
De ANÁLISIS
En el programa de televisión “Memoria Frágil” que se emite todos los sábados a las 20:30 por Canal 9 Litoral, y también disponible en YouTube (http://www.youtube.com / @memoriafragiltv16), se abordó el compromiso con los Derechos Humanos del sacerdote católico Luis Melchiori.
En tiempos donde el miedo se volvió ley y la verdad un delito, el padre Luis María Melchiori caminó los pasillos del horror con la fe como escudo y la palabra como única arma. Capellán de cárceles, pero más aún capellán del alma rota de un país, desafió a los verdugos con informes que no callaban, abrazos que no temían, y gestos de humanidad que, en plena oscuridad, fueron lámparas encendidas. Mientras otros sellaban pactos de silencio, él abría puertas, tejía redes, escuchaba llantos y escribía con tinta moral lo que el poder quería borrar. Este documental recuerda a ese cura obstinado, que nunca fue neutral entre el verdugo y la víctima, y que supo estar del lado más difícil: el del otro.
Gracias a los testimonios de Ana Jaureguiberry, Mariana Fumaneri, Ricardo “Pico” Silva, Lidia Subovsky y Oliva Taleb, Memoria Frágil reconstruye ese tiempo donde el padre Melchiori se convirtió en un testigo incómodo y una voz disonante en una época donde el silencio era ley. Él eligió no mirar para otro lado cuando los gritos salían de las celdas y el miedo recorría las calles. En plena dictadura, se volvió refugio para las mujeres presas políticas, consuelo para sus familias y espina para los jerarcas militares y eclesiásticos que pactaban con la represión. Su historia, a contracorriente del poder, es un acto de fe en la dignidad humana, en tiempos donde el infierno vestía uniforme.
La lucha silenciosa
El sacerdote Luis María Melchiori siempre fue muy reconocido por su compromiso y lucha en plena dictadura, en especial en la cárcel de mujeres de Paraná. Pese a las presiones del poder de turno y del propio vicario castrense, monseñor Adolfo Tortolo, Melchiori desafió esos tiempos duros y supo dar contención a las reclusas, que sufrían las más variadas vejaciones y torturas, en medio de un clima de violencia que asolaba el país, a partir de marzo de 1976.
Mariana Fumaneri, exdetenida política
“A mí me detienen… o sea, para ubicarte en el contexto en que lo conocí… esta etapa de que vamos a hablar, en octubre de 1976. Y a la cárcel me habrán llevado a fines de noviembre y diciembre. Este, así que ahí yo ya había 2 pabellones y un pabellón estaban las comunes, y en un pabellón más grande o yo no me acuerdo ahora, porque la prueba la memoria me fue la mala pasada en detalles… y en un pabellón más grande estábamos las mujeres que éramos presas políticas, que en ese momento habían sido 14-16, no me acuerdo si rápidamente el número. Y las condiciones de ahí eran de estar, o sea, de vivir todo el tiempo en el mismo lugar y de aislamiento de la familia solamente es cuando ellos pusieron algunas visitas que y tuvimos también un momento que tuvimos abajo a disposición del Consejo de Guerra. Entonces, ahí en ese momento también se cortaron las visitas. Después había una para fin de año; o sea, estuve muy poco tiempo en Paraná, en la Unidad Penal número 6. Y en febrero del ´77, al final… nos llevan a Devoto. Así que ese es el tramo que yo lo vi en algunas oportunidades al cura ´Lucho´”.
Ana Jaureguiberry, exdetenida política
“Lo conocí cuando llegué al Penal que fue… a ver, trasladan a ese grupo que después vuelve de Devoto, lo trasladan a Devoto. Y ahí había quedado poquitas compañeras. Juanita Díaz, María Eugenia Volpe, Mónica López Alfaro y Liliana, creo. No me acuerdo si estaba Liliana, me parece que sí. Bueno, no recuerdo bien eso. Y ahí lo conozco a él. Digamos, y va habitualmente. Siempre había que convidarlo con algo dulce porque era redulcero… que era un pedazo de dulce de membrillo con queso, porque otra cosa no había. Pero, bueno, lo convidábamos, charlábamos, nos reíamos, por ahí no tanto. Traía alguna noticia que vio algún familiar, cosas de esas”.
