Por Gustavo Lambruschini
Por el lado de quienes la promueven, la operación no es nueva. Un antecedente memorable fueron los exasperados y agrios combates y debates de 1958 sobre "la laica y la libre": mientras tanto Frondizi firmaba los contratos petroleros, i. e., los asaltantes se valen de una perra alborotada para distraer eficazmente a los perros guardianes...
Con toda seguridad, la iniciativa emancipadora plena será derrotada en el Congreso en una victoria sin duda pírrica. Pero el ateo Durán Barba y sus secuaces oportunistas juegan con fuego y el tiro les puede salir por la culata. De la jugada, puede surgir un realineamiento de la derecha y la izquierda: por un lado, el principal dirigente del PJ, el sexista Papa Francisco, y todos sus fieles y seguidores, y por otro, el variopinto arco feminista que va desde los liberales, pasando por los progresistas y centroizquierdistas, hasta los rojos enragés. El Papa, empeñado como está en la reorganización del PJ en términos clericales y de lo que llaman "el campo popular contrario al neoliberalismo", va a quedar más obscenamente desnudo de lo que ya está; también quedarán al desnudo sus secuaces clericales y los supersticiosos variopintos, los de dentro y los de afuera del Congreso.
El descalabro de ese "campo popular", que se exhibió bastante contradictoriamente en el 14 y el 18 de diciembre de 2017 y luego en la reciente "marcha de Moyano", en que, por primera vez en la historia del movimiento obrero, se pudo vociferar ¡viva el Papa!, es a lo que aspira el gobierno.
La discusión del aborto es una bomba que hace explotar la "marcha de Moyano". El aborto no es sólo el experimento crucial del feminismo, sino también de todas las supersticiones religiosas. Los ultramontanos integristas de la "defensa de la vida" pueden quedar rejuntados en una nueva "grieta" mucho más auténtica: el Obispo Aguer, Cecilia Pando, Juan Grabois de la CTEP, Hugo Moyano e Hijos, Gustavo Vera, Guillermo Moreno, Eduardo Valdés, Federico Pinedo, Gabriela Michetti y Elisa Carrió y Cristina Fernández de Kirchner (sic), Alejandro Biondini, et alii, con la esperanza de que todos unidos triunfaremos.
¿Cómo se alinearán y con qué costo los "erpios" de Barrios de Pie y los "maoístas" de la CCC? ¿Cómo se reaccionará en la Asociación Internacional de Mujeres Juezas? En el campanario oficialista, se dice que el Papa es una pieza demasiado importante como para que el gobierno se la entregue al pejotismo. Pero, con la vana esperanza de que quede circunscrito al Parlamento, el fogoneo del debate sobre el aborto -una clara provocación al Papa- es una prueba de que el gobierno evalúa que esa relación se halla podrida y peor no podrá estar: ésta es la respuesta gubernamental al nombramiento de un obispo cristianuchi villero.
Este irresponsable duelo de titanes se libra, como si el movimiento feminista no existiese, ni desde el punto de vista cuantitativo ni desde el punto de vista cualitativo. Los que observan la "política" como una actividad exclusiva de los equivalentes de los "cortesanos" en el Estado de clase, expresan su desconcierto porque la cuestión supera el marco institucional de un sistema oligárquico que se hace llamar democrático. Todo hace suponer, sin embargo, la masividad del 8M no sólo ante las puertas del Congreso de la Nación, sino también a lo largo y a lo ancho de todo el país, y sobre todo, en el mundo entero, dado que lo que se rememora y se recuerda es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una efeméride instituida por la II Internacional de Mujeres Socialistas. Las concentraciones pueden no restringirse a la lucha contra el patriarcado (v. g., contra el femicidio y por el derecho al aborto, etc.), sino ampliarse contra el capital y el Estado (v. g., huelga de mujeres y "faltazo masculino"; igual trabajo, igual remuneración; remuneración del trabajo doméstico, etc.).
Por otra parte, todo hace suponer también, que nada puede esperarse de esta discusión, pues incluye a los principios mismos (principia non sunt disputanda). Se producirá la estéril rivalidad, por un lado, de la Razón y la Libertad, y por otro, de la Teología y las religiones; por un lado, verdades y normas falibles que deben ser probadas, y por otro, verdades y normas absolutas que sólo pueden ser dogmáticamente aceptadas. Sí, en cambio, de los debates y los combates se puede esperar Ilustración. El movimiento feminista tiene la oportunidad y aun el deber de que se exhiban a la luz pública, por un lado, quiénes se hallan a favor de la emancipación de las relaciones sociales históricamente contingentes de subalternar y oprimir a las mujeres y al colectivo LGBTIQ, i. e., quiénes están en contra del patriarcado; y, por otro, quiénes, basados en la Biblia y los Evangelios y otros libros canónicos religiosos, naturalizan el subalternar y el oprimir, recurriendo a argumentos metafísicos, teológicos y, en definitiva, opiniones confesionales oriundas de las religiones históricas.
A la opinión pública le deben quedar claras algunas cosas embozadas, que deben quedar públicamente desenmascaradas: (1) los que se oponen al aborto, con el argumento de que Dios da y quita la vida, también se oponen no sólo a la eutanasia y a la muerte digna, sino al onanismo y que cuanto se realice en la cama, esté libre de la tutela de los sacerdotes; (2) los argentinos que se creen modernos y cosmopolitas, deben saber que en el mundo, la prohibición del aborto se halla vigente sólo en las tribus de África, en los países africanos de Latinoamérica (incluida la "socialista" Venezuela) y en las teocracias islámicas: sólo allí la violencia contra las mujeres se encuentra legalizada. En una palabra, parece que se podría asistir, esta vez sí, al auténtico "duelo de titanes" entre el feminismo y el catolicismo.