
El exgobernador Sergio Urribarri está en su peor momento político y judicial. Teme condenas fuertes de parte de la justicia, que lo inhabiliten a perpetuidad y que hasta pueda ir a la cárcel por delitos de corrupción. En esta edición, historias de abuso de poder, corrupción y secuelas de manejos impunes en una provincia.
Daniel Enz
A Sergio Urribarri nunca se le cruzó por la cabeza que iba a llegar este momento en que está siendo enjuiciado por delitos de corrupción durante su administración. En los días previos al inicio del Megajuicio se cansó de enviar mensajes a diferentes hombres del poder político, tanto a nivel nacional como provincial, donde se mostró molesto y de alguna manera los responsabilizó de su destino, porque nadie -según Urribarri- trató de interceptar el inicio del juicio. El exmandatario confía en sus abogados, pero entiende que le será muy difícil zafar de estas instancias, que pueden marcar su final político. De hecho, en Casa Rosada y más que nada a partir de la llegada de Santiago Cafiero a la Cancillería, siguen muy de cerca lo que sucede en los Tribunales de Paraná y no dudarán en desplazarlo de la Embajada Argentina en Israel, de haber una condena del tribunal que lo juzga y no esperarían a las confirmaciones posteriores, en otros estamentos superiores.
Entre los dirigentes y funcionarios más jóvenes del kirchnerismo, de alguna manera se sorprendieron con el enjuiciamiento de Urribarri. Precisamente porque no tenían demasiado conocimiento de lo que había sido su carrera política y menos aún de su crecimiento patrimonial en los últimos diez años.
Casi nadie sabía de su origen humilde, como hijo de ferroviario, en su Arroyo Barú natal o en General Campos, hasta dónde llegó una vez Jorge Busti, para proponerle que sea diputado provincial del PJ-Concordia, a partir de la administración de Mario Moine. Urribarri vivía en una casa social otorgada por el IAPV, con puerta de chapa, junto a su mujer Ana Lía Aguilera y los cuatro chicos: Sergio Damián, Mauro, Bruno y Franquito, que aún no había cumplido un año de vida. Ese día Busti se sorprendió con la presencia de un quinto nene, que apenas tenía 12 años, que estaba con la ropa destruída y descalzo: Juan Pablo Aguilera, hermano de la mujer de Urribarri. Urribarri le hizo pollo, en una parrillita sobre una chapa en el suelo, que tenía en el patio de la casa.
(Más información en la nota de la edición gráfica número 1125 de la revista ANALISIS del jueves 14 de octubre de 2021)