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Vampiros en el cuello de los discapacitados

Miguel Ángel Calvete fue entre 2015 y 2019 concejal del PRO en La Matanza, donde presidió la Comisión de Salud Pública y sumó contactos con el sector farmacéutico. En la gestión Milei armó licitaciones y beneficios por unos 30 mil millones de pesos para cartelizadas droguerías y se habría quedado con su parte del león.

Miguel Ángel Calvete fue entre 2015 y 2019 concejal del PRO en La Matanza, donde presidió la Comisión de Salud Pública y sumó contactos con el sector farmacéutico. En la gestión Milei armó licitaciones y beneficios por unos 30 mil millones de pesos para cartelizadas droguerías y se habría quedado con su parte del león.

Miguel Wiñazki

Primero, fue la orgía decadente que ardía en una casa de San Telmo.

“¡Escuchen, los hijos de la noche! ¡Qué música hacen!”, escribió Bram Stoker en Drácula.

Prostitutas contratadas para las diversas ocasiones bailaban y divertían a una pléyade de políticos y sindicalistas entre los que figuraría según testimonios el intendente de la Matanza Fernando Espinoza.

Allí vivió, como precisó muy bien el periodista Daniel Santoro, Melody Rakauskas, que acusa a Fernando Espinoza por abuso sexual: “Cuando yo viví allí había un escenario, un caño para bailar pole dance, parlantes grandes y muchos colchones”.

Rakauskas le atribuyó a Amado Boudou la decisión de comprar en su momento la propiedad. Boudou el mismo que ahora augura el inminente final del gobierno, el mismo de Ciccone y de todas las tropelías imaginables y sin embargo reales.

El amigo de “Coqui” Capitanich y el preferido de Cristina Fernández.

Luego, tras el presunto interinato como propietario de Boudou, Miguel Ángel Calvete habría comprado el predio. Y lo destinó a aquellas brumosas “alegrías” de los poderosos clientes de las chicas.

Todos los negocios y las transacciones se hacían transcurría en negro.

El claroscuro del Pole enceguecía las pruebas.

Pole dance y dinero volador y más dinero manchado y arrastrado de codicia y de saqueo.

No es un dato tangencial el del pole dance.

Es la escena subterránea de la Argentina ilícita.

Las chicas literalmente se enredaban curvándose para atraer, para imantar, pero también los políticos y los sindicalistas deslizaban sus ojos viboreantes por ese caño tras fornicar a la sociedad harta de los abusos.

Botines ajenos para la noche desnuda.

Danzas con murciélagos traicioneros.

Políticos y sindicalistas nocturnos, nunca abiertos al escrutinio de la transparencia diurna.

Vampirismo político.

Chupasangres.

Los vampiros no mueren.

No se retiran, aunque cambien gobiernos y mentalidades.

Aguardan sedientos de infamia. Robando la vida de los otros.

Y atacan.

Y muerden.

Y roban.

Y desde la proximidad de los ataúdes o de sus cajas fuertes, cofres fúnebres de la vida social honesta, esos inhumanos vivos de la terrorífica corrupción bailan.

Los vampiros bailan Pole Dance.

Está preso Calvete por el prostibulario manejo ilegal de aquel aquelarre.

Calvete, Jeffrey Epstein tercermundista, ahora está también profundamente complicado por el manejo de los fondos del ANDIS, el instituto que manejaba las cajas destinadas al sostenimiento público de los requerimientos de los discapacitados, estafados como se fue viendo por los mismos que debían defenderlos.

Calvete habría definido licitaciones y beneficios por unos 30 mil millones de pesos para cartelizadas droguerías y se habría quedado con su parte del león.

A su hija Ornella le allanaron la casa y allí aparecieron como si fueran figuritas 700 mil dólares.

Cada billete está manchado de ignominia.

Y ella, “inocentona” viajaba por el mundo con sonrisa de cartón pintado de blanco.

En la casa que fue un prostíbulo para otros estafadores de la política aparecieron cuadernos y anotaciones que incriminan a Calvete, ahora preso. En su momento impune derrochaba felicidad robada junto a su mujer Guadalupe y a su hija Ornella en las más lujosas latitudes y hoteles premium. El placer provisto tras clavar sistemáticamente los colmillos en los discapacitados para beber su sangre y sus derechos.

¿Cuánto sabían y cuánto se ordenaba desde las máximas alturas del poder para chupar plata de las cajas que ofrecía el ANDIS?

La justicia debe probarlo, pero de probarlo, la cuestión se agravaría abismalmente.

El bocón Diego Spagnuolo, así lo llamaban muchos de los que lo trataban, se niega a declarar, así como su segundo también imputado Daniel María Garbellini.

Callan, otorgan, según el fiscal. A Spagnuolo lo maltrataban de mil maneras retóricas”, “rodilla de pelado”, le decían, y “el boludo”.

Todo tumbero y de barricada burra entre los jerarcas de las burocracias oficiales.

Hay una banda.

Una mafia que no es solo esa mafia.

En el país hay guardias pretorianas de los vampiros. Protectores de los siniestros.

No tiene literalmente que ver, pero se emparenta con todo esto -conceptualmente- el clan de los Sena, ahora encarcelado tras el indecible crimen de Cecilia Strizowski.

Eran la guarida de matones que protegían y “construían” poder político para Jorge Capitanich.

En la lógica del entorno amedrentador de Milagro Sala en Jujuy.

Son los gangsters que atacan con palos y manoplas a los opositores de Gildo Insfrán en Formosa.

Son los matones angelicales.

Disfrazados de solidarios y de revolucionarios, rodeaban a sus caudillos, para seguir atracando a diestra y siniestra.

Custodiaban el silencio que escondió largamente el desastre del ANDIS .

Porque hubo encubrimiento.

Robar el dinero de los discapacitados es matarlos.

Es el silencio elocuente detrás de los altoparlantes y el dance pole que en sí y a priori no es ni malo ni bueno, pero que es terrible si las fiestas eran a costa de dineros robados.

La fiesta de los villanos embebidos en el siseo de sus bolsillos llenos y mal habidos.

La camorra nacional no funciona sin coberturas diversas untadas de dinero como el que distribuyeron los empresarios mencionados por Centeno en sus cruciales anotaciones, y filmaciones también.

Más tarde todo salió a la luz y se sigue iluminando en un juicio que acontece pero que es más lento que lo esperado.

Los dineros robados a raudales llegaban regularmente a las manos de Néstor Kirchner primero y de Cristina Kirchner después.

La banda de los vampiros no cesó tras la muerte de Kirchner.

Continuó bajo la tutela de la vampiresa de San José 1111.

La ostentosa felicidad de los delincuentes que tomaron al ANDIS por asalto se termina.

Pero, cuidado, alerta, con los ojos bien abiertos todos, porque los fríos vampiros difuntos morales, están vivos para seguir bebiendo la sangre ajena.

Nuestra sangre.

(*) Esta columna de Opinión de Miguel Wiñazki fue publicada originalmente en el diario Clarín.

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