
Por Néstor Banega
Para ANÁLISIS
Es necesario escribir con urgencia. No hay que dejarlo pasar, porque, como señalan los especialistas, no se puede naturalizar un hecho dañino, porque si se actúa de esa manera, se va a repetir y cada vez de peor manera. Hace unos días hubo la necesidad de señalar el atropello contra la periodista Silvia Mercado. Mediante un ardid administrativo se le impidió que continuara como acreditada en la sala de periodistas que funciona en la Casa Rosada. Trayectoria impecable. Ética comprobada. Pero sus preguntas incomodaban al poder. Así que aplicaron el borrador.
Buscamos generar un pequeño llamado de atención, señalando que impedir el ejercicio del periodismo es propio de gobiernos autoritarios. El deseo del autócrata es controlar hasta los pensamientos. Dicho de otro modo, que nada se diga, que nada se haga, si no es del agrado del poderoso.
Se podría pensar que fue un hecho aislado, pero no. Desgraciadamente el ataque a los trabajadores de prensa ha sido y es una constante. Se siente una escalada y hay que decirlo: Puede ser peor.
En la columna aparecida en este mismo espacio nos ocupamos porque es impropio de un régimen democrático acallar voces que ayudan a saber de qué se trata.
Con el nacimiento mismo de la patria se fundó la Gaceta, con el claro objetivo que los habitantes de este suelo puedan conocer lo que hacía el Gobierno. Es que es imposible alcanzar la libertad censurando. Lo tenían claro en 1810.
En tono de venganza
Siguiendo el ataque a la libertad de expresión, con un artilugio mañoso, la titular del Ministerio de Capital Humano de la Nación, Sandra Pettovello, lanza un sistema para obligar a los periodistas a matricularse según los términos de una ley de 1946.
Sin entrar en detalles es sin duda una venganza de la descollante ministra que tuvo uno que otro problema con la distribución de alimentos. Claro, está molesta porque el periodismo se ocupó.
El periodismo descubrió que a pesar de sus desmentidas, había alimentos almacenados en un galpón a punto de vencer. Tuvo que responder a un juez. No le gustó.
Como tampoco se sintió cómoda cuando prometió que iba a atender personalmente a integrantes de movimientos sociales y fue el periodismo el que dio cuenta que sin demasiada explicación no cumplió con lo que ella misma había comprometido.
No se pueden naturalizar situaciones anómalas, porque si no se advierten las consecuencias, seguirá pasando y será cada vez peor.
Sin información plural no hay libertad posible. En 1810 estaba claro.
Solía cantar Atahualpa Yupanqui: Le tengo rabia al silencio/Por todo lo que perdí/ Que no se quede callado/Quien quiera vivir feliz