Memoria Frágil y la historia del exfutbolista que malogró un disparo, Paloma Quinteros

Paloma Quinteros

La historia de Víctor Paloma Quinteros.

De ANÁLISIS

Todos recuerdan a Víctor Paloma Quinteros como uno de los mejores delanteros de los últimos 60 años en Paraná. Había nacido en la capital entrerriana un 6 de febrero de 1950 y desde muy joven comenzó a destacarse como un destacado jugador de fútbol, de esos wings izquierdos que prácticamente no existen en el contexto actual de nuestro fútbol. Tenía una rara habilidad. Era muy técnico para pegarle a la pelota, pero especialmente en los córners, que muchas veces terminaban en gol de alguno de sus compañeros o en una complicación para el arquero. Según recuerdan aquellos hinchas de los 70, Quinteros era de sus jugadores que enviaba los centros con precisión casi milimétrica, tanto con el pie derecho como el izquierdo.

“Viste que en cancha se decía que él era medio loco, yo no tuve la suerte de verlo. Pero bueno, en el día a día también era igual. No tenía grises, era blanco o negro. Estaba muy contento, jodón o andaba serio. Con nosotros tenía una relación blanco y negro, un día estaba todo bien y al otro día no. Yo no tengo muchos recuerdos de la infancia, pero los recuerdos que tengo son muy gratos. Lo único que él no nos acercó mucho al futbol, yo creo que él estaba muy decepcionado por cómo terminó su carrera. No se fue con un buen sabor del fútbol pero del fútbol en sí él tiene grandes amigos y daba la vida por los amigos del club Paraná, no le podías tocar ninguno, no se podía hablar mal de ninguno de ellos porque se ponía como loco, pero el fútbol a él lo decepcionó un poco”, contó a Memoria Frágil su hijo, Sebastián Quinteros.

Su amigo, Eduardo Lali Ortega recordó que “con Paloma nos conocimos desde muy chicos, 13 o 14 años. Empezamos a jugar en inferiores del Club Paraná. Debutamos”. “Debuté a los 16 años y Víctor tiene que haber tenido más o menos 2 años más que yo. Te lo resumo en dos palabras: un gran jugador, pero mejor persona”. “Eran otras épocas, el futbol era más lento pero comparándolo con el futbol de hoy, no había tanta deslealtad. Era más franco, más directo, más fuerte pero no había tanta agachada donde el jugador busca sacar ventaja de cualquier manera. En aquella época se respetaba mucho al árbitro y los rivales”, relató.

Roberto Ayala, amigo de Quinteros, narró: “Empecé primero a jugar en contra de él, en Neuquén, nos empezamos a conocer. En ese  tiempo estaba en la esquina del Club Paraná el Bar Ortega y yo iba a tomar la gaseosa después de los partidos y ahí lo conocí a Víctor, y empezó una amistad porque después Paraná me compró y yo jugué muchos años al lado de él”. “Ahora tengo 68 años y ahí tenía 15 años, y él 15 o 16 años. Como rival era bravo, muy bravo. En un momento creía que era el mejor wing que había en Argentina porque se estaban terminando los wing hace mucho y él tenía habilidad, potencia, te sacaba con la derecha o la izquierda sin problemas”, describió.


Víctor Paloma Quinteros jugó en los años 70 en Atlético Paraná y también en Unión de Santa Fe.

La vida y el fútbol 

De adolescente conoció al gran amor de su vida, Loly Torres. Se casaron y tuvieron 3 hijos: Cristian, Sebastián y Maximiliano. Fue jugador de Atlético Paraná en la década del 70 y tuvo un fugaz paso por Unión de Santa Fe, donde al no ser tenido en cuenta y además tener que superar una enfermedad (hepatitis) volvió al equipo paranaense.

Darío Leonángeli, ex futbolista y periodista deportivo contó: “El tema fue así, entrenaba con plantel superior estando en divisiones inferiores de Paraná los que teníamos alguna perspectiva y me tocó enfrentarlo en las prácticas. Fue extraordinario, creo que fue uno de esos punteros que no se ven, con una característica de velocidad, desborde, freno, no sabías para dónde te iba a salir y muy difícil de marcar. Un tipo que dejaba todo dentro de la cancha, incluso bastante temperamental y hasta en las prácticas que no te dejaba pasar una”.

