Las familias del poder

Edición: 
1059
Anticipo del libro “Macristocracia”, de Fernando Cibeira

Por Fernando Cibeira

«El mejor presidente que tuvo el país», suelen repetir Mauricio Macri, Marcos Peña y Horacio Rodríguez Larreta cada vez que los consultan acerca de su ideal de gestión. Es el gran lugar común entre los dirigentes del macrismo la reivindicación de Arturo Frondizi y el desarrollismo como modelo a seguir. En la oposición marcaron esa respuesta como tramposa porque el modelo PRO no sólo no muestra sesgo industrialista sino que apunta a sostenerse en las políticas extractivistas —agronegocios y minería— y en las actividades financieras, los dos sectores claramente más favorecidos durante el primer año de gestión. El mentado «modelo australiano» que pregonan algunos oficialistas, cimentado en la exportación de recursos naturales. Para negar una inspiración neoliberal, más acorde con el poco defendible modelo de los 90, hablan de aquel frondicismo de los 60. Con todo, si hay alguien que puede reivindicar con derecho la herencia desarrollista, es el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, nieto y homónimo del cofundador del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) junto a Frondizi y quien se encargó de darle forma a sus ideas.

Obviamente, en su despacho tiene imágenes del abuelo bien visibles. Con un pasado en la city financiera, Frigerio se reveló en funciones como el más político de los integrantes del Gabinete de Macri, con posible futuro electoral en 2017 o 2019. Su estrella en ascenso en el firmamento macrista quedó confirmada en septiembre, cuando un decreto publicado en el Boletín Oficial lo oficializó como jefe de Gabinete suplente para cuando Marcos Peña se encontrara en algún viaje en el exterior. Hasta ese momento, Peña era reemplazado en las cuestiones protocolares y administrativas por la canciller Susana Malcorra.

Rogelio Julio «El Tapir» Frigerio, el abuelo, era un porteño hijo de inmigrantes nacido en 1914 en Villa Urquiza. Su padre, Gerónimo Frigerio, fue un italiano que llegó al país en 1879 y se casó con Carmen Guanziroli. Luego de probar en varios rubros, se terminó dedicando al comercio. Tuvieron ocho hijos, uno de ellos fue Rogelio. Su padre, con quien mantendría una relación conflictiva, lo envió a un colegio de seminaristas en Villa Devoto y, luego de una de esas frecuentes peleas, lo pasó al Colegio Americano, un instituto protestante de Villa del Parque. Rogelio Frigerio tomaría una elección que resultaría decisiva cuando entró a estudiar Derecho en la Universidad de La Plata. No por la carrera, que no terminó, sino por las relaciones políticas que haría, que lo acompañaron toda su vida.

Por aquellos años 30 en los que el golpe de José «von Pepe» Uriburu derrocó al gobierno popular del radical Hipólito Yrigoyen, Frigerio se vinculó con la agrupación de izquierda Insurrexit junto al escritor Ernesto Sábato, Bernardo Sofovich —tío del conductor televisivo Gerardo—, Héctor Agosti, Baltasar Jaramillo, Narciso Machinandiarena y Carlos Moglia. En su mayoría —aunque no era excluyente— se trataba de miembros de la Federación Juvenil Comunista y algunos de ellos llegarían a presidir la FUBA por aquellos años. Isidoro Gilbert en el libro La Fede, explicó: Lo de Insurrexit fue casi una hermandad. Esto explica algunas amistades que se mantuvieron en el tiempo, aun después del alejamiento del espacio comunista en busca de otros caminos de ideales.

Es lo que ocurrió entre Agosti y Frigerio y entre este último y Sábato. Ya fuera del comunismo, el mentor del desarrollismo y el escritor estuvieron distanciados por mucho tiempo. La reconciliación llegó cuando los dos eran ancianos.
Los integrantes del grupo compartían la pasión por la política, las largas tertulias sobre cuestiones de actualidad y el interés por los caballos de carrera, una afición de la época.

Fueron tiempos duros, el poder represivo no les perdía pisada. Frigerio le contó a Julia Constenla para su biografía de Ernesto Sábato: Después vinieron cosas peores aunque también nosotros conocimos la picana eléctrica, la llamada «Sección Especial». Nos perseguían y estábamos inseguros, mal alimentados. Pero teníamos un increíble fervor, nos consumía el afán de saber, de capacitarnos para ejercer el poder. Hacíamos citas resguardadas, en lugares impredecibles, con contraseñas, tiempos de espera, mecanismos de seguridad.

Agosti caería detenido —lo estuvo en varias ocasiones durante aquellos años— y Frigerio presidió la comisión que se creó para exigir su liberación.