Lidia Subovsky, exdetenida política
“A mí me detienen en julio del ´76. Bueno, Gendarmería, Policía, Ejército, acá en Concordia. Y me llevan, me trasladan después en una figura que conocí después, que fue de desaparición, o sea, sin comunicación con mi familia, a dependencia del Ejército en Paraná. A los 20 días me llevan a la cárcel de mujeres en Paraná. O sea, ya lo que le decíamos blanquear, o sea, en forma de detenida legal. Y bueno, ahí yo, la verdad, no recuerdo, pero supongo que al otro día… a los 2-3 días, lo conozco al padre Luis Melchiori; porque él nos visitaba. Él visitaba las cárceles. No recuerdo si era capellán de las cárceles… la verdad no sé, pero, él nos visitaba. Y, bueno, así fue como lo conocí estando detenida. Después supe que él había estado acá en Concordia hacía muchos años cuando se inició el profesorado privado católico… el Profesorado Concordia, que se llama… él fue el primer director. Estuvo acá en Concordia y después estuvo unos años y se fue. Pero yo no lo conocí en esa época. Yo lo conocí en el penal de mujeres en Paraná”.
“Lucho” Melchiori, como lo conocían en la cárcel de mujeres de la capital entrerriana, había nacido el 26 de julio de 1919 y era capellán en dicha unidad penal. Era quien no dudaba un instante en redactar un informe duro y contundente de la situación carcelaria de algunas detenidas, para presentárselo a Tortolo y pelear por condiciones dignas que nunca llegaban. Y lo mismo hacía cuando transitaba las celdas de la Unidad Penal 1 de Paraná. Era parte de su lucha y no retrocedía.
Oliva Taleb, exdetenida política
“Lo conocí al padre Luis Melchiori en la Unidad Penal de Paraná de Mujeres, en el año ´76. Estábamos en pleno, ¿cómo te podría decir? aislada de todo, porque un grupo había sido detenido el 24 de marzo, no habíamos tenido contacto con nuestros familiares por 20 días. No sabían nuestros familiares dónde estábamos. Nos llevaron al penal luego y tampoco tuvimos acceso a visita alguna. Pasaron 3 meses, más o menos, después de ese marzo, y un día nos dijeron que íbamos a tener la visita de un sacerdote por si queríamos tener alguna confesión, alguna, ¿cómo te puedo decir? … algún apoyo religioso, ¿no? Y la verdad es que, no sé, yo particularmente no tenía mucha confianza de qué era lo que se estaba ofreciendo. Digamos, una piensa que hasta puede venir alguien disfrazado del sacerdote para hablar contigo. Y bueno yo creía que no tenía nada que confesar, pero bueno… él entró… nos miró… eso era un pabellón donde estaban todas las camas y había un lugar separado con una pared donde había una mesa y sillas. Y bueno, él quería… nos dijo que si queríamos pasáramos de a una o que habláramos todas. Él se presentó, dijo que se había enterado que estábamos detenidas y que por lo tanto creía que era algo que él tenía que acercarse, ¿no? Bueno, dijo que hacía mucho tiempo que no había estado en el país, que estaba en Roma estudiando y que le llamaba la atención un poco todo esto que estaba pasando en nuestro país. Así fue… fueron visitas, ¿cómo te podría decir? Una o dos veces por semana. A veces alguien hablaba particularmente”.
Ricardo “Pico” Silva, exdetenido político
“Al padre Luis Melchiori lo conocí en Paraná, cuando a mí me detuvieron. Yo era presidente del Centro de Estudiante de la UTN, ´la Tecnológica´; y al padre ´Lucho´, si bien lo conocía de nombre; personalmente lo conocí cuando me llevaron después de tenerme casi 2 meses en los calabozos de Comunicaciones, como desaparecido, me llevaron a la cárcel de Paraná, y ahí lo conocí al padre ´Lucho´… quien indudablemente tengo el mejor de los recuerdos, porque fue la persona que a nosotros nos llenó de vida con su palabra, con su Evangelio, con su amor, con ese abrazo fraterno y solidario siempre… y hablando a corazón abierto, fue un apoyo fundamental porque nosotros veníamos muy, realmente lastimados, torturados, apaliados como las compañeras nuestras también. Y bueno, el padre ´Lucho´ fue fundamental en esa etapa tan oscura y tan nociva. Y era un rayo de luz que todos los días o los domingos nos daba esa Misa y esa sanación a través del Evangelio, de su palabra, y de sus emotivas homilías también que nos levantaba a nosotros, realmente. No tengo más que recuerdo preciosos y esos diálogos que tuvimos y que tuve personalmente con el padre ´Lucho´”.
