Celeste Ramírez
Fueron días de debate, concientización y compromiso, y la osadía de repensar cómo construir una ciudad. Las palabras pueden sintetizar el sentido de las Primeras Jornadas Regionales “Ciudades que Enamoran”, organizadas por el Foro Ecologista de Paraná, desarrollado durante el fin de semana en el Centro Cultural Juan L. Ortiz. Más de 200 personas de diferentes puntos de la Argentina y países limítrofes participaron del encuentro.
Vale aclarar un término central: la palabra “construir”, que fue el eje del “para qué” de las Primeras Jornadas Regionales “Ciudades que Enamoran”. La palabra construir es tomada en su más exacta acepción etimológica. Es el construir que se refiere al modo en cómo somos los hombres sobre la Tierra, es el habitar, en griego Buan. Es esta palabra que al mismo tiempo significa cuidar y cultivar. Un término que hoy nos suena tan seco y cerrado, es este que en su más íntima acepción encierra toda la luz que se nos ha ocultado.
Los más de 200 asistentes de diferentes regiones de Argentina y países limítrofes, de edades tan disímiles como costumbres, coincidían en las ansias por compartir y acudieron al encuentro con fuertes deseos de volver a enamorarse de su hábitat, de rescatar la esencia de sus lugares, de reinventar los espacios que habitualmente los cobijan. Espacios que, por un lado, les ha arrebatado el mercado inmobiliario en su afán de privatizar todo lugar que considere redituable para ofrecérselos a aquellos pocos que pueden pagar su acceso. Sin dejar de mencionar que son incontables las veces que el capital global invierte en aras del urbanismo, convirtiendo frondosos espacios verdes o de enorme valor histórico en gigantes bloques de cemento, que aniquilan; o bien la naturaleza, o bien la identidad del lugar. Aquí nomás, diferentes puntos de la ciudad se han visto totalmente degradados, producto de la irracionalidad del hombre que, pretendiendo atender las campanas del progreso -exigido por la omnipresente globalización-, arroja sus desperdicios a cielo abierto, provocando la contaminación del ambiente.
Entre muchas de las causas que dejan su huella en el ecosistema, vale recordar la responsabilidad de la persona en cuanto somos partícipes del consumismo febril; también se deben apuntar los efectos del uso de agroquímicos en los campos y, además, reconocer los incidentes que ocasionan el desprendimiento de enormes cantidades de residuos en los cursos de agua, sólo por citar algunos ejemplos. El problema es el no reconocimiento de los hombres en cuanto seres parte de la naturaleza, la fragmentación y la mentira de creerse superiores.
Quienes le imprimieron sus saberes y andares a estas jornadas fueron la doctora y arquitecta Zaida Muxí Martínez, el geólogo Carlos Monsalvo, el doctor Julio Monsalvo, el ingeniero Pablo Bertinat y el artista y abogado Alejandro Meitin. Muxí Martínez, nacida en Buenos Aires, es profesora del Departamento de Urbanismo de la Escuela de Arquitectura de Barcelona y subdirectora del Master Laboratorio de la Vivienda del Siglo XXI. Realizó su ponencia sobre Género y Urbanismo, donde rescató el lugar de la mujer como el sector históricamente postergado de la sociedad patriarcal, para la que no existen las contemplaciones en el ámbito de la infraestructura de la ciudad, siendo que la infraestructura urbana se encuentra “planeada para el hombre de 1,70 metros de altura y en condiciones físicas normales”. Traducido, significa que hay un amplio sector poblacional que queda excluido: niños, ancianos, mujeres y discapacitados. Además, hizo un extenso recorrido sobre la homogeneización arquitectónica que vienen sufriendo las ciudades. Debido a esta lógica, es imposible reconocer en qué lugar se encuentra uno al situarse ante edificaciones que carecen de particularidades; bien se puede estar en Buenos Aires, Paris, Nueva York o China sin notar la diferencia. Este proceso se viene dando en torno al modelo que dicta la lógica de la modernidad, en la cual los componentes arquitectónicos esenciales para formar parte de la comunidad global son “los espacios residenciales (cerrados y vigilados), los centros de ocio y consumo y las ciudades empresariales”, que se mantienen conectadas mediante vías comunicacionales montadas especialmente para tales fines, ellas son las autopistas y los aeropuertos.
Ante esta problemática urbana, Muxí Martínez considera imprescindible la creación de una ciudad en la que todos juntos puedan pensarla mediante procesos participativos, ya que es imperiosa la necesidad de espacios de encuentro y de reconocimiento del otro, de la diversidad y complejidad del otro, y de su más sincera aceptación, dar lugar a estos encuentros se hace imprescindible e impostergable en un momento histórico en el cual las redes son necesarias. Es en la integración del otro donde se deben reconocer y garantizar las diferencias y no las desigualdades, que aíslan y segregan.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)