Guillermo Folguera: “Gran parte del discurso científico y tecnológico actúa para silenciar a las comunidades y no junto a ellas”

Edición: 
1118
Entrevista con el autor de “La ciencia sin freno”

¿Por qué discutir sobre ciencias y tecnologías en este momento? ¿No hay otras prioridades? ¿Por qué es importante esa conversación seamos o no parte de la comunidad científica? Estas preguntas se plantea Guillermo Folguera, científico y militante ambiental, en su libro “La ciencia sin freno”.

 

Américo Schvartzman

 

Guillermo Folguera es investigador del Conicet, licenciado en Biología y en Filosofía y doctor en Ciencias Biológicas de la UBA. Docente en historia de la ciencia, coordina además el Grupo de Investigación de Filosofía de la Biología (también en la UBA). Es decir que no está afuera del sistema de producción de conocimiento. Pero además, es desde hace casi veinte años un activo militante ambiental. Y su libro “La ciencia sin freno” en gran medida muestra el cruce de ambas experiencias. Lleva como subtítulo: “De cómo el poder subordina el conocimiento y transforma nuestras vidas”.

 

Cree que son demasiado importantes las ciencias y las tecnologías para dejarlas en manos de empresas y funcionarios. Atraviesa su trabajo un desafío tremendo: ¿cómo poner esa herramienta al servicio de las comunidades, de la vida, del ambiente? ¿Es posible? Pero hay preguntas que deben hacerse antes: ¿Qué es la ciencia? ¿Cuándo y cómo el Poder hizo de la ciencia políticas de Estado? ¿De qué modo las empresas la ajustaron a su imagen y semejanza?

 

La respuesta es una frase inquietante que desmenuza a lo largo de casi 200 páginas: “Desde hace algunas décadas, las ciencias, junto con las tecnologías, han sido adoptadas y modificadas desde el poder institucional para incidir de una manera burocrática y publicitaria, centrada en la innovación y en la intensificación del control social, bajo la lógica dominante de la eficiencia”.

 

Cada capítulo despliega –de modo ameno, documentado, eficaz– los elementos de ese enunciado. “La ciencia es un terreno en disputa”, dice. Pero si no hacemos algo, las personas, el ambiente, la vida, estamos en severa desventaja en esa disputa.

 

El libro acaba de ser publicado por CFP24 Ediciones y su autor trabajó en él durante cinco años. Tiene un prólogo del uruguayo Raúl Zibechi. Y es un material imprescindible: ofrece destacados aportes para disputar la apropiación de esa herramienta, “la más valiosa que tenemos”, y aspirar a que sirva a otros fines.

 

En tu libro planteás un cuestionamiento a la forma en que se gestiona o se usa el conocimiento científico, pero también a la forma en que se produce.

Yo hago una primera distinción que a veces siento que se soslaya: una cosa es la forma en la que el conocimiento científico produce saber, y otra es el modo en el que ese saber científico interviene en términos de políticas públicas. Lo primero, cómo se produce saber, está fuertemente disciplinado, regulado, cada disciplina tiene su propia forma de validación mediante publicación en revistas, evaluación de pares y otras cuestiones menos públicas –como jerarquías, modos de incidencia, centralidad, en dónde se produce el conocimiento, etc. En esa forma de producir el conocimiento, disciplinar y autorreproductiva, el para qué encuentra su justificación. Que es válida, pero es un modo particular de conocimiento.

 

En “La ciencia sin freno” te centrás más en el otro aspecto, en cómo el saber científico se convierte en políticas de Estados y en función de intereses empresariales.

Sí. Y ahí no alcanza con la evaluación interna en función de supuestos beneficios y potenciales perjuicios. Requiere ser evaluada en función de otras alternativas. Porque lo que entra en juego es una pregunta de otro tipo: cómo un determinado colectivo, una comunidad o sociedad, quiere vivir. Entonces este para qué, que admitía su autojustificación en el primer caso, requiere ser discutido. ¿Para qué se hace lo que hace? Y ese para qué, ¿qué involucra? Porque hay potenciales daños y potenciales beneficios. Después de la Segunda Guerra Mundial, en la década siguiente, aparece un actor muy importante que son las multinacionales. Y con ello la díada Estado-empresa que moldea la lógica actual bajo un discurso de beneficio y ganancia colectiva pero con el aval del carácter disciplinar. Pero sin la discusión de políticas públicas que señalé. En esta tensión hay un primer punto para considerar, que da origen y justificación al libro: cómo dar una herramienta a la comunidad no científica para repensar estos temas que directamente le competen y le inciden.

 

(La nota completa en la edición 1118 de la revista ANALISIS del jueves 11 de marzo de 2021)

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