
Benedit y Astiz con acciones en manos de la historia.
Por Néstor Banega (para ANÁLISIS)
Atrocidad, brutalidad, salvajada. Encierran todo eso y muchísimo más. Los crímenes de lesa humanidad son, ni más ni menos, los delitos más graves que el hombre puede cometer, son un daño a toda la humanidad. Ponen a quien los comete en un lugar indecible. Bajeza entre las bajezas.
La reciente visita de seis diputados nacionales a la Cárcel de Ezeiza para entrevistarse con un grupo de genocidas merece comentarios, reflexiones y repudios. Un diputado de la nación argentina que llegó a la Cámara Baja nacional elegido en esta provincia, nos pone en la necesidad de ocuparnos del tema. Es que a veces nos debemos el respeto que no nos tienen.
Un episodio subrepticio con intenciones desconocidas entrega elementos que llevan el asombro hasta límites desconocidos.
Ofrece rarezas que alimentan cualquier análisis. Dos de las legisladoras que fueron parte del tour, reconocieron que no les advirtieron la naturaleza de la movida. Lourdes Arrieta y Rocío Bonacci, de ellas se trata, son parte del Bloque de La Libertad Avanza (LLA). Hablaron de engaño, lo que muestra claramente que se trata de un escándalo.
Sobre todo, si tenemos en cuenta que Bonacci ha dicho en las últimas horas que siente “decepción y miedo”. ¿Miedo?
Es que debe ser decepcionante ser objeto de engaño por un par y encontrarse de golpe frente a un genocida, en toda la extensión del término, como Alfredo Astiz. Un horror.
Este preso, durante la última dictadura militar que sufrió nuestro país, fue parte sustancial de un aparato represor que usó todos los resortes del Estado para sumir a nuestro país en un período sangriento.
Astiz se ocupó de hacer sufrir a personas y no dudó en usar el engaño para preparar sus trampas. Ocultando, mintiendo arteramente lograba acercarse a familiares de argentinos que habían desaparecido. Se infiltró en reuniones que se hacían en la Iglesia de la Santa Cruz y participó del secuestro y desaparición de Azucena Villaflor, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo.
Hizo de las suyas y, ya en democracia, fue juzgado. Remarquemos esto. Tuvo acceso a la justicia.
Es algo muy diferencia de lo que él hacía con quienes secuestraba y torturaba en la Escuela de Mecánica de la Armada. Cuando fue detenido Astiz hubo una orden judicial. Accedió al servicio de un abogado para que lo defienda. Es decir, tuvo oportunidades que negó a sus víctimas.
Pudo explicar. Argumentar a su favor. Pudo decir sin que por hacerlo alguien lo estuviera torturando. Tuvo la oportunidad que no le dio a quienes eran arrojados al mar después de ser vilmente ultrajados.
Es decir que está preso en el marco del Estado de Derecho. Se respetaron sus garantías constitucionales, las que están contenidas en la Constitución sobre la que juró el diputado entrerriano que quiso visitarlo.
Astiz participó del secuestro y desaparición de dos monjas francesas que fueron cuidadoras de un hijo del dictador Jorge Rafael Videla. Lo hizo un 8 de diciembre. Un verdadero piadoso: se infiltraba en una iglesia y secuestraba en una fecha de singular importancia para la feligresía católica que desde 1994, cuando era presidente Carlos Menem, tiene a esa fecha como feriado nacional.
Digresión: hace pocos días se recordó y nombró a estas dos religiosas cuando el presidente de la Nación, Javier Gerardo Milei, anduvo visitando a su par francés.
Otro detalle de la trayectoria del genocida encarcelado: se rindió en Malvinas sin disparar un solo tiro.
¿Qué intimas convicciones impulsaron al diputado nacional Beltrán Benedit a organizar una visita a este genocida? ¿Por qué engañó a las diputadas? Algún día se sabrá. Porque la historia es así.
Serán seguramente la propia Cámara de Diputados de la Nación la que deba expedirse sobre su conducta. No nos toca. No debemos. Pero hay cuestiones que no pueden ni deben pasar desapercibidas.
Es necesario reflexionar. Ya se ocupará el tiempo de poner las cosas en su lugar. Es que el tiempo suele ser un juez de fallos contundentes.
John Rawls escribió Teoría de Justicia. Es un filósofo norteamericano que sostenía: la justicia es a las instituciones sociales lo que la verdad es a los sistemas de pensamiento y no hay comunidad humana viable sin que todos estemos de acuerdo acerca de determinados principios de justicia comunes.
O sea que una comunidad debe contar con principios de justicia que igualen. Tal vez el genocida Astiz pensó algo de esto cuando pudo defenderse ante las acusaciones de las que fue objeto y que lo llevaron a la cárcel.
No es fácil la cuestión. Es escabrosa. No se la puede rebajar al insulto.
Astiz, un genocida, tuvo acceso a la justicia. Vale recordarlo para intentar poner algunas cosas en su lugar. Fue juzgado porque cometió delitos de lesa humanidad, que son crímenes eternos.
En el tiempo en que fue parte de un grupo de tareas que secuestraba y torturaba, un Obispo, Miguel Esteban Hesayne, en julio de 1976, sostuvo: la violencia no es humana ni cristiana porque lleva en su definición una negación de la justicia y la verdad, y por lo tanto jamás podrá resolver ningún conflicto humano”.
Habló así frente a las autoridades de facto de la provincia de Río Negro y esas palabras suenan esclarecedoras y actuales. Es la Cámara de Diputados de la Nación la institución que tiene la oportunidad de analizar la conducta de uno de sus integrantes y si lo considera necesario, aplicar una sanción. Y de todo lo demás, se ocupará la historia.