Mariana Fumaneri
“Él iba… no tengo así presente cuántas veces iba, pero él iba. Él era el capellán de la cárcel. Iba en momentos distintos del día o de la semana. Él se daba una ´vueltita´. Y yo como siempre cuando había una nueva, digamos, o una señora entregada había como una relación, digamos, a preguntarme quién era, cómo había pasado. Y bueno, yo le conté, digamos, lo que yo venía toda… a mí me habían torturado. Entonces estaba toda lastimada. Y bueno, seguramente, le mostré todas mis heridas que tenían en el cuerpo, en las ataduras y en la nalga que estaba toda lastimada por la picana. Y bueno, y los golpes. Así que digamos, sí, como recuerdo, era, digamos, como una persona, como una… ya me habían dicho las demás que era una persona confiable. ¿No? En cuanto a pensar que yo me iba a confesar en esos términos, porque no eran esos… sino en hablar con alguien que no sea un ¿cómo se dice? un policía, un milico que me tratara mal. Entonces, estábamos en esa situación vulnerable, entonces era alguien que te resulta cariñoso, agradable, así que tengo esa imagen de ser una persona interesada en cómo estaba”.
Ana Jaurenguiberry
“Él empieza… lo hostigaban mucho desde llamadas telefónicas diciéndole que le iban a pasar cosas que no le iban a gustar hasta que le contestaba grosería porque era reboca sucia. Entonces, les decía todo lo que vos te podés imaginar. Y bueno, eso hasta que después ya empezó a sufrir hostigamiento cuando él iba a visitarnos. O sea, cuando iba a entrar al Penal o al de mujeres no tanto. Cuando cruzaba el de varones le abrían el auto, le requisaban todo. Bueno, lo entraron a hostigar mal. Hasta que un día va y lo apuntan. El jefe de seguridad del Penal, creo que era Balcázar, creo, lo apunta. Entonces, ahí, bueno, con la boca que él tenía, no te puedo decir las cosas que le dijo, que se iba a pegar un tiro en el pie, pongamos, que no era en el pie. Y ahí ya es como que fue el punto final que él se va de renuncia, digamos, no va más. Después de eso, él es como que tiene, se deprime, se enferma. Esto lo sabemos por familiares, nosotros… Que nos contaron… porque él siguió… es como que creó un lazo con los familiares e iba de visita a las casas, veía cómo estaban, le contaba cómo estábamos nosotros, antes de que se fuera, ¿no? (…) El nexo fue importante porque los familiares en todo lo que pasaban de angustia, de miedos, de él es como que él era un tipo alegre, los ayudaba, digamos, aparte, bueno, les contás, le contaría, supongo las cosas que hacíamos. Entonces, era como un apoyo para los familiares, Lo querían mucho. Así que, bueno, fue importante”.
El cura Melchiori no la pasaba bien en las cárceles, pese a su condición de capellán. Sufría graves amenazas del poder militar y siempre corría peligro su vida, como la vez que un encumbrado general le advirtió que si seguía colaborando con las presas lo iban a subir a un avión, para tirarlo en medio del mar, como ya se hacía, por entonces, con muchos detenidos políticos.
Oliva Taleb
“El pabellón era un pabellón muy grande, muy alto, que tenía ventanas altas. Por lo tanto, nosotros no llegábamos ni aun subiéndonos a una mesa para ver. Sabíamos que eran ventanales que daban a la calle porque había chicas de Paraná que sabían que esas ventanas daban a una calle que yo no recuerdo bien ahora si era Ruperto Pérez o Marcos Sastre, algo así era la calle que desembocaba como cortada a la cancha de fútbol del Penal de varones. Y un día, esto puede resultar hasta risueño, ¿no? Arriba de la mesa pusimos una silla y, bueno, la curiosidad hizo que nos subiéramos a la mesa, a la silla, mientras estábamos todas encerradas, ¿no? ´¡Ay!, chica, se ve, ahí pasó alguien por la vereda de enfrente´ ... Bueno, se ve que alguien comentó o avisó al penal nuestro y con los poquitos días escuchamos, este, movimientos del lado de afuera y nos tapialaron toda la ventana. Las dos ventanas que daban en esa calle. ¿Por qué hago esta anécdota? Porque, para nosotros fue terrible, aunque no era algo que lo hacíamos normalmente, lo habíamos hecho esa sola vez. Y llega el padre ´Lucho´, el padre Melchiori, como le decís, este, llega y nos dice, ´ay, ¿qué les pasa que tienen esa cara?´ Mire lo que nos han hecho, ¿no? Y entonces él miró y dijo, ¿por qué? Bueno, y le dijimos la verdad. Es que una de nosotras se había subido y había mirado. Y entonces dijo, esto no puede ser tan cruel. ¿Qué van a lograr ustedes? ¿Qué van ver? Y entonces dice, ¿y les quitaron la luz de la siesta? Porque por ahí entraba un solcito, que no es que no daba, no daba ni siquiera en las camas, pero iluminaba, ¿no? Y lo otro que nos llamó la atención, era como el otoño, principio de invierno, veíamos las hojas de los árboles. Nosotros estábamos las 24 horas dentro de un pabellón muy limpio, muy acicalado, no pasábamos frío, pero ver el sol y el cielo, o ver las hojas de los árboles, tiene un sentido diferente para el que está sin libertad”.
