Por Luis María Serroels (*)
Este lunes el calendario señala, entre las grandes efemérides, dos hechos de nuestra historia sellados en la conciencia de los argentinos y de los entrerrianos en particular. Se trata de sendos acontecimientos protagonizados por dos hombres nacidos en dos provincias mesopotámicas: correntino uno, entrerriano el otro, que el destino marcó como artífices de grandes causas en la historia argentina.
El 3 de febrero de 1813, el más grande de todos, José de San Martín, daba el bautismo de fuego a su Cuerpo de Granaderos a Caballo en la batalla de San Lorenzo. Fue su inicio militar como paso a su formidable estatura como pensador y ejecutor de las ideas de Mayo de 1810 que quedarían selladas en Tucumán en 1816.
No se conformó con alcanzar la libertad en su suelo: su generosidad lo llevó a darles también libertad a Chile y Perú. Su grandeza y desprendimiento se pusieron de manifiesto al rechazar honores y riquezas materiales.
Figura arquetípica, dotado de audacia y estrategia para la guerra y alto espíritu de cuerpo, hizo una obra inmensa asentada en su férrea voluntad y modestia natural, imponiendo la fuerza de sus convicciones. Así fue abonando surcos profundos donde fue fructificando la semilla de la soberanía, inculcando a sus subordinados valentía y coraje, pero también pautas de conducta conciliables con la gesta que se estaba plasmando.
El 3 de febrero de 1852, Justo José de Urquiza venció en la Batalla de Caseros y comenzó a abrirle cauce a la tan ansiada organización nacional. Allí también se sembraron frescas semillas que nos darían a los argentinos nuestra Constitución Nacional y convertirían a nuestra Paraná en capital por varios años de la Confederación Argentina.
Si hubiese que elegir sólo un elemento para referenciar la obra del Urquiza gobernante, valga citar sus afanes en pos de la educación para todos.
“Mis afanes, mis desvelos y conatos por enseñar e instruir a esta joven generación son contraídos y encaminados al loable fin de difundir y propagar la civilización, elevar a la provincia de Entre Ríos y si se quiere a la Confederación toda al más alto grado de progreso y adelanto...”, expresó en una carta dirigida a Antonio Crespo. Y como prueba de su espíritu progresista, mientras acantonaba sus ejércitos fundó el Teatro 3 de Febrero e incentivó en sus soldados la tarea de laborar la tierra, enseñándoles los trabajos agrícolas como abrirles el portalón entrerriano a inmigrantes que llegarían a nuestros fértiles suelos con su laboriosa pasión cerealera, consagrando un verdadero crisol de razas, el modo de plasmar en hechos concretos el generoso Preámbulo de nuestra Constitución Argentina.
Valga asimismo recordar sus medidas en lo económico y en materia de comunicaciones.
San Martín y Urquiza, quedaron unidos por dos batallas y una misma fecha. Hasta compartieron, quizás también, al final del camino, la misma ingratitud e incomprensión.
Uno murió en la soledad del destierro, sólo acompañado por su hija Merceditas, sus dos nietas y su yerno Mariano Balcarce, rodeado de sus recuerdos lejanos pero manteniendo, por encima del dolor, siempre frescas sus ideas de unidad nacional. El 17 de agosto de 1850, en su residencia de Boulogne Sur Mer (Francia), antes de expirar le dijo a su hija y su yerno, que “esta es la fatiga de la muerte”.
En 1864 los diputados nacionales por Buenos Aires Adolfo Alsina y por Entre Ríos, Martín Ruiz Moreno, presentaron al Congreso Nacional un proyecto para que cumpliera la voluntad del Prócer de descansar en Buenos Aires.
El otro, vio anticipada su partida bajo las balas y las puñaladas surgidas de manos traidoras, en su Palacio San José (Entre Ríos), al mismo tiempo que a 25 leguas de allí eran también asesinados dos de sus hijos.
Por eso este 3 de febrero es una fecha doblemente significativa para nuestra provincia. ¡Qué bueno sería aprovecharlo para reafirmar nuestros compromisos con el destino del país! Pero con un sentido fuertemente federal que hoy se desdibuja cada día más por exceso de personalismo y falta de grandeza. Dicho con más claridad, con decisión y coraje para fortalecer los sueños sagrados y siempre vigentes de San Martín y Urquiza.
Y especialmente en el año en que honramos a nuestro Supremo Entrerriano, Francisco Ramírez “varón de estirpe gaucha, chasquero de la Patria, abanderado de los principios de Mayo de 1810, que sirvió y afianzó la libertad inicial”, al cumplirse el Bicentenario de la Proclamación de la República de Entre Ríos.
(*) Especial para ANÁLISIS