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Galeano y el futbolista fusilado que “se meó” en el fascismo

José Luis Lanao

Mirar con atención es una forma de habitar el mundo. Lo que vemos -y cómo lo vemos- , claramente nos define. Las imágenes han suplantado lo real, se han convertido en pura exterioridad y se han vuelto pornográficas, en una suerte de obscena hípervisibilidad. La aceleración por “ver” en vez de “mirar”, reemplaza la experiencia profunda y deja al individuo insensible y en un estado de absoluta indiferencia. O lo que es lo mismo: la sobreabundancia de imágenes genera una anestesia colectiva. Seguimos sin comprender que “ver” no es mirar. Mirar, en última instancia, es una forma de acompañar, de no adormecer nuestra compasión.

Sabemos que no todas las vidas importan por igual. Sólo las vidas que pueden ser lloradas importan realmente. Eduardo Galeano (ese hombre que miraba), escribió: “Bebel García muere fusilado. Bebel es zurdo para jugar y para pensar. En el estadio se pone la camiseta del Dépor. A la salida del estadio, se pone la camiseta de la Juventud Socialista. Once días después del “cuartelazo” de Franco, cuando acaba de cumplir veintidós años, enfrenta el pelotón de fusilamiento: “Un momento”, manda. Y los soldados, gallegos como él, obedecen.

Entonces Bebel se desabrocha la bragueta, lentamente, botón tras botón, y de cara al pelotón echa una larga meada. Después se abrocha la bragueta: “Ahora sí”. La historia es real. Está claro porque el personaje aguijoneó de tal manera al escritor uruguayo, al punto de escribir un cuento del futbolista que se recoge en la “Última voluntad”.

Bebel murió en un paraje ventoso, abierto al mar, once días después del golpe de Franco. Hace un año se identificó la fosa colectiva donde yace el futbolista zurdo al que los entrenadores se empecinaban en colocar de extremo derecho. “Fosa 12a del depto 3o ampliación: descripción, ahora localizada, del lugar de la necrópolis con vistas al océano en el que se encuentra el represaliado registrado con el número de entrada 721”. Lo bajaron pronto a “culetazos” del potrero pelado donde se alimentaba. El arquero deportivista Rodrigo García Vizoso, con 100 años cumplidos, lo recuerda: “Tenía unas condiciones fabulosas para el fútbol, pero en la cabeza tenía otras cosas”. Cosas, como la vida, que no controlamos en su totalidad, y contamos con una escasa cuota de libertad en como vivirla.

Somos responsables, y no solo víctimas mudas, en transformar nuestra relación con la mirada. Pero para que eso suceda es necesario dejar que algunas imágenes nos atraviesen, como le atravesaron a Galeano. Permitirles encontrar un lugar donde resonar. Aunque esa formar de mirar duela. Porque mirar es asumir nuestra fragilidad frente al dolor del otro, compartir nuestra vulnerabilidad, dejar que la distancia entre “los otros” y “los demás” se disuelva, que el muro que separa lo lejano de lo próximo termine por agrietarse. Gracias al talento del escritor uruguayo, y a esa Galicia profunda que no olvida, a Bebel se lo recuerda como el futbolista fusilado que se meó en el fascismo. Nada menos. Qué hermosa manera de recordarlo.

(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón del Mundo 79. Artículo publicado originalmente en Página 12.

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