Ricardo “Pico” Silva
“El padre ´Lucho´, como decía anteriormente, era ese rayo de luz que nos iluminaba. Su palabra bendita, su abrazo fraterno, para nosotros fue tan importante porque veníamos muy mal anímicamente, espiritualmente. Y su palabra nos levantaba, nos elevaba. Su palabra era sanadora… esos momentos son inolvidables en mi vida. Y tuve la suerte y la alegría de que cuando salí en libertad pude ir a visitarlo al Seminario donde estaba el padre ya muy enfermo. Y fue un abrazo tan sentido. Hablamos tanto y tan contento de que nosotros pudimos recuperar nuestra libertad. Pero, reiterando… en lo personal fue fundamental la ayuda, lo digo realmente. Yo vengo de una familia católica. Me dio Seminario también de cura, pero yo era externo. Pero, esa palabra, la palabra de Dios, ese abrazo, el tener al cura… de tenerlo a Jesús viviendo con nosotros espiritualmente, era… ¿cómo te podría decir?... Era la caricia y corazón que nosotros esperamos, porque era el único que entraba, venía desde afuera y entraba al Penal, y esa palabra sanadora de él, hasta el día de hoy… mirá, se me pone la piel de gallina, realmente, hermano, porque ojalá, y qué merecido reconocimiento a alguien que fue tan vilipendiado, agredido, maltratado por los militares, por haber tenido no solo con los hombres, sino con las mujeres, y con todos los presos… porque no había distinción entre los presos comunes… el padre ´Lucho´ era un canto de luz realmente”.
Mariana Fumaneri
“Nosotras le decíamos resistencia. Era resistencia en términos positivos. O sea, resistir para sobrevivir y para seguir siempre pensando medio igual. O sea, hablamos siempre con las compañeras de que a una lo sostienen tener un proyecto de vida, tener una esperanza de un mundo mejor, el cual fue las causas que hicieron que nos detuvieran y que hicieran de nosotras un cartel de que hablaba de terrorismo, de subversión. Y ahí también para el cura ´Lucho´ fue como un despertar, porque él iba a ir a la cárcel a ver subversivos. Y se encontró con que éramos seres humanos, muy humanos, muy humanas. Inclusive, digamos, porque eso teníamos una vida común, comíamos toda lo mismo. Este, mi experiencia es acá y allá. Acá era una cárcel con característica a pesar del aislamiento y a pesar del encierro y de estar el día entero adentro… comíamos mejor, digamos, nada que ver con Devoto… Devoto era una cárcel de otro tipo de cárcel que una siempre digo yo, sería una cárcel como la que se ven en las películas”.
Lidia Subovsky
“Una persona hermosa y, la verdad transmitía preocupación por nuestra situación, mucho afecto, acompañamiento… acompañamiento a los familiares también. Y siempre estaba presente. Siempre estaba presente. Y yo recuerdo anécdotas hasta graciosas con él. Por ejemplo, el invierno y a veces no con tanto frío, llegaba con ´camperones´ enormes y como a él no lo requisaban, no lo revisaban para entrar, con ´camperones´ enormes y por qué si no hace tanto frío y no… él se abría la campera y había salamín, queso, todas esas cosas que nos llevaban. Y después bueno una persona que se hacía querer y respetar mucho. La verdad. Qué sé yo, recuerdo anécdotas. Con él se podía conversar tranquilamente toda nuestra situación. Nos acompañaba, nos facilitaba la comunicación con nuestros familiares. Porque a veces por ahí no nos podían visitar. Y en mi caso particular, claro, yo no soy católica. Yo soy judía y entonces él siempre me decía: al menos quiero que vos creas en Dios. Cosas así, o sea, es muy llano en la comunicación, muy simple. Y bueno, también facilitaba la comunicación entre los esposos o los compañeros que estaban en el penal de varones; porque él también los visitaba. Y a nuestros familiares sí… se preocupaba por nuestra situación y a diferencia de quién era Tortolo que, bueno, no sé, era… no conozco las jerarquías de la religión católica, pero era el obispo de toda la provincia. Pero, bueno, y otro cura que también iba (…) que inclusive solía para las que eran católicas pedirles que se confiesen y una de las cosas que decía era que había perdonarlos a quienes nos habían secuestrado, torturado y detenidos en esas condiciones porque estaban buscando la verdad decía ese. Sin embargo, el padre Luis Melchiori fue una persona que jamás, por lo menos en mi experiencia ¿no? nunca preguntó por qué estás, qué hiciste, qué no hiciste, qué era un acompañamiento muy humano ¿no? De una persona que entendía la situación nuestra y bueno, acompañaba y facilitaban lo que él pudiera hacer, ¿no?”.
