Manuel Lazo
(especial para ANALISIS)
De los 12.000 empleos que ocupará la zafra de unas 2.000 hectáreas en Entre Ríos, hay por lo menos 600 menores –de entre 11 y 16 años– que han abandonado la escuela para cosechar arándanos. Desde Feliciano, Federal, Chajarí y Concordia, familias enteras son trasladadas en micros hasta las quintas. Muchos hombres llegan con sus pequeños hijos, que, como sus madres, están expuestos a los soles calientes, a menguadas raciones de alimentos, escasa ingesta de agua y a los efectos nocivos del bromuro de metilo utilizado para desinfección de los frutos como requisito indispensable para ingresar al mercado de Estados Unidos, uno de los principales mercados del mundo.
Al igual que el militar ciego, de carácter imbancable y duro, personificado por Al Pacino en la Película Perfume de mujer, los contratistas de la zafra de arándano perciben esa esencia femenina de lejos y enloquecen por ella. La diferencia es que el atractivo no es un tango sino la mano de obra barata para la zafra de lo que se conoce como la “fruta de sangre azul” que empaquetada y exportada produce millones de verdes ganancias para unos pocos. Las obreras temporarias, en cambio, deberán esperar con su destino de pobreza, hasta la próxima cosecha, el mismo tiempo de un parto: nueve meses.
Pero no sólo es de mujeres la mano de obra que ocupan las tramposas empresas denominadas de Servicios Eventuales y Cooperativas contratadas por los productores. De los 12.000 empleos que ocupará la zafra de unas 2.000 hectáreas, hay por lo menos 600 menores que han abandonado la escuela para cosechar arándanos. El trabajo en negro, la explotación y el ultraje, remiten a la explotación del hombre por el hombre como ocurrió en La Forestal en el final del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Los “gendarmes volantes” de aquel tiempo, hoy tienen rango de coronel retirado, de sindicalistas, y de capangas que exprimen hasta la última gota de sudor de mujeres y adolescentes.
Cuando todavía el amanecer está lejos de insinuarse, y sin que se haya mitigado aún el cansancio de agotadoras jornadas al sol, un ejército de mujeres, despierta en todo el norte y el noreste entrerriano para marchar a la zafra de arándanos y pintar sus manos de azul a cambio de un bajo jornal.
Desde Feliciano, Federal, Chajarí y Concordia las mujeres son trasladadas en micros hasta las quintas. Muchas de ellas lo hacen con sus pequeños hijos, que, como sus madres, están expuestos a los soles calientes, a menguadas raciones de alimentos, escasa ingesta de agua y a los efectos nocivos del bromuro de metilo utilizado para desinfección de los frutos como requisito indispensable para ingresar a los Estados Unidos, uno de los principales mercados del mundo.
Para la exportación del arándano fresco argentino a aquel país, la fruta sólo puede ingresar por los aeropuertos ubicados al norte de Baltimore, donde la mosca del mediterráneo no puede desarrollarse en las bajas temperaturas que se presentan desde ésta región hacia el norte en el invierno boreal. Por esa razón, las autoridades fitosanitarias norteamericanas exigen aplicar una fumigación con bromuro de metilo antes de su internación a ese mercado y nada hace suponer que esa exigencia no se realiza en origen a pesar de las recomendaciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) por sus consecuentes daños para el medio ambiente y la salud humana.
Octubre y noviembre son los meses de más alta rentabilidad para los exportadores de este producto que ya se ubicó entre los siete primeros del mundo en ventas FOB dentro de las exportaciones de frutas frescas por la contraestación. Estadounidenses y europeos llegan a pagar hasta 28 dólares por kilo en la época en la que no están dadas las condiciones climáticas.
Desde Concordia, según lo ha reconocido el productor Marcelo Zanchetti se han llegado a exportar volúmenes de más de 200.000 cajas, de las cuales por lo menos el 90 por ciento ha salido por vía aérea que, a diferencia del transporte en barcos, reduce considerablemente el costo del flete.
En el noreste entrerriano, muchos productores han reemplazado sus parcelas de citrus por el arándano. Este es el caso por ejemplo de la empresa Blueberries SA, que pertenece a la Estancia 9 de Julio, ex Pindapoi, y que en ésta época ocupa una mano de obra de unas 1.200 personas.
Las cosecheras del fruto de alta rentabilidad perciben apenas tres pesos por kilo de arándanos cosechados, que delicadamente van colocando en recipientes con capacidad para dos kilos. Las más rápidas en la zafra, que requiere un delicado tratamiento, alcanzan a completar entre 14 y 15 tarros por jornada de ocho horas que se extienden a diez sumando el tiempo de viaje. Es decir que con máximo esfuerzo y habilidad, logran reunir 90 pesos diarios. La mayoría, sin embargo, no alcanza a los 60 pesos por jornada.
El valor de una tonelada de arándanos equivale a casi tres de carne bovina. En promedio, cada tonelada de la fruta que se exportó en 2007 se vendió a 8.242 dólares contra una de carne bovina que se ubicó en los 3.052 dólares. La temporada pasada finalizó con una cosecha aproximada de 8.000 toneladas, lo que indicó un crecimiento del 35 por ciento respecto a 2006 con una facturación de 62 millones de dólares.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)