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Un tuit de auxilio

Jaime Durán Barba

La política, como cualquier teoría, debe ser contrastada con la realidad. Durante décadas, el comunismo prometió un desarrollo pleno, pero terminó en fracaso, salvo por la excepción cubana, hoy hundida en la miseria. En la Argentina de Milei, se debate si la economía es el factor determinante del voto: ¿los ciudadanos deciden con base en el dólar, el riesgo país y las acciones en Wall Street, o la política puede torcer esa lógica? La intervención directa de Donald Trump –con 20 mil millones de dólares, respaldo internacional y apoyo explícito a Milei– convierte a las elecciones de octubre en un laboratorio inédito. Por primera vez, todos los recursos económicos y políticos de la mayor potencia del mundo se alinean para influir en un resultado electoral.

Para analizar la política usando el método científico, toda teoría o creencia, económica, política, religiosa o de cualquier orden, debe contrastarse con la realidad siguiendo ciertas normas. Si funciona, sirve para seguir acumulando conocimientos por cierto tiempo; si falla, es descartada.

Durante setenta años, casi la mitad de la humanidad fue gobernada por partidos que creían que se podía llegar a un desarrollo pleno, implantando la dictadura del proletariado y manejando la economía con un modelo centralmente planificado. A fines del siglo XX todos los países que habían vivido con este modelo se desmoronaron, adoptaron la economía capitalista. La excepción fue una Cuba, sumida en la miseria, cuyos escombros flotan en el Caribe. El comunismo fue una utopía que emocionó a muchos, pero no funcionó.

Pasa lo mismo con otras teorías que son lógicas, pero si no se compadecen con la realidad y no producen los resultados que postulan, pueden ser dejadas de lado. El gobierno argentino está orgulloso de ser, con otros países como Estonia, Letonia y el sultanato de Brunéi, uno de los que mantienen el equilibrio económico más perfecto en el mundo, lo que los ha convertido en los líderes políticos y económicos de mayor poder de este momento. En el otro extremo están países desordenados, con un enorme déficit, felizmente irrelevantes en la comunidad internacional: Estados Unidos, Japón, India, el Reino Unido y Francia.

“Las elecciones de octubre serán un verdadero laboratorio político: por primera vez podrá constatarse si la economía, con todas sus variables bajo control, es la que de verdad determina el voto”.

En la política concreta se ha impuesto, en Argentina, la idea de que las variables económicas determinan el voto de los ciudadanos, que van a votar con una planilla de Excel que dice si el riesgo país está subiendo o bajando, cuál es la situación del dólar blue, y si las acciones de las empresas argentinas en Wall Street están subiendo o bajando. Si los indicadores económicos son favorables, votan por Milei; si están mal, lo hacen por el peronismo.

Quienes nos hemos pasado la vida estudiando la política real no hemos encontrado una relación de causalidad entre las variables económicas y las políticas. Lo más que puede ocurrir es que existan correlaciones entre ellas, pero igual es posible ganar o perder en octubre frente a Milei, cualquiera sea la cotización del dólar blue, si se maneja bien la campaña y se hace política de manera inteligente.

En estas elecciones habrá una oportunidad única para constatar si el economicismo funciona en la realidad. Milei hizo jugadas políticas arriesgadas durante la campaña electoral norteamericana, cuando visitó a uno de los candidatos presidenciales, le dio su apoyo con la espectacularidad propia de la época. Si perdía Trump, iba a afrontar serios aprietos, pero, si ganaba, era posible que consiguiera un apoyo importante. El instinto político de Milei funcionó, y los resultados positivos fueron propios de la desmesura de estos tiempos.

“Trump alineó detrás de Milei no solo 20 mil millones de dólares, sino también el respaldo del Banco Mundial, el BID y de buena parte del aparato económico político de EE.UU”.

Trump anunció la entrega de veinte mil millones de dólares y de todo lo que sea necesario para que Milei gane las elecciones de octubre. Atacó a la oposición, anticipó que quería su reelección en 2027. Alineó a todos los organismos internacionales en esta cruzada libertaria, el Banco Mundial, el BID y otros anunciaron que darán dinero para el triunfo de Milei. Un funcionario del gobierno norteamericano dijo que muchas empresas están interesadas en invertir en Argentina, expresión de deseos sin fundamento en un país que carece de empresas estatales y en el que las empresas privadas, legítimamente, buscan conseguir ganancias, más allá de las creencias de quien está en la Casa Blanca en ese momento. El riesgo país se desplomó, los dólares de todos los tipos también, el Gobierno llega a las elecciones con todas las variables económica controladas. Si es cierto que la economía determina la suerte de las elecciones, barrerá en octubre. La intervención de Braden contra Perón fue un juego de niños comparado con lo que hoy ocurre. Ahora son el presidente de los Estados Unidos y todo el aparato económico de la primera potencia mundial los que aplican todo su peso para que los argentinos voten en determinada dirección. Es una experiencia única para saber cuánto influye la economía aplicando todas sus fuerzas, en el resultado de una elección.

Las formas del acuerdo fueron propias de la nueva política, que ha devaluado las formalidades y el protocolo. Antiguamente, en una ocasión como esta, los mandatarios se reunían un buen rato para discutir temas bilaterales y la política del mundo. Tal vez era solo una escena sin contenido, pero solemnizaba el acuerdo. Al cabo suscribían documentos elaborados y analizados por sus colaboradores y daban una conferencia de prensa conjunta. En esta ocasión aparecieron Trump y Milei en una especie de conferencia de prensa, el norteamericano dijo lo que sentía por el argentino, le expresó su apoyo incondicional, sus deseos de que gane todas las futuras elecciones y le regaló un tuit impreso en una cartulina. El discurso de nuestro presidente fue conciso: “Thank you very much”.

Las formalidades daban a los acuerdos una vigencia mayor que un tuit, pero habrá que ver lo que ocurre después de las elecciones.

(*) Esta columna de Opinión de Jaime Durán Barba fue publicada originalmente en el portal de Perfil.

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