
Nada será igual. No es letanía. Es realidad pura y dura. Pasamos todo este tiempo a ritmo de elección y traemos aquí la postura del observador comprometido en la construcción de ciudadanía: no todo termina al momento de votar, ahí comienza. Quienes siguen estas columnas recordaran que venimos lanzando algunas propuestas sobre temas que creemos insoslayables. Poner bajo el paraguas de políticas de Estado las cuestiones sociales o la Educación, evitarían que todo se rompa. La confrontación que concluyó el pasado domingo tuvo modos y tonos que impiden desprenderse así porque sí de las consecuencias. Encantados y desencantados pasan a compartir lo cotidiano, a la espera (que a veces desespera) de un devenir en que la tranquilidad le vaya ganando a la zozobra en la que todos estuvimos (¿estamos?). Los dilemas persisten. Las incógnitas por despejar se multiplican y hay cuestiones cuya resolución debe ser inmediata, no pueden esperar tres décadas.
Por Néstor Banega
Transiciones en tensión
Concluyendo el derrotero impusieron los cronogramas electorales, se potencian esta semana los procesos de transición en todos los niveles. Por estas horas se van conociendo quienes ocuparán en la provincia los cargos políticos más relevantes y seguramente los perfiles tendrán que adecuarse a la necesidad de gestionar ante un gobierno nacional de otro signo político.
No es tema menor, sobre todo si tenemos en cuenta que la provincia de Entre Ríos para hacer frente a sus obligaciones cuenta con un alto porcentaje de ingresos de origen nacional. El proyecto de ley de presupuesto para el año 2024 prevé que poco más del 54 por ciento tienen origen tributario nacional.
Y este es un planteo central en todo el proceso de transición. Un monto importante de los ingresos provinciales es para municipios y comunas. Por lo tanto, cualquier movimiento que la administración nacional que asumirá el próximo 10 de diciembre realice, impactará en todos los niveles de la administración.
Posturas en pugna entre actores que deberán esmerarse al máximo para responder a los intereses de la ciudadanía. No gusta demasiado, pero queda solamente el camino del consenso.
Reformas en ciernes
Horas frenéticas. Es difícil detenerse a reflexionar. Los oficialismos pasan a ser oposición y viceversa, en una dinámica irrefrenable. En la madrugada del lunes un lúcido analista político, buscando encontrar explicaciones a los resultados, afirmó que, quien debe asumir en diciembre el Poder Ejecutivo Nacional, “no tiene paragolpes”. Escozor por lo menos.
Imagen estremecedora, sobre todo si tenemos en cuenta las enseñanzas de la historia reciente y no tan reciente. Cuando un mandatario toma determinaciones que chocan, las fracturas y sus dolores son sociales.
Por eso nos interesan las potenciales consecuencias. Las decisiones no pueden ser en soledad o en base a caprichos. La importancia amerita diálogos y concesiones. Muchos desastres comenzaron en nombre de las buenas intenciones.
Aquí nos detenemos un instante. Es que, si hay drásticas reformas en la administración central del país, las habrá también por la comarca. Será por decisión o por imposición. El contexto ha de determinar cómo o por donde se puede o no se puede.
Si tenemos en cuenta un esquema de ingresos con un alto porcentaje de origen nacional, no es difícil darse cuenta que,si hay cambios en la administración de aquellos fondos, las consecuencias se sentirán en nuestro territorio y en todos los niveles de la administración.
Digresión: ante algunas afirmaciones de las autoridades electas, aparecen comentarios que sostienen, en firme rechazo, que estas no pueden aplicarse. No nos animaríamos a las afirmaciones tajantes. Mundos líquidos explicó un filósofo. Trabajo para los Constitucionalistas.
(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1146, del día 23 de noviembre de 2023)