El cura Luis Melchiori no solamente trabajaba con detenidos y presos políticos de las cárceles de Paraná. También iba dando contención a los familiares directos de muchos de ellos, cuando casi todas las puertas se les cerraban. Junto con el cura Julio Metz, fue también quien colaboró a que las madres de los detenidos tuvieran un lugar en la Iglesia del Carmen de esta capital, para ver cómo se organizaban con el fin de ayudar a quienes no tenían ninguna relación con sus familias.
Ricardo “Pico” Silva
“Este hombre tan maravilloso, tan cristiano, tan fraternal, tan amigo, Lo primero que hice cuando salí en libertad fue ir a visitarlo al Seminario para agradecerle, no solo individual, sino en nombre de muchísimos compañeros. Recuerdo que fui con Fernando Caviglia de Paraná, porque le digo: vamos a verlo al padre ´Lucho´, porque tengo que abrazarlo, tengo que agradecerle. Y bueno, realmente ese recuerdo es inolvidable, imborrable en mi vida. Son esas caricias al corazón. Y bendito sea Dios que pude encontrarlo vivo, ya muy enfermo, pero bueno… poder haberle dicho en la cara a ese hombre que lo vi partir del Penal de Paraná llorando porque veía las vejaciones, veía las torturas de todos los compañeros que estábamos en el Penal, las veces que lo vi llorar, y las veces que les pedía con ese abrazo tan profundo… bendito sea Dios, que pude agradecérselo personalmente en vida”.
Ana Jaureguinberry
“Yo lo recuerdo… a ver… una persona muy muy alegre. Era un tipo alegre, muy temperamental. Si se enojaba capaz que una vez se enojó con porque nosotros… a ver, nos requeríamos… nosotros a él y él a nosotros. Pero si él por ahí decía algo que a nosotros no nos cerraba desde nuestro punto de vista ideológico y demás, se lo discutíamos, pero hasta el día del juicio. Una vez se enojó. Oh, no sé, no sé quién le dijo algo de Tortolo. Ah, se puso como loco. Agarró una libretita negra tenía, que ahí anotaba que avisarle al familiar tanto que está bien, que qué sé yo, que lo llevaron al dentista, cosas de esas anotaba en esa libreta, no sé si se pensarían los milicos que anotaba, no sé, un plan de copamiento. Bueno, esas cosas… anotaba, a esa libretita negra le pegó una azotada y se fue. Se enojó y como 20 días que no apareció. Hasta que se le pasó la chinche. Después apareció como como siempre, digamos. Y era muy cálido, muy contenedor, muy de acompañarte, de preocuparse. Le gustaba, era un tipo alegre. Alegre. Y nosotros éramos tremenda también. Por ahí lo enloquecíamos. Vos nunca te enamoraste. Lo atormentábamos con eso. Y él nos miraba, se reía, no nos decía nada. Tanto, tanto lo hinchamos, que un día nos dice, les voy a decir algo, nunca me dijeron ´te quiero´ … ´Wow´, dijimos nosotros, no preguntemos más nada. Bueno, esas cosas creo que cosas te da una idea del tipo de relación que teníamos con él. Era muy linda. Y que era, nosotros lo esperábamos, ¿te imaginás? Alguien ahí adentro que era una cara distinta a las que veíamos todos los días”.
