Daniel Enz
-Usted tiene una historia de vida en Fray Bentos…
-Exacto. Soy montevideano, pero por razones de trabajo de mi padre fui a vivir cuando tenía 2 años a Fray Bentos. Hice toda la escuela allí, y recuerdo con mucho cariño a los amigos de esa época. En alguna medida, siempre me he sentido fraybentino. Más allá de que después volví a Montevideo y a posteriori a trabajar a Paysandú, siempre tuve afectos y recuerdos de la niñez y la escuela vinculados a Fray Bentos.
-¿Hace cuánto no recorre su barrio, su plaza?
-Y… mucho tiempo, pero pude hacerlo hoy antes del reportaje. Yo vivía a unos 30 o 40 metros de lo que era el Estadio Liebig, incluso era fanático de ir a ver los partidos de la Selección de Río Negro en su momento y la verdad es que encontré todo muy parecido a lo que era hace 40 años.
-Cuando empezó a conocerse el proyecto y las inversiones, ¿cómo comenzó a transitar por su vida la idea “Fray Bentos/Botnia”?
-Había una cuestión central: lo que a muchos montevideanos no les pasó, eso de haber mojado sus pies en el río Uruguay, yo lo hacía cotidianamente en esa época. Iba con mi familia todos los veranos a la playa de Las Cañas, aún en invierno. Conocía el lugar, tenía cariño por el río, lo que me ubicaba en lo que iba a significar la instalación de un emprendimiento de estas características. Si bien los uruguayos debemos nuestro nombre al río, no tenemos una vida de río, como sí ocurre con los argentinos.
-Cuando comenzaron los primeros cruces por la instalación de la papelera, la gente de Montevideo decía que era un problema de Fray Bentos, como desligándose…
-Eso es de antaño. Cuando yo iba a la escuela en Fray Bentos se sentía ese sentimiento de desdén, o de mirar las cosas como que era un rincón perdido en Uruguay. Con mi llegada a Montevideo también lo sentí. No puedo hablar de discriminación, pero sí de una cierta mirada que te colocaba como viniendo desde un rincón perdido, un ángulo perdido sobre el río Uruguay. Lamentablemente, el Uruguay sufre una macrocefalia que ubica a la mitad de la población en la ciudad de Montevideo, y para muchos montevideanos, el Uruguay termina en el río Santa Lucía; es decir, pensar al norte del río Negro no cuadra en la imaginación de muchos, y pensar en el río Uruguay tampoco. La mayor parte de los montevideanos nunca estuvo frente a las costas del río Uruguay.
(Más información en la edición gráfica del 9 de agosto de 2012 del Semanario ANALISIS)