“La experiencia de todo ese plantel, porque creo que no le saco mérito a nadie pero en la historia del fútbol entrerriano y formado por jugadores de acá, fue lo más grande que vi yo. Fue el mejor equipo que he visto en cancha formado por la mayoría de jugadores de Paraná y en algún caso algún entrerriano que no sea de Paraná. Pero ese Paraná del año 76 jugaba lindo, enamoró a la gente que iba a la cancha, la gente iba en colectivos repletos a la cancha. Algo muy lindo de ver, con actuaciones sobresalientes que hoy pueden quedar tapadas con por todo lo que se logró después con tema Patronato. Pero a nivel equipo, ese equipo fue algo extraordinario”, describió.

Su hijo Sebastián recordó contó que a su papá no le gustaba hablar de fútbol. “La que me cuenta es mi vieja, ella siempre recuerda que él jugó el día que se casaron. Lo llevaron escondido y no tuvieron Luna de Miel ni nada porque se fue a jugar. Lo habían metido adentro de un baúl y lo llevaron a jugar en Unión, o sea que había hecho una escapada para casarse. Él tuvo una enfermedad en la sangre que le llevó mucho tiempo recuperarse. En un momento hubo un técnico en Unión que no le gustaban los paranaenses parece y se lo dijo a viva voz. Y como él era blanco y negro, dijo que así no seguía y se compró el pase con la ayuda de mi abuelo materno que tenía una carnicería. Estuvo un año en Paraná, creo que después fue un año a Patronato, todo con el pase en poder de él”.

“Del tema de Paraná no le gustaba hablar porque siempre hubo rumores de unos compañeros y él no quería hablar del tema. Le chocaba mucho eso y no se le dio, tuvo mala suerte. Hace unos años charlaba con el Tincho Benítez cuando logra Paraná, y le dije no saben lo feliz que estaría él porque daban la vida, ese grupo daba la vida. Vos lo escuchabas hablar de los cerca que habían estado y no poder lograrlo era, eso quizás era otras de las decepciones de él”, deslizó.  

Ortega contó que pegaba los corners bien con las dos piernas; y Ayala sumó: “Siempre me decía, Ayalita que masita te tiré, porque tiraba bien con las dos piernas. A Víctor lo marcó mucho el carácter que tenía. En aquella época, más en torneos regionales, se mataban y él cobraba siempre. Pero él encaraba”.

La ex diputada Ana D’Angelo lo recordó como compañero de la escuela de Comercio. “Llegó en primer año y era una persona dulce y tranquila. Llegó con un traje azul que se usaba en esa época con pantalones cortos. Por mi papá tengo el mejor de los recuerdos, lo quería como un hijo. Paloma era para él un excelente jugador y una persona muy querida”, relató.  

“Lo que recuerdo es lo siguiente. Primero es que venía Talleres de Córdoba invicto con 33 partidos, venían de una gira por buenos Aires. Aparte de los partidos que habían ganado acá y entonces el que lo marcaba a la Paloma era Ocaño, un marcador de punta extraordinario de los mejores que dio el futbol argentino del interior. Y Paraná juega acá yo lo veo, me acuerdo sobre la tribuna que da a calle Maciá, recuerdo perfectamente porque jugaba de 4 y me gustaba verlo de ese lado, porque era como que me emparentaba con ese sector y me ponía en esa zona para ver cómo jugaban. Y realmente Víctor Quinteros le pegó un baile a Ocaño.  Más allá de que Paraná también ganó, le quitó el invicto, terminó ganándole 2 a 0 en Paraná y termina clasificando por un gol olímpico de Víctor Quinteros en Córdoba, porque hizo prevalecer el gol de visitante. Ganó 2 a 0 acá en Paraná y allá en Córdoba perdió 3 a 1, pero al hacer el gol la Paloma, juegan después las finales en Tandil, que fue un cuadrangular final donde Paraná si no recuerdo mal salió tercero. Eso es inolvidable porque creo que fue una de las gestas más importantes del futbol de Paraná a nivel clubes. Por eso te digo, después todo lo que vivimos, el tiempo va opacando las cosas y mucha gente que no lo vivió no lo puede entender”, describió Leonángeli.


El día del casamiento, Quinteros salió escondido en el baúl del auto de un dirigente del Club Unión. 

El momento de colgar los botines

Cuando colgó los botines se dedicó a trabajar en la Municipalidad de Paraná y junto a su esposa abrieron, años después, una agencia de tómbola en su casa, en el sur de Paraná.  

Quinteros se alejó del fútbol pero era el nervio motor para las juntadas con sus excompañeros. Se decía que tenía un temperamento fuerte dentro de la cancha y que en la vida lo primero era la familia.

