Lula, la CELAC, el contexto regional

Por Mario Wainfeld (*)

Repaso sobre los comienzos del siglo, en América del Sur y el mundo. La barbarie estadounidense, los años propicios en la región. La supuesta cruzada contra las dictaduras, sus mentiras y silencios. Golpes de estado, proscripciones, atentados, crímenes... la derecha real. La gravitación de Lula, movidas coherentes.

El presidente brasileño Lula da Silva concretó la primera visita internacional de su tercer mandato. Vino a la Argentina, una decisión coherente, un mensaje al mundo. Luego incrementó su presencia el peso específico de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Ganó la elección por un pelito lo que evitó una hecatombe regional. Pero el monstruo sigue ahí para programar un golpe de estado con complicidades militares y policiales, consumado por una turba organizada y violencia. Un poco de color local, un montón de calco del asalto al Capitolio de los aliados del expresidente estadounidense Donald Trump. Ecce homo, el que instigó al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que le tirara un salvavidas multimillonario en dólares al ex presidente argentino Mauricio Macri. Su amigo “tenía” que ser reelecto. Las familias políticas se distinguen con claridad aunque las vocerías de la Embajada o los periodistas hegemónicos o los serviciales quieran enchastrar al peronismo inventándole lazos con los (ahora) “populistas” Trump y Bolsonaro.

Lula construye una coalición de base amplia, la precisa para aislar a los adversarios. Los primeros gestos lo muestran adecuando sus objetivos estratégicos “de siempre” a la contingencia actual, menos propicia que la de 2003. Estados Unidos descalabra la convivencia internacional siempre, el atentado a las Torres Gemelas alumbró una radicalización inédita. Supresión de garantías constitucionales dentro de las fronteras yanquis, fomento de guerras en Medio Oriente. Los estadounidenses no ganan las guerras aunque sí destruyen países.

América del Sur construyó cobijo ante tamaña barbarie. Onda quince años, un buen y bello tiempo. Coincidieron gobiernos progresistas, populares, indigenistas, socialdemócratas. Época de paz interior, estabilidad democrática, gobernabilidad, crecimiento económico. Tentativas de integración, con aciertos, errores y deslices. Presidentas mujeres, un presidente indígena, otro un tornero que no terminó la primaria. Innovaciones, saltos de calidad en Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Todes elles reelectes.

Se dice que Estados Unidos enfocaba más a Medio Oriente que a nuestra región. En parte es real aunque la Casa Blanca y el Departamento de Estado jamás se privaron de atacar, erosionar a Venezuela y Bolivia. Cuba desde ya: figura en el inventario.

Evocarlo produce nostalgia retrospectiva. Las derechas construyen poder y sentido común. Radicalizan y tensionan. Valores atroces enraízan en numerosas sociedades, ganan popularidad. Racismo, discriminación, misoginia, desprecio al diferente, al inmigrante. La pobreza y la desigualdad crecieron en el planeta y en nuestro vecindario.

Disyuntivas colosales se dirimen a menudo en las urnas por diferencias exiguas. El Brexit, la victoria de Macri sobre el exgobernador Daniel Scioli. Lula versus el expresidente Jair Messias Bolsonaro, en sentido inverso.

Las derechas desaforadas degradan a las democracias pero no consiguen, hasta ahora, consolidar regímenes estables. El neo conservadorismo de las últimas décadas del siglo veinte arraigó más, fueron frecuentes los liderazgos revalidados. La derecha contemporánea destruye más rápido que esos ancestros, les cuesta sostenerse…perdieron unos rounds, siguen en combate. Acechan desde el borde. Pensemos de nuevo en Macri, Trump, Bolsonaro.

***

Bullshit a granel: La dirigencia de Juntos por el Cambio clama, vocifera, se aquerencia en los canales de cable adictos o propios. Primer argumento asombroso: mociona que un organismo pluriestatal como la CELAC debe excluir a algunos presidentes de países miembros. Aquellos que los cambiemitas calibren como dictaduras. No lo sería Estados Unidos, el país que más guerras internacionales desata. El carcelero de Guantánamo.

Las masacres cotidianas en Perú causan decenas de muertes en contados días. Caen campesinos, indígenas, pobres. Se azota a pueblos y regiones relegados que reivindican al expresidente Pedro Castillo como propio. La presidenta Dina Boluarte carece de legitimidad, de sensatez, de compasión. A nuestros “republicanos” no les importa. Perú no es, para sus baremos, dictadura ni régimen autoritario. La letanía repite: “Venezuela, Nicaragua, Cuba”.

La OEA, que banca a la sanguinaria Boluarte, siempre fue un tentáculo de la política exterior estadounidense. Presidida por Luis Almagro supera sus records más perniciosos. Avergüenza. Una de las funcionalidades de la CELAC, tan incipiente como innegable, es salirse de la telaraña de la OEA, un organismo vetusto. Sería un favor llamarlo “sello de goma” porque los sellos de goma no intervienen para cohonestar golpes de estado o violaciones de derechos humanos.

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La calidad democrática. Está bueno preocuparse por la calidad democrática. Cualquiera goza del derecho de elegir el vocabulario; no usar las expresiones foráneas “fake news” o “lawfare”, por caso. Vale, vale.

Los adalides de la democracia deberían registrar que Lula estuvo preso y proscripto más de quinientos días acusado por cargos que se comprobaron falsos. Que hace pocos meses se atentó contra la vida de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Los medios hegemónicos y el establishment atribuyen la tentativa a dos loquitos sueltos. Hay otras hipótesis sólidas, verosímiles. Deben pesquisarse. Pero a los “liberales” no les hace mella que la jueza María Eugenia Capuchetti obstruya la investigación y reciba un estipendio del Gobierno de la Ciudad. Eso, pontifican, forma parte de la sacrosanta independencia del poder judicial.

El expresidente ecuatoriano Rafael Correa vive exiliado, proscrito.

Violencia criminal, persecuciones políticas. Palpables. Contra esa corriente reman los gobiernos progresistas de la segunda ola, la disparidad de fuerzas a veces subleva.

Con la cancha inclinada, con tamaños adversarios o enemigos, la nave va. La furia que invade a los dirigentes de derecha, su pulsión por difamar a Lula, por tomar en solfa a los intentos de reconciliación regional, revelan que están preocupados. No los frenan escrúpulos, son capaces de lo peor. De todos maneras, sufrieron derrotas parciales, el mapa político de la región se repintó para bien. Estas historias continuarán.

(*)Periodista, abogado, docente universitario y escritor​ – Publicado en Página/12

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