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Tizas rotas

Por Hugo Remedi

Especial para ANÁLISIS

Veinte capítulos se han completado ya de la zaga belicista que riñen entre el gobierno provincial que conduce Rogelio Frigerio y los docentes en pie de guerra, sin que nadie se anime a aventurar con algún tipo de certeza por dónde va a saltar la coneja.

Y de ese modo, a gran distancia quedó el anuncio del primer mandatario provincial al que, en su momento, en un evidente error de cálculo, puso como eje central de su inicio de gestión de gobierno la educación como prioridad con 190 días de clase innegociables.

Por ahora todo es desorientación dentro del oficialismo. No cuenta con Javier Milei para exigir alguna moneda y trata de ver cómo contrarresta la furiosa belicosidad pocas veces puesta de manifiesto por parte de los docentes entrerrianos.

Curiosamente, apenas unos meses atrás, más precisamente a fines de febrero, Frigerio descartó cualquier tipo de conflicto con los docentes y además dijo, sentirse acompañados por ellos.

Fallaron todos los informes del GPS y a cada rato el gobierno se vio obligado a recalcular sus propuestas, hasta ahora sin resultado positivo alguno.

Recurrentemente el gobernador ha venido ratificando que los 190 días de clases como norte de la política educativa de la provincia. Ante lo cual, está obligado a salir al toro, porque ya se le perdieron cerca de 20 en el camino (en realidad 19 porque uno de los días de huelga se llevó a cabo el 24 de enero a instancias de Ctera) y aún, no hay data de qué modo se van a recuperar los días en blanco.

Recuperar 20 días aprendizaje entendido como día normal significa trabajar, (nada menos) sobre la extensión de un mes de clase. Si es, claro está, que en el peor de los casos más días de paro no sumen gravedad a la situación. La otra posibilidad que queda es “recuperar saberes” en el marco de un romanticismo virtual que implicará no mucho más que redondear un año tremendo con dibujos de ocasión.

Queda claro que el gobierno jamás supuso y dimensionó que la peor de las confrontaciones las iba a tener precisamente con el sector docente. Y del otro lado, quizás tampoco los docentes hayan pensado confrontar tan fuerte y tan de pronto con el gobernador de Juntos por Entre Ríos.

Lo curioso es que hasta el mes de julio, los paros docentes en Entre Ríos no pasaban de la media casi testimonial, hasta que vino agosto y estalló el conflicto. En agosto hubo 7 días de paro hasta que se dictó la conciliación obligatoria y en septiembre hubo 2 más y en el mes de octubre que corre otros 3 días más.

Evidentemente el gobierno apuesta a que se produzca la fragmentación sindical que permita en dirección a esa grieta a que el estado de confrontación que proponen los “duros” de Agmer se vaya diluyendo a tono con los más moderados. Y de ese modo el gobierno intenta salir de la línea de fuego y dejar que la decantación ponga las cosas en el lugar minimizando costos que hasta el momento han sido cuantiosos.

Los descuentos que sufren los bolsillos docentes duelen demasiados y en consecuencia crece la furia.

Lo cierto es que la relación está absolutamente deteriorada y remontarla de cara a más de 3 años de gestión que resta emerge como una quimera crónica de recorrido incierto.

En enero de este año, el gobernador, reunido con las flamantes departamentales de escuelas de toda la provincia, habló con encendido entusiasmo de: plan de alfabetización, inserción laboral, capacitación docente, infraestructura y evaluación permanente. Todo quedó atrás, hoy de lo único que se habla es de plata.

Como agravante, el gobernador no logró que sus interlocutores de peso pudieran negociar de modo contundente con los docentes, pese a las variadas propuestas realizadas a los gremios. Primero lo intentó el ministro de Gobierno, Manuel Troncoso y no pudo superar el trance. Lo mismo sucedió luego con el secretario General de la gobernación Mauricio Colello. Y la ministra de Educación (presidenta del CGE), curiosamente. no participa en el pleito.

Este miércoles sesiona una vez más el congreso de Agmer. En el medio de la anterior convocatoria provincial de representantes docentes y ésta que viene, el gobierno no ha hecho nuevas propuestas. Por lo tanto es de suponer que ante la misma oferta se va a sostener la misma respuesta: es decir otro paro a la vista.

O en su defecto, los docentes podrían plantear una especie de recapacitación que permita dejar feliz al gobierno y por otro ayudar a ganar tiempo para que los maestros empiecen a engordar sus bolsillos.

Entonces, el gobierno está golpeado, sin reacción frente al grito de guerra de los docentes.

Curiosamente todo está en manos de las palomas blancas.

Un nuevo paro docente dejaría al gobierno provincial en absoluto estado de debilidad en tanto emerja como disparador concreto la cantidad de paros de maestros que ha futuro pueda soportar esta provincia.

Porque cuando las tizas no hablan el aprender se vuelve un letargo.

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