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Carla Olivera: Poesía para la intemperie

Carla Olivera, poeta

La escritora Carla Olivera, ganadora del Premio Fray Mocho en poesía, autora de "El asombro de los días"

Alejandra Cordero

Carla Olivera ganó el último premio Fray Mocho en poesía y prologó su libro, nuestro querido poeta Ángel Federik, también apuntó lo suyo De Battista, otra poeta premiada, amiga de la autora.

Pamela De Battista, entre otras cosas, se detiene en la mirada de este yo poético, en la mirada que atraviesa la escritura de Olivera y Federik, destaca la transparencia del lenguaje que logra esta poesía que sólo es posible, dice Ángel Federik, cuando se medita, se reflexiona en la elección de las palabras, en la elección del instrumento. Y agrego que eso está tan bien logrado, es un trabajo genuino el que hace Carla, entonces no se ve el recurso (recurso literario) quiero decir.

Partiendo de lo ya dicho, apreciaciones con las que coincido, quiero agregar mis pareceres. Federik halaga la precisión de la poesía de Carla puesto que de lo contrario se detendría en las generalidades.  En relación a esto pensaba en la lingüística en la filosofía del lenguaje, en Wittgenstein “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Justamente cuando más manejo el lenguaje, mayor capacidad tengo para pensar el mundo y apropiármelo de diversas maneras.

 

El asombro de los días

Desde el título la obra premiada nos atraviesa con esa mirada sensible y lúcida que recorre cada una de las poesías y las hilvana en un todo. También hay un plus en esa voz que tiene que ver con el posicionamiento, un doble posicionamiento, en qué mira, en lo qué mira, desde dónde lo hace y eso totalmente relacionado a cómo lo dice, cómo construye ese verso, cómo dice lo que quiere expresar. Refiero no solo a los recursos, imágenes sensoriales, metáforas… que va a elegir usar sino también al orden canónico o no,  en la construcción de las oraciones o sintagmas que rige la sintaxis en nuestra lengua. 

Lo remarco porque al tomar al asombro (sustantivo abstracto) como el sujeto de lo que va a hablar, Carla le otorga una potencia y una profundidad que no tendría este título si el centro hubiese estado puesto en los días. Pone el foco en el asombro que traen los días y no en su mirada, aunque eso fluye por debajo.

El título alberga una hondura, al hablar del asombro (extrañeza, perplejidad) que invita a leer y le permite al lector sensibilizarse ante lo cotidiano. Hay un corrimiento en la construcción del verso, de la expresión, del sintagma.  A ese poner el foco y la letra en el lugar menos habitual.

Esto se sostiene durante toda la obra con el trabajo minucioso que deriva en imágenes muy bellas, en enumeraciones, en la presencia de los tópicos que atraviesan los poemas: la naturaleza, el hábitat de la poeta, las estaciones que se suceden una a una con el paso de los días, el amor, los hijos y la maternidad.

Hay un continuado entre la casa, la familia, la vida ahí humana con hijos y mascota, y el campo, las aves, el río no como otra cosa sino al lado, delante. Porque la poesía que nos presenta este libro tiene mucho del ritmo de la naturaleza, de la espera en los ciclos, del tiempo para la siembra y el de la cosecha, de los distintos colores según las estaciones y de los momentos de avance y de resguardo a la espera de que pase la tormenta.

La simpleza que atraviesa todo el poemario, la simpleza de lo vital, de lo esencial.

 

Poemas XII

De cualquier manera está el sol

como un benteveo

vigilando

dando de cantar a las horas

como un benteveo

parado en los alambrados

oliendo a campo y a charco fresco

el sol

como un benteveo

dando de volar a las hojas

con su igual color

que canta y canta. (El asombro de los días, pág. 23).

En cuanto a los poemas referidos a la maternidad merecen tratarse aparte. La escritora los impregna de lo más cercano a lo animal que tienen esos momentos, el de parir, de dar a luz, de amamantar y hace un parangón de todo momento con los demás mamíferos en las mismas situaciones. De las mujeres y los hijos recién nacidos con las hembras y las crías en la manada, en las jaurías. Es decir, se detiene más que en el aspecto humano en el aspecto animal.