Insurrexit se fue diluyendo hasta dejar de existir alrededor de 1935. Frigerio tomó distancia del núcleo duro del comunismo criollo y, con la muerte de su padre, debió ocuparse de los negocios de la familia, la cadena de tiendas La Ideal. A eso le agregaría emprendimientos inmobiliarios como el barrio Alfar de Mar del Plata, y agropecuarios con el campo El Guazuncho, en Entre Ríos. Tuvo éxito en sus incursiones empresariales y participó en varias sociedades en rubros como cuero, textiles y maderas. Ese respaldo le permitió contar con recursos suficientes para la actividad política. Así, en 1946 fundó junto a Baltasar Jaramillo una revista de nombre explícito: Qué sucedió en 7 Días, conocida como Qué, inspirada en el exitoso modelo de la norteamericana Time. Para hacerla convocaron a varios ex Insurrexit. Frigerio ocupó el cargo de vicedirector, pero sólo durante cinco números. Decidió renunciar debido al pronunciado tinte antiperonista que fue tomando la publicación. De hecho, el PC participaría de la Unión Democrática que enfrentó a Perón en las elecciones de ese año. Frigerio no coincidía con ese rumbo, lo mismo que otros ex Insurrexit y ex Fede que lo acompañaron en la salida. Fuera de Qué, armaron sus propios grupos de estudio para analizar los problemas económicos que debía resolver la Argentina: el «frigerismo». Sus bases estaban en el marxismo, aunque Frigerio prefería decir que se basaba en Hegel. A eso le agregaban una fuerte influencia de grupos de pensamiento nacionalista como era el caso de Forja (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina).

Luego de un número en el que entrevistaron a la actriz Libertad Lamarque para que contara su conflictiva relación con Evita, el gobierno peronista mandó secuestrar la edición de Qué. Un rápido acuerdo del gobierno con los sindicatos impidió que la revista siguiera saliendo. Jaramillo cayó en una profunda depresión y se suicidó en 1950. Era descendiente de una familia de la aristocracia riojana, con varios políticos y jueces entre sus integrantes. Su hijo se convertirá en dirigente del desarrollismo de la mano de Frigerio y se casará con la actriz Soledad Silveyra. Como dato de color queda agregar que el Baltazar Jaramillo que desde 2012 dirige la porteña Radio de la Ciudad es hijo de ambos.

Rogelio Frigerio reabrió Qué en noviembre de 1955 con apoyo de la viuda de Jaramillo y Delia Machinandiarena, hermana de su amigo Néstor, en la residencia familiar ubicada frente al Hospital Militar. La idea era conjugar el contenido de una revista de actualidad con un fuerte tono de opinión a favor de una causa política. Tenía como columnista estrella a Jacobo Timerman y también se sumaron Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, los principales difusores de las ideas de Forja, que le imprimieron un tono nacional y popular muy diferente a lo que había sido la primera versión de la publicación. Lo mismo con las reseñas de libros que escribían Fermín Chávez, José María Rosa y Rodolfo Puiggrós o las notas que se hacían sobre los trabajos de Juan José Hernández Arregui o de Jorge Abelardo Ramos. Fue una iniciativa exitosa. Duró varios años y llegó a vender 200 mil ejemplares.

En 1956, se produciría el encuentro que cambiaría el destino de Frigerio. Néstor Marchinandiarena le organizó en la casona familiar un encuentro con Arturo Frondizi, quien dos años antes había sacado su célebre trabajo Petróleo y política. «Fue en una calurosa tarde de enero de 1956 y si alguien me pidiera que fijase una fecha de nacimiento del desarrollismo, indudablemente citaría ese día», escribirá luego Frondizi en el libro “Qué es el Movimiento de Integración y Desarrollo”. Y añadía: Debatimos y coincidimos de inmediato y allí comenzó una rigurosa labor de análisis de la realidad nacional y sus problemas, lo cual incluía una prolija y crítica revisión de las posiciones sostenidas por las distintas fuerzas políticas, en primer lugar por el radicalismo, en el que yo venía actuando desde hacía un cuarto de siglo.

«Desde nuestro primer encuentro las coincidencias surgieron con naturalidad», subrayará, por su parte, Frigerio. Una obviedad dado que trabajarán juntos durante más de tres décadas. A partir del encuentro, la revista Qué se transformará en un activo órgano de difusión de las ideas de Frondizi y el desarrollismo. El modelo era la Europa de la posguerra: el milagro alemán, la recuperación francesa y el desarrollo italiano. Habían salido de la depresión económica con sus fábricas, viviendas, puentes, aeropuertos, automóviles, usinas hidroeléctricas. Frondizi instaba a los jóvenes intelectuales a dejar de lado el izquierdismo declamatorio y fijarse lo que realmente funcionaba en el mundo. Impulsar la industria pesada, el acero, el petróleo.

Como presidente de la UCR, Frondizi puso en marcha una estrategia de fuerte crítica a la dictadura que encabezaba Pedro Eugenio Aramburu y de denuncia de las injusticias que se cometían contra el peronismo proscripto. El protagonismo que le imprimió a su accionar terminó dividiendo a la UCR. Por un lado, los sectores más conservadores del partido y que tenían un buen vínculo con Aramburu, reunidos en torno a Ricardo Balbín, crearon la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Frondizi, por su parte, lanzó la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). Así, divididos, se presentaron a las dos elecciones convocadas por la dictadura: primero para elegir convencionales constituyentes y luego para la votación de presidente y vice. Las elecciones a constituyentes de julio de 1957 las ganó el voto en blanco (como había ordenado Perón), segunda quedó la UCRP y tercera la UCRI, aunque por un margen estrecho.

(Más información en la edición gráfica número 1059 de la revista ANALISIS del miércoles 24 de mayo de 2017)

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