Derecho de dar y recibir vida

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Reflexiones de cierre

L. M. S.

Este jueves se recuerda el Día de la Donación de Sangre y no podemos soslayar su profundo significado, porque consiste nada menos que en donar porciones de la vida misma prontamente recuperables. Constantemente escuchamos angustiosos llamados que solicitan un elemento tan vital y que dependen de la buena disposición y solidaridad ajena, que en definitiva constituyen los puntales para plasmar ese acto tan trascendente.

¿Cuántos han experimentado cabalmente ese gesto maravilloso de entregar a otro ser parte de la propia sangre? Sea para la cura de un enfermo o en casos extremos en que está en juego una vida, el acto tiene el mismo sello de generosidad. Nadie puede caer en el craso error de pensar que donando sangre puede despojarse de algo definitivo. Más bien, el hecho de traspasarle sangre al prójimo, de algún modo genera el derecho a recibirla el día en que uno mismo lo requiera.

El hecho de la transfusión se considera una actividad fundamental en la actual asistencia sanitaria, donde a través de una medicina más compleja se posibilita que pacientes antes considerados irrecuperables tengan la chance de curarse. Ello requiere de esa transfusión de sangre y de sus componentes (concentrados celulares, plasma, factores anti-hemofílicos, etcétera), siendo un fenómeno cotidiano su creciente demanda en el mundo entero.

La sangre, de hecho, no se puede fabricar. La única solución es que una persona tenga la voluntad de ceder un pequeño volumen en una actitud voluntaria y altruista, convirtiendo ese paso en un hecho responsable y solidario.

Existen los denominados Bancos de Sangre, a los cuales se puede concurrir periódicamente cada cuatro o seis semanas y transformar en hábito ese gesto maravilloso. Si ello pudiera incrementarse, se lograría cubrir las necesidades de todos los hospitales de nuestro país.

Son muchas las razones que nos mueven a donar sangre, que debe ser un acto espontáneo, alejado de presiones y con un gran sentido de caridad y abnegación. ¿Por qué deberíamos hacerlo por alguien que no conocemos?, es la pregunta impostergable.

Aquí enumeramos distintos argumentos a tener en cuenta: con una donación se pueden salvar varias vidas; la cantidad donada representa apenas el 10 por ciento de la que regularmente se posee y ello no perjudica el normal funcionamiento del organismo; los tratamientos para el cáncer, cirugías cardiovasculares y trasplantes de órganos tienen un alto requerimiento transfusional y, por ende, la entrega de tan vital elemento constituye una enorme contribución que podemos hacer a nuestro prójimo. Dar sangre es seguro y ello jamás puede llegar a convertirse en una operación comercial: la sangre no se vende ni se compra. De esto se desprende que cualquier ánimo de lucro resulta inaceptable, especialmente cuando se sabe que la vida de otro está en nuestras manos.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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