Podría pensarse en torno a esto, como lo natural, como tratando de acercar todas las situaciones de la maternidad con la naturaleza, con lo intuitivo, lo heredado en nuestros genes de especie que hace millones de años evoluciona, prioriza eso ante tanto avance de la medicina y de las tecnologías, 

El costo o consecuencia del cuerpo puesto para procrear, la intimidad de una madre con su hijo, la intromisión de quienes ayudan o rodean muchas veces, la invasión de esa intimidad y la distancia de ese suceso y sus ritos propios en la vida de una mujer a diferencia de una hembra en la fauna, la llegada del hijo que es un otro que no conocemos y sale de nuestra carne y ha vivido meses dentro nuestro y es uno de los hechos que más perplejidad nos va a causar a lo largo de nuestra vida. Va creciendo y cambia también el papel, el espacio de la madre.

 

Poema LV

Te celebro.

Te cobijo con mi voz, con mi palabra.

Soy tu lugar a donde llegar cuando se agitan las sombras

cuando tu cuerpo precipitado

sospecha una tristeza.

Te celebro, hijo.

Corazón de polen.

Todavía soy tu fuente.

Guardo tu infancia prodigiosa como un tesoro en mi sangre.

Todavía soy tu fuente.

Celebro tus ojos

su forma de preguntar:

tus ojos inventan el infinito.

Carne de mi carne.

Todavía soy tu fuente.    (El asombro de los días, página 79)

 

Una poética que nos salva de la intemperie

El yo lírico tiene una manera de pararse frente al mundo que va a poetizar marcadamente distinta. Esto se ve desde los poemarios anteriores de Carla, Cacerías e Intemperie.

En ambos los tópicos más sobresalientes son la intemperie de este mundo, la no certeza, el abismo frente al cual vivimos y creo que la poesía puede pensarse como una manera de aferrase a este transitar que es la vida en un mundo asombroso y deslumbrante pero también cruel e inhóspito. Y el quehacer poético. La labor poética pasa entonces por ir tras la palabra, por ir tras el logos, por ir tras un resguardo que puede hallarse escondido en el verso. El lenguaje, herramienta humana, condición que atraviesa al hombre es posibilidad y al mismo tiempo limitación, y solo tras esa búsqueda incesante ofrece un alero bajo el desamparo.

Eso que oís no es espuma.

Eso que oís es mi lengua

quebrando como puede

la sequía del verso.  (Cacerías pág. 11)

 

Ser poeta

Muchos son los textos en que el yo poético reflexiona sobre su labor, sobre su rol, sobre su tarea. Junto a otras nuevas voces contemporáneas, plantea una manera nueva de escribir el paisaje, la rutina, la maternidad, los hijos, la casa, el amor y lo más importante: la labor escrituraria. Nunca ha sido fácil ser poeta, ha sido más complejo para las mujeres y lo sigue siendo para todos en un mundo que a veces parece que sólo apuesta por deshumanizarnos.

 

Querías ser poeta

Pensás

Mientras los broches prenden

La ropa al viento del patio

Mientras los gurises se pegan patadas

Y gritás que basta

Que basta ya de peleas y de llantos.

El aire alcanza afuera para tomar

la tarde por las trenzas

fuerte empuja y secará rápido la ropa.

Querías ser poeta y pensás

en ese hombre de espuma

en ese hombre cuyos labios no mordiste

en su cuello que de cerca

perfumaba los tiempos de la rebelión

de los escapes

de las canciones bailadas para enamorarlo.

Querías ser poeta

pensás

y sabés

que se poeta aún con la lengua anudada

pero no se desanuda

no se desnuda

y ese hombre está lejos ya

y los gurises siguen peleando.

¿Cómo se es poeta?

pensás

mientras la última prenda a colgar cae

y se ensucia

y el sol busca con su aliento

levantar tu pollera. (Cacerías, página 8).

Quería ser poeta y en eso se ha convertido Olivera, aún en un universo fragmentado, excesivamente tecnológico, que quiere borrar lo manual, cambiar lo artesanal por lo artificial. Eliminar la belleza y la bondad.

Aún ahí ofrece la creación. Lean su poesía. Es una hermosa manera de vivenciar la palabra.

 

(*): Licenciada en letras, profesora. 

                                                                           

Edición Impresa

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