“Nos juntábamos a comer, porque siempre fuimos muy unidos. Fuimos el grupo de la esquina del bar que tenían mis padres en aquel entonces éramos cinco o seis. El Nene Fálico, Carlitos del Castillo, mi hermano, la Paloma y yo. La Paloma andaba, tengo una anécdota graciosa de él en una oportunidad estábamos esperándolo porque su novia Loli vivía a una cuadra del negocio, su mamá tenía una carnicería, y lo estábamos esperando , estábamos tomando una coca y viene él, nosotros le conocíamos la cara cuando se había peleado con Loli venía mal. Entonces le dice mi mamá, se llamaba Aída, se va al mostrador del bar y le dice: doña Aída, deme un whisky por favor. Ahí estallamos en una carcajada general, se había peleado con el amor de su vida”, relató Ortega.

El final

Hubo una vida tranquila y feliz hasta ese sábado 8 de noviembre de 2003. Habían caído algunas gotas pero luego salió el sol y la siesta tenía un extraño sopor. Quinteros descansaba en ese momento del día, en la habitación del primer piso de la vivienda cuando tres hombres llegaron hasta el local de la agencia 792, con intenciones de asaltarlos. 

La agencia está pegada a la vivienda particular de los Quinteros, y se comunica con el resto de la edificación por una puerta interna. La esposa del futbolista estaba atendiendo al público, y se dio cuenta de que ingresaban dos hombres que no estaban dispuestos a hacer apuesta alguna. Es más: alcanzó a divisarle un arma a uno de ellos. Salió corriendo hacia el interior de la casa, en busca de ayuda, cuando uno de los maleantes comenzó a exigir la recaudación de la caja a punta de pistola y amenazas de muerte.


Quinteros y dos de sus hijos.

Los gritos despertaron a Paloma esa tarde trágica.  Quinteros bajó corriendo del dormitorio en ropa interior y fue directamente al encuentro de los ladrones. El autor del atraco ya estaba arriba de una moto para escapar sin el botín y acompañado de un cómplice. Quinteros le gritó como para auyentarlos, pero esto molestó al pistolero quien sin medir palabras se dio vueltas y disparó. La bala ingresó por el corazón y lo dejó en grave estado. 

Paloma cayó dentro de la agencia, a centímetros de la puerta principal. Una ambulancia que tardó algunos minutos en estar en el lugar de los hechos lo trasladó al hospital San Martín, pero ya llegó sin vida, por la gravedad de la herida ocasionada por el disparo. 

Los dos ladrones tenían un cómplice que los esperaba en una moto y los tres huyeron supuestamente hacia el norte, en dirección a las vías del ferrocarril.

“En ese momento yo estaba viviendo en Santa Fe, estábamos con mi hermano más grande, mi hermano mayor. Teníamos un negocio y ese era el principio de la comunicación vía internet. Y creo que habrán sido 2 de la tarde o por ahí y estábamos chateando con mi mamá y me dice me voy a dormir un rato porque ahora se queda tu viejo. Atendían las 24 horas la tómbola, estaba todo el día abierta, a la siesta la hacían de corrido. Y bueno, habrán pasado 15 o 20 minutos de esa comunicación por internet y me llama por teléfono, que habían entrado a robar y que le habían disparado, que no sabían si estaba vivo o muerto. La verdad que fue un baldazo de agua fría porque ya te digo, estábamos chateando, comunicándonos normalmente porque nosotros trabajábamos en un cyber, estábamos todo el día con internet. Unos amigos de Santa Fe agarraron una camioneta y nos dicen vamos que los llevamos. Fue el viaje más largo de mi vida, era algo que no avanzábamos y pienso, al día de hoy lo vemos a mi amigo y le agradecemos porque el vago venía, un avión la camioneta pero cundo estábamos de camino se hacía interminable la llegada a Paraná. Nos avisaron que él había fallecido. No llegó ni al hospital, creo que cuando lo carga la Policía porque no llegaba la ambulancia ya no tenía signos vitales”, describió su hijo Sebastián.

Ortega recordó: “Se me pone la piel de gallina. Yo estaba cerca y me llama un primo hermano mío, Jorgito Carbonaro, que me contó lo que pasó y llegué enseguida.  Recién se lo habían llevado a Víctor en ambulancia. Estuve con Loli, la acompañé pero fue algo muy inesperado. Y lo que digo es que a la Paloma lo traicionó su temperamento, los que lo conocimos  y la gente que lo vio jugar que era muy temperamental. Que si él no hubiera reaccionados, son las cosas de la vida y cuando te va a pasar, te va a pasar, si él no hubiera reaccionado, porque a él le disparan cuando se asoma, baja de la pieza, se asoma. Los delincuentes ya habían subido a la moto y ahí se da vuelta (Gaby) Massat y le dispara. si él se queda tranquilo no pasaba nada. Pero es el minuto fatal, lamentablemente”.

