Por Nahuel Maciel
Especial para ANÁLISIS
Los conflictos ambientales estallan en todos los rincones del país: minería a cielo abierto, residuos urbanos, actividades industriales, la soja con su desierto verde y los agrotóxicos (qué parte de la palabra tóxico no se entiende que es veneno), los desmontes nativos… y, claro está, el más significativo por su persistencia: la lucha contra la pastera del proyecto Orion, más conocido como Botnia o su actual denominación UPM.
Este 27 de abril se realizará la décima marcha al Puente Internacional General San Martín que vincula a Gualeguaychú con Fray Bentos. Por décimo año, esta movilización convoca a la reflexión, esta vez bajo el lema “Sin fronteras, por la vida”. Un claro mensaje de que la contaminación no se detiene en donde encuentra un límite administrativo o geopolítico… y que recuerda que el mundo es una casa grande.
El Río Uruguay hoy es un peregrino en medio de un holocausto producido por el desmonte, los agrotóxicos, los efluentes urbanos e industriales, la pesca indiscriminada y la pastera que se instaló para lesionar 200 años de historia compartida entre los pueblos ribereños.
Este peregrino en medio de este holocausto pide un milagro que deberá llegar desde los hombres, no de los dioses… pero que también dependerá de los compromisos de los Estados para con sus pueblos.
El conflicto pastero lleva once largos años. Ha fracasado lamentablemente la política, fracasó la diplomacia e incluso quienes intentaron hacer de facilitadores. La República del Uruguay, como la de Argentina, se encuentra de rodillas frente a este emprendimiento que sólo siembra la discordia donde debería prevalecer la cooperación.
Si hay un pueblo parecido al uruguayo, ése es el entrerriano. Esta provincia perfectamente podría denominarse La Banda Occidental del Uruguay y no cambiaría en nada su identidad.
Identidad alimentada junto a esos ríos que han alimentado a pueblos y ciudades, pero que hoy son una cinta transportadora a cielo abierto de la peor contaminación.
Así, el Río Uruguay deja de ser “ese cielo azul que viaja” al decir de Aníbal Sampayo, y ya no contiene –por la mortandad de especies- al Río de los Pájaros como bien lo llamaron los hermanos guaraníes.
(Más información en la edición gráfica número 1000 de ANALISIS del día 11 de abril de 2014)