Marcelo Comas
Luego de su último paso por el fútbol de Guatemala, los días del delantero paranaense Víctor Javier Müller transcurren junto a la compañía de su familia y volcado de lleno a su nuevo trabajo: el rubro de los transportes escolares, actividad que comparte junto a su entrañable amigo Cristián Kika Ponti. Da para ponerse a pensar por qué un jugador de tamaña envergadura y talento no sigue convirtiendo en algún equipo importante del fútbol argentino. La mayoría coincide en que no ha perdido su capacidad atlética, ni su amor por el deporte que atrapa la atención de un país netamente futbolero. Por ahora su relación con el fútbol sólo se limita al curso de técnico que realiza en la localidad de María Grande. Sin embargo, no hay que perder de vista que por estos días se menciona con fuerza su posible regreso al club que lo proyectó a nivel nacional: Patronato de la Juventud Católica.
Puede parecer un dato anecdótico, pero El Diablo Müller, o Carucha, como lo bautizó el relator deportivo Mariano Cross, se inició en la filas del Club Los Toritos de Chiclana y luego recaló en la entidad del Tiro Federal. A partir de ese momento comenzó a escalar posiciones en su trayectoria, dando muestras de su voracidad goleadora en Colón de Santa Fe, Vélez Sarsfield, Chacarita, en el fútbol mexicano y últimamente en el Municipal de Guatemala, club con el cual se consagró campeón de la mano del entrenador Enzo Trossero.
Hoy su actualidad dice que hizo un paréntesis en su carrera como futbolista para dedicarle más tiempo a su familia. De vez en cuando se prende en algún “picado” con amigos y nunca falta la invitación de un conocido del ambiente para sumarse a los entrenamientos junto a planteles de la ciudad o Paraná Campaña. Así fue que estuvo a punto de colaborar en la preparación de Litoral de María Grande, que tiene como técnico a Mario Redondo; en esa oportunidad se iba a calzar la casaca número 2, algo que resulta impensando para un goleador de su talla. No obstante, desechó la idea porque se le había dado demasiada difusión al amistoso y hasta le molestó que haya trascendido la versión de su posible incorporación como refuerzo del elenco de la localidad de Paraná Campaña.
“Me vine de Guatemala por el tema de la inseguridad: voy salías a comer y entraba gente munida de pistolas; en ese país es habitual que cualquiera ande por la calle armado y vos nos sabés quién es el que te va a robar y quién no. Por ese tema mi familia estuvo conmigo hasta los últimos tres meses y al final terminé jugando hasta fines de junio de 2006”, contó El Diablo Müller, en el inicio de su charla con ANALISIS, en referencia a uno de los motivos que causaron su despedida del fútbol guatemalteco.
-Volviendo el tiempo atrás, ¿ya venías analizando tu salida del Municipal de Guatemala?
-Estaba la duda, porque esos tres meses que estuve solo me volví loco. Y en ese sentido, no pensaba de ninguna manera arriesgar a mi familia. Allá me ofrecían todas las comodidades: teníamos departamento, vivíamos en el centro de Guatemala y era bastante tranquila esa zona, uno se podía mover bien. Pero en la última etapa habían ingresado a la ciudad las maras -grupos provenientes de las zonas más humildes- con el propósito de robar en los comedores y se puso muy brava la historia.
-Nunca antes habías mencionado el tema de la inseguridad.
-No, nunca lo hablé porque en mi primer año en Guatemala lo pasé bien, pero con el atenuante de que todavía no conocía de la mejor manera el entorno. Pero al segundo empecé a conocer más a fondo la cuestión, me informaba a través de las noticias: las tapas de los diarios giran en torno a hechos delictivos. Por ejemplo, la información más común decía: “Murió a causa de tantos tiros”.
-¿Existían grupos o bandas dedicadas a delinquir?
-Allá viven muchos narcotraficantes, se pelean entre ellos, se matan a mansalva. Por cada año “juegan” a ver quién asesina más integrantes del bando rival. Y cuando el problema es por drogas, empiezan a matar integrantes de la familia del involucrado.
-Me imagino el temor constante de tu mujer y tus hijas…
-No me presionaban para que me volviera por este tema, pero uno recordaba la tranquilidad con que se vivía en su ciudad. Sabemos que acá también se respira un clima de inseguridad, pero uno sabe por dónde manejarse. Allá salías y te decían: “No andes por acá porque andan robando”. Y como vivía en una zona residencial, al principio pensé que no me iba a pasar nada, por eso siempre salíamos los tres juntos con Leo Díaz y Luciano Capelletti en compañía de nuestras respectivas familias. Nunca salíamos separados para estar siempre acompañados.
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