Su hijo recordó que después de la muerte fue “un proceso largo, engorroso, turbio”. “Hicimos una o dos marchas y después cada uno siguió su camino. Quedó mi hermano más chico con mi mamá acá. El tema era complicado”.

Proceso judicial

Los testigos de la zona reconocieron que el autor del crimen tenía nombre y apellido: Gabriel Massat, un conocido delincuente, con varios antecedentes policiales e incluso sindicado como el principal ejecutor de la secretaria judicial Dalma Otero, en aquel recordado y repudiado asesinato en el departamento de calle Santa Fe, en marzo de 1997 y por el cual solamente fue condenado a reclusión perpetua su marido, Miguel Ángel Capobianco, como autor ideológico de ese homicidio por encargo, del que también habría participado el entonces jefe narco Julio Godoy.

La causa judicial no avanzó y debilitó a la familia Quinteros, cansados de pagar abogados y no tener respuestas. Al tiempo desistieron de seguir la vía legal. El juez de instrucción de entonces Héctor Toloy al poco tiempo dictó la falta de mérito para el sindicado de entonces, que era Gabriel Massat. El abogado Marcos Rodríguez Allende fundamentó las contradicciones y la orfandad probatoria para procesar al acusado, por lo que logró la falta de mérito para su defendido y la consecuente libertad tras el crimen.


Gabriel Massat. 

“Fue tremendo”, trazó Ana D’Angelo. “Como muchas otras cosas que ocurren, es un crimen absolutamente injusto, la sociedad necesita justicia y velocidad y fue lo que no ocurrió”.

Sebastián Quinteros recordó cuando decidieron abandonar el proceso judicial. “No hubo más novedad”. Sobre Massat recordó que “siempre nos sorprendía, estaba de vuelta siempre en la calle cometiendo hechos vandálicos y desapareciendo. Siempre pensamos que tenía facilidad para hacer esto”. “Mi vieja cuenta que ella se asustó cuando los vio entrar, que gritó. Que mi viejo estaba durmiendo la siesta. Salió entredormido, habrá salido a asustarlos porque no era agresivo, que el vago le disparó subiendo a la moto. No sé cómo sobrellevamos esto, nos costó mucho, creo que él era un pilar de la familia”.

Dos años después de lo sucedido, el 15 de noviembre de 2005, familiares y amigos del exfutbolista hicieron una nutrida marcha para reclamar por el esclarecimiento del crimen que permanecía impune. Un grupo de vecinos de Paraná acompañó a los familiares desde la Catedral Metropolitana hacia el Palacio de Tribunales. Al llegar a la explanada del edificio del Poder Judicial, los concurrentes realizaron un minuto de silencio, se cantó el Himno Nacional Argentino y un amigo de la víctima, el reconocido arquero de Atlético Paraná, Hugo Pipa Osoro, leyó una carta. “Hoy, después de cumplirse dos años del asesinato de Víctor Paloma Quinteros, sus familiares y amigos nos movilizamos en paz con el único objetivo de rendir un profundo homenaje a este hombre que supo ganarse en todos los campos de la vida el respeto y el reconocimiento de todos quienes lo conocieron. En virtud de ello es que junto a sus familiares no queremos dejar en el olvido el hecho de su asesinato, y nos movilizamos bajo la bandera de la justicia para reclamar a las autoridades judiciales el máximo de los esfuerzos para lograr el pronto y debido esclarecimiento de este hecho. Estamos convencidos que una sociedad que no calla es una sociedad que defiende sus hijos. Hoy, ciudadanos, necesitamos que nadie calle, por la memoria de nuestro amigo Paloma Quinteros”, enfatizó el recordado golero del elenco decano. A la marcha, entre otros, asistieron el intendente de Paraná, Julio Solanas y excompañeros de fútbol de Paloma. 

La causa judicial no avanzó y debilitó a la familia Quinteros, cansados de pagar abogados para no obtener respuestas. Fue así que al tiempo desistieron de seguir la vía legal. El juez de Instrucción Héctor Toloy, al tiempo, dictó la falta de mérito del único detenido por el hecho de sangre, que fue precisamente Gabriel Massat. El abogado defensor Marcos Rodríguez Allende fundamentó las contradicciones y la orfandad probatoria para procesar al acusado, por lo que logró modificar el procesamiento y prisión preventiva en falta de mérito y la consecuente libertad por este crimen.