Mariana Fumaneri
“Yo como era oriunda de Gualeguay, cuando vuelven a traer a Paraná de Devoto… o sea, salgo en libertad a Gualeguay. Así que yo, en realidad, no volví a tenerla, salvo una vez que me encontré que hicieron una ´juntadita´ y lo vi. Porque volví muchos años después. No recuerdo cuándo murió. Pero, sé que estaba enfermo y que había estado o que había pasado momentos de depresión, que eso lo sé por porque lo contó. Pero, digamos, para mí es una cosa que esto te lo digo por la transmisión de todos los compañeros y compañeras, porque tanto en la cárcel de varones como en la cárcel de mujeres, él tenía una presencia muy buena, y que fue un nexo muy importante de llevar información, así de que cómo estaba cada uno, ¿no? Hacer todas estas cosas. Y él, para él fue también, dicho por él mismo, como un despertar o un ver unas cosas que él no había visto, que él estaba encerrado en su religión, en su práctica del Seminario, y entonces conoció un mundo que no era… el que estábamos siendo nosotros… fuimos una sorpresa para él, una grata sorpresa. Y entonces eso le habrá generado una crisis también a él, por ahí una crisis de fe, porque es muy difícil encontrar dos mundos así tan opuestos. Entonces él tuvo una actitud muy solidaria con los compañeros, con los que necesitaron, con los compañeros que como algunos que tenían un bebé y tuvo que preocuparse hasta que su bebé fuera retirado porque fuera retirado por los padres, por los abuelos… o sea, tuvo una actitud creo que de mucha contención… Digamos, donde una se puede apoyar… vamos a decir, afectivamente, un apoyo psicológico inclusive. Y él se jugaba la vida, porque tuvo amenazas de distinto tipo. Muchas amenazas… por ahí alguno contará mejor, pero digamos que lo iban a tirar de un avión o que lo amenazaban con contundencia. Y quería recalcar ese papel humanitario que él tuvo por sobre todo y más allá de las cuestiones ideológicas. Y, bueno, así que me parece que es como jugó un papel en esa tragedia, que fue todo lo que pasó… jugó un papel muy profundo en nosotras y es lindo recordarlo hoy”.
Oliva Taleb
“Para nosotros el padre ´Lucho´ fue mucho más allá de un confesor. Fue la otra cara de la Iglesia que nos estaba negando, ¡la otra cara! Nos dio la posibilidad de decir, no somos todos iguales, ellos tampoco son todos iguales, así como los seres humanos, ¿no? Y frente a una visita de un monseñor Tortolo que nos había dicho cuando le mostramos las marcas de las torturas, que se las intentamos mostrar y él nos dice así ´no, no, no. Yo lo único que puedo asegurarle es que no las van a matar. Lo que hagan con su cuerpo ya no puedo´. Entonces, ¿viste cuando vos te ponés hasta casi disfrutás que te digan que no te vas a morir? Bueno, estuvo esa cara y estuvo esta otra. La posibilidad de encontrar a alguien que fuera diferente. Ese mojón que a veces se necesita una para apoyarse, para no caer, fue el padre que escuchó todas las contradicciones que pudimos haber tenido la gente que profesaba una religión. Había gente que no tenía religión, que lo decía abiertamente porque estábamos en libertad internamente para decírnoslo sin pensar que íbamos a ser rechazados. Y hubo otros, como en mi caso particular, y no quiero ser autorreferencial, pero le tenía que decir a él que no podía creer que Dios fuera responsable de todo eso, que me hacía pensar que no debía creer en el cristianismo. Y ese día él lo único que hizo fue agarrarme de la mano y me dijo, créeme Oliva que en esos hombres que te hicieron a vos y a tus compañeras tanto daño, también terminó en Cristo. Te pido que lo descubras, me dijo”.
Ricardo “Pico” Silva
“El padre ´Lucho´ fue ese nexo tan importante que nosotros necesitamos entre nuestras familias y nosotros. Era el que traía esa información fresca, era el que le llevaba la información a ellos; porque era el hombre que podía transmitir realmente lo más profundo al poder estar y vernos a nosotros realmente en esas condiciones… y bueno, tanto para nuestra familia como para nosotros… ese puente que él tendió con toda nuestra gente, fue fundamental en alimentarnos espiritualmente, lo mismo que nuestros familiares. Así que su palabra y su tarea en Paraná fue encomiable realmente. Creo que bien merecido está recordarlo a ´Lucho´… porque ´Lucho´ fue símbolo de libertad, de paz, de amor. Era uno más No era el cura que venía, no. Era como si viniera tu hermano o tu padre a verte, a visitarte… y así mismo, la simpleza, ¡y con el amor que atendía a las familias!”.
