Lucha abierta

Edición: 
703
Multitudinaria y amplia concentración de apoyo a la defensa del medio ambiente

Silvio Méndez
(desde Gualeguaychú)

En la manifestación más grande realizada en suelo entrerriano, el domingo pasado unas 100.000 personas se movilizaron en Gualeguaychú en rechazo a la instalación de las fábricas de celulosa en Fray Bentos, en la margen oriental del río Uruguay. A la convocatoria realizada por los Asamblea Ciudadana Ambiental asistieron contingentes de distintos puntos de la provincia y el país. La marcha contó con una aceitada organización que demostró el alcance y práctica de los asambleístas, tanto en el despliegue logístico como en la iniciativa política. Uno de los mayores logros de la asamblea ha sido imponer como prioridad en el debate público el conflicto por las pasteras. Hasta ahora, tanto el gobernador Jorge Busti como el Presidente Néstor Kirchner han ido siempre detrás del problema, con una agenda trazada por los vecinos. Tras la protesta del fin de semana, los asambleístas levantaron el corte de ruta que mantenían en una votación por ajustado margen, a la espera de otra acción oficial. Esta decisión fue polémica y abre interrogantes sobre la posibilidad de sostener unida esta inédita experiencia de acción colectiva.

En un clima de entusiasmo y alegría, en una jornada que fue acompañada con un tibio sol de otoño, alrededor de 100.000 almas de todas las edades se movilizaron el domingo pasado al Puente Internacional General San Martín, que une Argentina y Uruguay en el paso de Gualeguaychú a Fray Bentos. En la marcha de protesta más grande llevada adelante en territorio entrerriano, numerosos grupos de distintos puntos de la provincia y del resto del país se movilizaron en rechazo a la instalación de las pasteras en la margen oriental del río Uruguay y en apoyo a la Asamblea Ciudadana Ambiental que resiste férreamente la radicación de estas industrias contaminantes.

La convocatoria fue pautada para la hora 12, pero desde temprano los asistentes fueron llegando a inmediaciones del puesto aduanero que se encuentra a unos kilómetros de la cabecera del puente. Familias enteras que se trasladaron en vehículos particulares debieron ir estacionando sus coches en la banquina antes del acceso, en filas que fueron interminables. Se podían ver entre los manifestantes a niños que, jugando, ondeaban banderas albicelestes y ancianos vestidos como para una salida de fiesta, marchaban munidos de sus correspondientes reposeras. La mayoría de los lugareños parecían vivir la expresión de protesta como una caminata distendida, que era acompañada de infaltables mates que pasaban de mano en mano.

Otros escuchaban la radio, sacaban fotos y charlaban de los próximos pasos que seguirían tras ese día. Los vecinos también comentaban sobre la amplitud de la convocatoria y se les podía adivinar en los rostros una exaltación contenida que, a veces, se expresaba en agradecimientos a los visitantes de otros lugares por su presencia allí. A lo largo de la columna que se encaminaba hacia el puente, pasó una murga trashumante que aportó el color, la batucada de ATE puso el ritmo de los tambores y redoblantes, aunque los más bulliciosos fueron los estudiantes universitarios que entonaban canciones con ingeniosos estribillos: “No importa que diga el pingüino, Tabaré Vázquez o el Banco Mundial / las papeleras vamos a echar / y a nuestro río no lo vamos a entregar”.

Pocos dirigentes políticos podrían haber arriesgado que una expresión como la alcanzada por los asambleístas pudiese haber motivado una adhesión tan amplia. Estudiantes de las facultades de Educación, Bioingeniería y Agropecuarias de la Universidad Nacional de Entre Ríos pagaron de sus bolsillos los colectivos en que fueron trasladados. Lo mismo los alumnos de Exactas de la Universidad Nacional de Buenos Aires y del Luján, así como numerosos militantes gremiales y de entidades intermedias que organizaron el viaje desde distintos sitios hacia Gualeguaychú. Se vieron carteles identificatorios de diferentes ciudades de Entre Ríos y de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Santa Cruz, entre otras.

También hubo contingentes de escolares secundarios que portaban sus pancartas y dibujos por ellos confeccionados y hasta una bandera gigante, de más de 10 metros de largo. Por otra parte, la Municipalidad de Gualeguaychú montó un dispositivo por el cual dispuso de numerosos colectivos y camiones para el traslado de los habitantes de la ciudad que no tuvieran movilidad. La concentración fue en el Corsódromo y desde allí fueron transportados a la ruta 136.

La organización de la marcha fue perfectamente coordinada. Ya antes del ingreso, a la altura Arroyo Verde, donde se encontraba el piquete, los vecinos distribuían volantes de la asamblea y las letras de los himnos de Argentina y Uruguay que luego se corearían al promediar la congregación por la tarde.

El trayecto que iba desde el puesto aduanero (que se encuentra como a cuatro kilómetros del enlace vial), hasta los 1.600 metros puente adentro que se podía ingresar -limitado por medidas de seguridad- fue dividido por tramos. Cada uno de estos tramos estaba señalizado con números y servía para la orientación de los manifestantes que eran informados por altavoces. En todo el largo que ocupó la movilización, desde la Aduana hasta la “raya amarilla”, límite impuesto arriba del puente, había coordinadores de la Asamblea identificados con pecheras verdes. Estaban distribuidos también puestos sanitarios, baños químicos, cestos para la basura, equipos de audio para reproducir la transmisión oficial y se disponía gratuitamente agua mineral para los caminantes agotados. Por su lado, el municipio dispuso de camiones con grúas para asistir a los reporteros gráficos y los inspectores municipales ordenaron el tránsito en el acceso. En tanto Gendarmería montó a unos 350 efectivos para la custodia a la vera de todo el camino. El movimiento de la muchedumbre fue acompañado siempre por música y algunas que otras sandeces de un locutor que arengaba. Alrededor de las 16, la columna principal llegó a límite permitido para subir al puente. Arriba, el persistente viento del este se hizo fuerte y helado. Enfrente, a la derecha, la enorme chimenea de la fábrica Botnia se elevaba desafiante. Al otro lado, las obras de Ence se podían ver perfectamente. “Estamos tan cerca -se escuchó decir a uno que miraba el horizonte-, que con un misil tierra-tierra lo arreglamos”.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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