Por J.C.E. (*)

Decíamos en una columna anterior que “Periodista al fin, uno cree en los valores del oficio como actitud de servicio, sobre todo cuando nuestro ciudadano de a pie se ve muchas veces superado por información que no alcanza a discernir por origen y construcción, cuánto de valioso puede tener y cuánto de fantasía de aquellos que en el afán de engrosar el aporte y dilatar el cúmulo de vertientes, caen irremediablemente en la ficción”.

Al mismo tema debemos referirnos respecto de las pautas para la circulación vehicular en la ciudad y en la provincia.

Dijimos alguna vez refiriéndonos a la comunicación del orden nacional que entendíamos adecuada la existencia de un solo vocero –el Presidente-, para evitar acumulación de información que termina por descontextualizar todo y terminamos sin saber de qué estamos hablando y cuáles son las prioridades.

Lamentablemente es lo que está pasando. Por un lado te dicen que solamente a nivel nacional los automovilistas deberán requerir un nuevo salvoconducto pero en Entre Ríos mantendrá su vigencia el que se viene utilizando.

Los comunicados son diversos y diversas las interpretaciones. No vendría mal poner las cosas en orden como para que la gente sepa dónde está parada y de qué manera proceder si se limita transitar los caminos provinciales o debe trasponer las fronteras entrerrianas.

Sumado a esta desorientación, los castigos por infringir las normas establecidas expresadas en términos dinerarios son elevados y el país produce el mínimo indispensable para más o menos comer y cubrir alguna que otra necesidad básica insustituible.

Digamos, estamos parados en medio de un desconcierto que va mucho más allá de multas y reprimendas de ocasión. Creo haber señalado en alguna entrega anterior que mientras en determinados lugares del país se suman camas para dotar a los hospitales de lo necesario para afrontar la pandemia, en otros se habilitan lugares de recreación diurnos y nocturnos desde el discurso de lo mal que la está pasando la gente refugiada en sus hogares desde el lema “Quedate en casa”.

Algunos parecen no entender. Los mejor que te puede pasar es tener una casa y habitarla con tu familia. ¿alguien pensó cómo les va a los que no tienen dónde refugiarse y se les taladra la cabeza con “quedate en casa”? ¿alguien imaginó lo que están pasando los habitantes de las chozas precarias expuestos a perpetuidad a las inclemencias del clima? ¿a ellos les podes recomendar “quedate en casa”? La sociedad argentina sigue aferrada a antiguos escudos de familia de un tiempo que debe conjugarse en pasado y piensa su población como de clase media – media para arriba, de ahí los mensajes evidentemente dirigidos a esos sectores que cada vez más suman a la notable diferencia de clases.

Vos le podés decir a un empresario, a un profesional liberal, a un empleado calificado que se quede en la casa que tuvo la posibilidad de comprar o alquilar en cifras a las que no accede cualquiera, pero no se lo podés ni siquiera insinuar a un cartonero, y esto no es clasismo, son datos de la realidad que nos asestan sus bofetadas a diario y a las que en vez de ponerle la otra mejilla, retiramos las dos.

Dejo de escribir apelando al gran Mario Benedetti:

…“estoy jodido y radiante/ quizá más lo primero que lo segundo/

y también viceversa”.

(*) Especial para ANALISIS.