Oliva Taleb
“Sí, por supuesto que lo recuerdo. Mirá, no solamente con nuestros seres queridos detenidos, yo tenía a mi padre también detenido y a mi suegro, además de mi marido y mi compañero. Sino que además nos enteramos porque un día vino él y dijo, qué divino tu chiquito o qué divino tus viejos, le decía a otra compañera. Él iba… agarraba un autito y se iba de visita a los pueblos donde nosotros vivíamos o en algún barrio de Paraná. Él les contaba que nosotros estábamos hermosas; y que ellos tenían que estar orgullosos, que nosotros estábamos bien, que no habíamos adelgazado. Y lo mismo nos decía él a nosotros. Cuando nos enteramos que él iba, le decíamos que se cuidara. Y él decía: me di cuenta que me estaban siguiendo, nos dijo un día. ¿Y cuál fue el resultado de eso? Que se cortara su visita con nosotros. Le prohibieron la visita con nosotros. Porque viste que se desconfía de todo, digamos, se desconfía hasta de una acción buena, porque la acción que él tenía no era decir qué estaba pasando políticamente en el país, no de ninguna manera. Su misión, su objetivo era decirle a nuestra familia que estábamos bien, que teníamos esperanza, que en algún momento nos iban a dejar ver. ¿Cómo te podría decir? No había pensamientos extraños detrás de todas sus visitas. No había una política, una manera de hacer política a favor de los guerrilleros, de los subversivos, como nos consideraban. Y bueno, pero para nosotros era tan valioso y para ellos lo valioso era quitarnos esa instancia de felicidad, de alegría, de tener una novedad. Porque hasta eso pensaban, ¿viste? Así como nos privaron de ver el cielo de la siesta y las hojas del otoño, nos privaron un mensaje que nos mandaban nuestra familia. Donde decía no se preocupen, no están llorando, ellos están esperanzados. Esperan verlos pronto. Y era cierto que nos esperaban ver pronto. El pronto no figura en ningún mes del calendario, ¿viste? No tiene de lunes a domingo, no tiene fecha. Y eso también molestaba. Es como… mirá… yo lo he escuchado a Francisco decir, ´molesten´. Y yo creo que cuando el padre Melchiori hacía eso, molestaba. Y eso había que condenarlo, había que censurarlo, había que privarnos a nosotros de algo tan simple como disfrutar de un saludo de un ser querido, al cual hacía meses que no veíamos”.
Cuando retornó la democracia, el cura Melchiori no dudó un instante en aportar su testimonio a la investigación bicameral de la Cámara de Diputados de Entre Ríos o a la propia justicia federal, cuando se abrieron las causas. Fue también otro gesto de solidaridad y compromiso. De igual manera, la vida lo había golpeado demasiado en la dictadura y lo había afectado en su salud.
Ana Jaureguiberry
“Él después que se va de la cárcel se deprime. Y bueno, termina en Buenos Aires. No sé si de "motu proprio" o desde el Seminario que lo mandaron. Es como que estaba en un centro de salud, ponele, qué sé yo, no sé dónde estaba. La verdad que mis padres sabían dónde estaban, pero yo no retuve eso, dónde estaba. Estaba muy, muy deprimido, contaban. Porque hubo algún familiar que no me acuerdo quién, que lo fueron a visitar. Y lo vieron mal. Estaba mal. Bueno, se ve que, con el tiempo, bueno, él supera eso y vuelve a Paraná. Y ya, a ver, yo salí en libertad en el año ´82. Bueno, y ahí yo vuelvo a vivir a la casa de mis padres, digamos, me caso. Él ahí retomamos la relación, digamos. Él me casa, yo después viví por acá por unas José ingeniero, una calle por acá, compramos una casa ahí y después que muere mi papá, la casa donde yo vivo es coherencia, digamos, y era mejor lugar para instalarme profesionalmente con el laboratorio. Entonces, volvemos a calle Ramírez. Y, bueno, ahí él empezó a ir a calle Ramírez, bueno, pasó a ser paciente mío, digamos. O sea, solo le hacía los análisis y todo eso. Hasta que él se enferma más, digamos, empieza a enfermar más, no deprimido, vejez, digamos. Entonces, yo iba al Seminario y le sacaba sangre en el Seminario”.
Oliva Taleb
“Hubo compañeras, me acuerdo, que lo visitaron hasta lo último cuando él estaba un poco enfermo. Este, y él lo agradecía terriblemente. Nuestras compañeras le llevaban, ¿cómo te podría decir? ... El cariño y el reconocimiento de todo aquel grupo que había estado apenas unos meses con él y no meses completos, sino cada semana, cada 15 días, con un espacio de 4 o 5 meses nada más, porque después en enero ya nos llevaron a Devoto, y ahí lo perdimos de vista. Algunas de nuestras compañeras que vivían en Paraná sí se preocuparon en saber, en averiguar dónde estaba y lo fueron a visitar. Y él lo agradecía con creces. Yo no, vos sabés que no fui nunca. Porque me enteré tarde y no es una excusa… Me enteré tarde que él estaba cerca de Paraná. Y viste cuando vos no sabés… yo he cuidado de decir cosas cuidando a los demás. Tampoco hubiera querido que lo siguieran perjudicando nuestras visitas. Y a mí me consolaba saber que una, dos o tres compañeras lo visitaban y le llevaban la voz de todos nosotros”.
