Claudio Gastaldi
(desde Concordia)
Apenas arribado a Concordia, la primera expresión del Presidente Néstor Kirchner fue: “Estamos luchando para que Concordia deje de ser la ciudad más pobre del país”. Esas palabras repiquetearon como un mazazo tanto en los oídos del gobernador Jorge Busti como del intendente Juan Carlos Cresto, ambos, con la obligación moral y política de explicar por qué, Concordia sigue siendo la más pobre de todas. A partir de allí, dos fueron los centros de atención periodística: la reunión entre los docentes y el ministro de Educación, Daniel Filmus -que se quedó en el aeródromo- y qué, iban a decir los oradores en el estadio del colegio de los padres Capuchinos, frente al tema de la pobreza. Azorados, los concordienses escucharon nuevamente las explicaciones del intendente Cresto, para quien el cosmopolitismo de esta ciudad aparecían como la causa de la pobreza. “Concordia es una ciudad de esperanza -dijo- por eso llegan aquí tantos… y se quedan…”, obvio (sería la conclusión), después no alcanza para todos. A su turno, más específico y quizá temeroso por lo que pudiera decir Kirchner acerca de lo que escuchaba, Busti sacó de su bolsillo un par de bonos federales y lo hizo cargo a Sergio Montiel.
Aunque los anuncios se pensaron espectaculares y excluyentes -2.500 millones de pesos para la provincia y casi 70 millones para Concordia en obras públicas y subsidios-, los ejes de la visita presidencial y a pesar del gobierno, fueron otros; en rigor, cuestiones centrales que suelen hacer brotar a los principales funcionarios: la pobreza en Concordia, el conflicto salarial docente y el estado de la educación pública en la provincia.
Busti sabe que cada vez que se habla de la pobreza en Concordia, su parecido a la Roma antigua es asombroso: todos los caminos conducen a él. Su pertenencia a esta ciudad, los ocho años como intendente y las gestiones como gobernador (va por la tercera) en las que condujo directa o indirectamente esta ciudad, lo convierten en la principal figura de la ciudad que terminó convirtiéndose en el conglomerado urbano más pobre del país. Esto es así, desde poco tiempo después que el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC) comenzó a incorporar a Concordia como una de las ciudades que integran la grilla de poblaciones estudiadas.
Ni los cascos amarillos y anaranjados de trabajadores trasladados al acto por la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA), sirvieron para instalar la idea de una Concordia productiva y de trabajo. La tarea encomendada al secretario general de ese gremio, Walter Doronzoro, quien además es el titular de la Confederación General del Trabajo (CGT) y funcionario de Comisión Administradora de Fondos Especiales de Salto Grande (CAFESG), no sirvieron de mucho para mostrar una imagen distorsionada de la realidad. Concordia sigue siendo la más pobre y con mayor nivel de desocupación e indigencia y eso, lo saben el país y Kirchner, que rompiendo el edulcorado encanto de abrazos y besos, fue lo primero que dijo cuando bajó del Tango 10.
Ese dato, sumado a la intriga de los funcionarios provinciales por lo que iba a ocurrir en la reunión entre la dirigencia gremial y el ministro de Educación de la Nación, Daniel Filmus, por el largo conflicto sin resolución y en especial por las declaraciones que fuera a hacer este al final del encuentro, aguaron en buena medida la fiesta que habían preparado. Iba a ser la fiesta de todos y terminó siendo sólo la fiesta de Kirchner.
El atajo como explicación
Apenas llegado al estadio de Capuchinos, la ausencia del principal símbolo partidario, la marchita -que remite a un pasado de glorias obreras contra las injusticias capitalistas-, obligó al intendente Cresto a tener que ser él y su verba quien intentara con un viejo cliché, insuflar el pecho partidario. A diferencia de otras veces, ya no es tan sencillo lograr vivas con símbolos, parece que la gente ahora se ha puesto más materialista.
Empezó su discurso dándole la bienvenida al Presidente, a la que con voz engolada denominó “la capital del peronismo entrerriano”, primer error, pues luego de manifestarse orgulloso de tal cosa (capital de peronismo) y sin que tales dichos levantaran el ánimo esperado, tuvo que reconocer que aunque lleva ese orgullo, también tiene una mochila, que es la de pertenecer a la ciudad más pobre del país. Luego de 22 años de gobiernos peronistas en la ciudad, conjugar estos dos datos (pobreza extrema y peronismo), no es lo que se dice un buen cartel de campaña, mucho menos una manera de estimular los planes de Kirchner contra “la vieja política”. Pero claro, Cresto tenía su explicación y la dio.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