Pero el nombre de Gabriel Armando Gaby Massat siempre giró en la vida de quienes lo conocían. Incluso en la marcha realizada en 2005 Massat estaba preso en la cárcel santafesina de Las Flores por Robo calificado a un remisero, ocurrido en febrero de 2004, donde además le incautaron droga. 

Massat entraba y salía de la cárcel. En 2008 por ejemplo le secuestraron un chaleco antibala y una pistola 9mm en un domicilio de Barrio Hernandarias. Lo curioso es que el arma había sido robada a un efectivo de la Policía de Entre Ríos. Según sostuvo Massat, siempre sospechados de varios robos y crímenes, que en ese caso la policía le había plantado las pruebas. 

Víctor Quinteros no pudo conocer a sus 4 nietos. Una de ellas lleva el nombre de Victoria en su honor. La familia tuvo que seguir adelante. Su mujer aún vive en la casa de calle Casacuberta y atiende la agencia de Lotería. Hubo homenajes. Placas y el nombre del museo de Atlético Paraná. Incluso sucedió lo mismo con una calle de esta capital. Pero nada devolvió la vida de Paloma. 

Su asesino murió varios años después. Precisamente, un 14 de abril de 2016, que que Gabriel Massat fue asesinado. Estaba prófugo de la Justicia desde 2014. Massat había vuelto a robar en un local ubicado en cercanías de las Cinco Esquinas, del cual huyó y fue perseguido por efectivos policiales. Al llegar a la zona de Vicente del Castillo se tiroteó con la policía y recibió un disparo fatal en el pecho. Tenía 44 años y se encontraba cumpliendo una condena unificada de nueve años y seis meses de prisión, luego de asaltar una financiera y enfrentarse a tiros con la Policía en 2008. En 2014 comenzó a salir de la Unidad Penal por su buena conducta. Pero rápidamente volvió a robar y huyó. Era intensamente buscado por la Policía, luego de haber perpetrado asaltos durante sus salidas socio laborales de la cárcel. Uno de los últimos se produjo pocos días antes de su muerte en una panadería ubicada en calle Ovidio Lagos y Almafuerte. 


Paloma Quinteros. 

La familia de Quinteros recibió la noticia, y solamente hubo alivio por el hecho de que ya no tendrían que verle la cara si se lo cruzaban en la calle. Pero quedó ese sentimiento, que en el caso Paloma Quinteros la Justicia no hizo Justicia. Porque, además, del hecho habían participado otras dos personas que nunca fueron identificadas. 

“Era el tipo que nos hacía reír, porque siempre ponía sobre nombre o en los partidos. Recuerdo una vez desborda Víctor porque rechazo una pelota de cabeza en la mitad de la cancha y él desborda. Cuando desborda y levanta la cabeza, ve que voy corriendo para el área, y le tiro un centro para atrás porque yo estaba afuera del área y le pego y la pelota, y le pegué con el pie derecho y la pelota salió al corner más o menos o sea que del arco nada. Y se reía y no podía seguir jugando porque se reía y yo me enojaba y después me tira un centro y le hago el gol de cabeza, fui y lo manoteé y bueno, pero teníamos una amistad y él era y si nos empezamos a juntar por él, porque él, me decía Ayalita vamos a juntarnos. Después cuando estuve en estaba diciendo fuera de cámara que estuve de encargado de obras viales de la Municipalidad al lado del club Palermo hay una callecita que asfalté con los muchachos y le pusimos Víctor Quinteros, le pedí al intendente y me dio el gusto y fuimos con la familia. Si yo tenía una gran amistad y lo quería muchísimo”, recordó Ayala.

Leonangeli describió que “los corners de Quinteros eran una maravilla, un dibujo. El equipo era extraordinario. Era un tipo muy querido, su muerte me pegó mal porque pasa con cualquiera pero él traía a la memoria muchas cosas lindas vividas en una cancha de fútbol y lo que generan estos tipos tocados con una varita mágica que te hacen emocionar con el deporte más lindo del mundo que es el fútbol”.

“Lo que más me duele es que me hubiese gustado verlo como abuelo. Lo disfruté y lo tengo arriba, es un ejemplo. Pero le hubiese servido mucho a los nietos”, cerró su hijo.

Paloma Quinteros sigue en la memoria de mucha gente. Sus gambetas inolvidables y su zurda prodigiosa se recuerdan cada día. Como debe ser.

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