Lidia Subovsky
“No lo vi nunca más… pero supe de él, de su enfermedad… que no podía hablar. Y supe por compañeras de Paraná, compañeros de Paraná que lo habían visto. Yo no tuve posibilidad de verlo. Cuando fui, cuando estuve viviendo en Paraná, él ya había fallecido (...) Lo he recordado y lo recuerdo como una persona excelente, la verdad, con un corazón enorme que iba más allá de su labor pastoral, digamos, ¿no? Porque no hacía diferencia entre el que era católico y no era católico, el que creía en Dios o no creía en Dios. Él que no hacía diferencia, o sea, él con todas tenía un mismo trato. Para mí ha sido una persona excelente, la verdad. Y muy muy humana, muy humana”.
Ana Jaureguiberry
“Él vivía como tenía como un ´departamentito´, digamos, que tenía habitación, después tenía un pequeño baño, un baño bien instalado. A ver esas edificaciones de la época del peronismo, que eran sólidas, buena construcción. El baño grande, amplio, cómodo, un pequeño lugarcito no como para no cocinarse, Va, no sé, si querías podría, pero para, qué sé yo, hacer café, esas cosas. Después en otro lugar tenía dos millones de libros, su piano Y, bueno, un sillón de esos sillones que se había comprado un sillón de esos que se hamacan. Por favor, hay muchos que hacen eso. Bueno, pero él estaba bien ahí. Él tenía su auto, salía, iba, volvía, hasta que, ya te digo, se empieza a enfermar bastante y, bueno, ahí lo atendían. Tenía tres, creo que los seminaristas se turnaban, pobres seminaristas, porque era un déspota. Alcánzame, tráeme, no me gusta”.
Oliva Taleb
“Y me parece bárbaro que haya pasado el tiempo y la memoria no me haya borrado esos momentos compartidos y sobre todo sentir vivo el agradecimiento hacia él, ¿no? Yo leí un libro de alguien de Gualeguaychú, ´Je Suis Mimí´ de Sabina Melchiori. Lo primero que hice fue preguntar si tenía relación con él, porque lo relacioné con nuestras historias. Cómo alguien del mismo apellido se acerca a nuestro pasado tan doloroso y cómo me llevó a mí a ese otro sacerdote, ¿no? Que eternamente le voy a estar… lo tengo presente en mi memoria y le doy gracias que nos haya mostrado la otra cara de la Iglesia. Porque bien sabemos nosotros, y lo decimos permanentemente, que la Iglesia tuvo un compromiso terriblemente cuestionado con el proceso militar. Cuando me enteré que monseñor Tortolo había muerto, no sé si por demencia senil o Alzheimer, o con expresiones que lo llevaban a un estado muy triste… pensé realmente que él no podía estar en paz y que eso era lo que lo había enfermado. Lo digo, por supuesto, desde un lugar no desde el ´ojo por ojo, diente por diente´, por supuesto que no”.
El cura Melchiori falleció en un lugar religioso y descanso de Paraná. Solamente rodeado de otros curas ancianos y religiosas que lo fueron cuidando hasta su deceso, el 25 de marzo de 2006, a los 87 años y a 30 años del inicio de la última dictadura. Y nadie olvida lo que hizo y enseñó.
Ana Jaureguiberry
“Termina en Don Uva con la total resistencia de él, porque él no quería ir al Don Uva, él se quería quedar en el Seminario. Bueno, termina en el Don Uva, y ahí son las últimas veces que yo lo veo. Después, bueno, muere. Sí, me marcó, la verdad que fue en el caso mío: me casó, suponte, o sea, es como que nos vimos muchos años después, afuera, digamos”.
Oliva Taleb
“Pero, digo, debe haber sido terrible para él saber o haber sido consciente de los cientos de chicos y chicas, porque eran jóvenes muchos de ellos, la gran mayoría que terminaron en el mar, o terminaron en fosas comunes… y hay que convivir con eso… con esas imágenes, ¿no? O absolviendo a quienes fueron los que dictaron órdenes y a los que las cumplieron por obediencia debida. Debe haber sido terrible para él… y yo creo que eso es lo que lo enfermó”.
Lidia Subovsky
“A modo de describirlo cómo nos consideraba y cómo nos trataba él… Él siempre nos decía que nosotras éramos las rosas y que él era la espina”.
Mariana Fumaneri
“Hay algo que, por ahí también me recuerdo… que decía que nosotras éramos sus pupilas. Pero, no las pupilas… éramos las pupilas de sus ojos”.
Memoria Frágil: La lucha silenciosa del cura Melchiori