
En distintas ciudades japonesas se inició un proceso de revisión de los monumentos y esculturas emplazados en parques y plazas, que incluye el retiro de varias obras que representan a mujeres y niñas desnudas. La medida abrió un debate social que involucra a autoridades, artistas y especialistas en patrimonio cultural, y que pone en discusión la pertinencia de estas piezas en la actualidad.
Muchas de las esculturas fueron instaladas en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, las autoridades habían optado por reemplazar los viejos monumentos militares con figuras femeninas que simbolizaran la paz y un nuevo comienzo para la sociedad japonesa. Sin embargo, más de siete décadas después, una parte de la población sostiene que estas representaciones ya no se corresponden con los valores de hoy, y consideran que deberían trasladarse a museos u otros espacios destinados específicamente al arte.
Uno de los casos más comentados es el de la ciudad de Takamatsu, donde en el Parque Central se encuentran 31 esculturas, entre ellas "Dos niñas", una obra donada en 1989 por el escultor Seiichi Abe. El trabajo muestra a dos menores desnudas y fue cuestionado por los expertos encargados de la remodelación del predio, que argumentan que no resulta adecuado para un espacio de uso público y frecuente concurrencia de escuelas. Incluso, algunos alumnos de primaria que visitaron el lugar en excursiones manifestaron sentirse incómodos al observar la obra.
En ciudades como Takarazuka y Shizuoka también se están revisando monumentos de características similares. El intendente de Shizuoka, Takashi Nanba, planteó en declaraciones públicas que tal vez lo más adecuado sea reubicar estas esculturas en espacios donde puedan ser apreciadas como obras artísticas, sin generar incomodidad en ámbitos públicos.
El tema despierta posiciones encontradas. Hay quienes escuchan la decisión y sienten que quitar las estatuas es lo mismo que borrar parte de la memoria cultural, y recuerdan que esas figuras llevan décadas acompañando el paisaje de las plazas. Pero del otro lado están quienes ven en esta revisión un gesto saludable, una forma de ponerse al día con los cambios sociales y de cuidar mejor lo que se transmite en los espacios comunes.