Daniel Tirso Fiorotto
Especial para ANÁLISIS
Regiones soberanas como Entre Ríos y Santa Fe fueron protagonistas de las luchas que dieron origen a un país: la Argentina. Razones y victorias en el campo de batalla determinaron un régimen federal.
A territorios como la Patagonia le impusieron un sistema (que ya venía enfermo de unitarismo), tras la destrucción de pueblos antiguos llamada “Conquista del desierto”. El golpe contra Irigoyen terminó consolidando la concentración del poder, con el sistema de coparticipación, fruto de gobiernos de facto y fraudulentos.
Estamos en pleno siglo XXI y los pueblos vuelven por sus fueros. Pero Buenos Aires, emblema del unitarismo implantado por los Bernardino Rivadavia y Bartolomé Mitre, en vez de “libertad” escucha “limosna”.
El poder político, financiero, corporativo y mediático de Buenos Aires, cabecera de playa del imperialismo, no es sordo. No necesita audífonos. Tampoco sus pueblos, a los que sí les vienen bien megáfonos, como víctimas de la misma oligarquía casada con pooles, exportadores, hipermercados, dueños de agronegocios, multinacionales varias, grandes banqueros, terratenientes, petroleros, industriales, mineros, mafias de todo calibre.
Alza la pata
La revista ANÁLISIS, con sus mil ediciones, ha servido al conocimiento de los enredos del poder local en nuestra provincia. Es difícil la tarea del periodismo que busca algún grado de esclarecimiento frente al barullo planeado desde el poder, cuando la torta no se corta acá.
(Más información en la edición gráfica número 1000 de ANALISIS del día 11 de abril de 2014)