesos a la ciudad también se instalaron cámaras de seguridad, cuya ubicación la Policía no quiere revelar. La envergadura del operativo de seguridad, y las características que tiene este año no se han aplicado en años anteriores en la Fiesta de Disfraces. “El año pasado no estaba funcionando el 911; pero este año sí, y entonces aprovechamos todo lo que nos da la tecnología –apunta-. A todo eso, se suman las diez torres que habrá dentro de la fiesta, cada uno con un vigía, para controlar desde una altura de 2,5 metros”.
Lo que hay que saber
Tránsito: El corte total del tránsito se producirá hoy, desde las 18, y abarcará las siguientes zonas: Acceso Norte y López Jordán; Acceso Norte y José Hernández; José Hernández y Blas Parera; Don Bosco y Gobernador Crespo; Don Bosco y Circunvalación; La Pampa y Gualeguay; Circunvalación y Brown.
Transporte: El Municipio y las empresas de transporte urbano de pasajeros acordaron el funcionamiento de un servicio gratuito hacia el predio de la Fiesta de Disfraces, el cual operará desde las 21.30 de hoy, hasta la 1 de mañana, y desde las 5 hasta las 8 de la mañana del lunes. Del mismo modo, la Comuna instó a las cámaras paranaenses de taxistas y remiseros para que no se realicen modificaciones en las tarifas vigentes. En el caso de los colectivos, el recorrido arrancará en la Plaza 1º de Mayo (Catedral) y tomará Corrientes, Moreno, Güemes, Laurencena, Crespo hasta Blas Parera, retornando por Crespo, Ramírez, Echagüe, 25 de Mayo, para pasar por Plaza 1º de Mayo y retomar el recorrido. A lo largo del trayecto habrá seis paradas: Plaza 1º de Mayo (Catedral); Corrientes y Moreno; Laurencena y Güemes; Crespo y Ramírez; Terminal de Ómnibus, y Ramírez y Echagüe (5 Esquinas). Se pidió especialmente a taxis y remises que no modifiquen las tarifas durante la jornada de hoy. Al respecto, las tarifas estimadas para trayectos desde el centro hasta el predio de la Fiesta de Disfraces, oscilan entre los 30 y 35 pesos en el caso de los remises, y entre 35 y 40 pesos en el caso de los taxis.
Estacionamiento: En el predio, habrá un estacionamiento con capacidad sólo para 800 vehículos, a cargo de la Fundación de Ayuda al Enfermo Hematooncológico de Entre Ríos (Faeher). En los alrededores, y como cada año, habrá libre mercado, con cuidacoches que desde dos días antes se apropiaron de las parcelas próximas al predio. La Municipalidad recomendó no pagar más de 50 pesos por vehículo.
Foto: El Diario.