
Antonio Tardelli
La idea de que la realidad es dinámica, y de que lo que fue bueno ayer puede no serlo hoy, se ha convertido en uno de los latiguillos más empleados en el espacio público. Todo dirigente podrá recurrir a él para fundamentar una actitud que de otro modo podría ser tildada de incoherente. Gran coartada, habilitadora de inconsecuencias, la noción de que los escenarios se modifican es, sin embargo, cierta. No es inexacta. Las cosas cambian. Los contextos varían. Lo que en otro momento fue solución puede ser ahora un problema. Lo que en este tiempo luce como deseable pudo otrora ser desaconsejado.
No se sabe aún cómo votarán los argentinos en 2021. La pandemia y la necesidad de desalentar su propagación se han convertido en una excusa formidable para alterar el cronograma electoral. Se especuló con la supresión de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). O con su postergación. O con su unificación con las elecciones generales. La hipótesis fue blanqueada esta semana por el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa.
El legislador del Frente de Todos opinó que la política debe ser capaz de resolver sus asuntos de la puerta para adentro. La intención, añadió, es no obligar a la gente a sufragar dos voces en lo que resta del año. Es una interpretación llamativa. En la expresión se condensa la inconsecuencia de la clase política, una superestructura que concibe el ejercicio del voto, manifestación de autodeterminación, como una obligación insoportable a la que es sometido el ciudadano.
(Más información en la edición gráfica número 1119 de la revista ANALISIS del jueves 8 de abril de 2021)