Medina de Rizzo, entre ausencias, gastos y directivas poco claras

La embajadora judicial

Edición
1166

Los viajes financiados por el Estado, las ausencias récord y el uso de empleados judiciales para cuestiones privadas colocan a Susana Medina de Rizzo en el momento más crítico de su carrera. La información revelada en informes periodísticos se suma a la sombra de sus vínculos con la dictadura y a episodios familiares incómodos. El relato que construyó durante años se desmorona y la vocal del Superior Tribunal de Justicia queda expuesta por contradicciones que ya no puede disimular, lo que dificulta cada vez más su intento de proyectarse como referente progresista en el país y en el exterior.

Daniel Enz

La jueza Susana Medina de Rizzo está quizás en su peor momento político y personal, más allá de que sigue queriendo instalar lo contrario entre propios y extraños. La respuesta oficial respecto a sus movimientos en el Poder Judicial, dejaron al descubierto sus maniobras con demasiada falsedad y mentiras. La jueza no solamente no va a trabajar buena parte de los días del cronograma judicial, sino que utiliza buena parte de la estructura del Estado para cumplir con su objetivo de los últimos años: ser lo más parecido a una “embajadora itinerante” del Poder Judicial entrerriano, viajando por el mundo y por buena parte de país, pese a no ocupar cargo alguno en la conducción del cuerpo, más allá del período que le tocó ser presidenta (2022/2023).

La mayoría de sus viajes a Buenos Aires -donde va dos o tres veces por mes, sin actividad oficial alguna, sino solo por cuestiones personales o de su carrera político/judicial- son por vía terrestre. Y para ello utiliza siempre el vehículo oficial que tiene asignado en el Poder Judicial, por lo cual el Estado entrerriano paga los gastos de combustible del viaje y los de estadía y viáticos del chofer que la conduce no solo en la ruta, sino también en cada movimiento que hace en esos días en Capital Federal. Por años exigía que el chofer fuera el mismo, por cuestiones de confianza. Era la única que tenía permitida tal resolución. Pero ahora van alternando los conductores de los vehículos oficiales. Lo que no cambia es la modalidad. Mientras tanto, millones de pesos anuales se gastan en viajes, viáticos y combustible para las cuestiones personales y no institucionales de la jueza Medina de Rizzo. “A ella siempre le gusta llegar con chofer a Casa Rosada, al Poder Judicial o a cualquier lugar donde va. Ama esa imagen del chofer que baja del auto y le abre la puerta, para ella bajar como una autoridad destacada” y que se note ese detalle, acotó uno de los conductores que se acogieron a la jubilación en los últimos años y que la acompañó en varios viajes. Ese mismo método utiliza tanto con los choferes como con sus “elegidos de Mantenimiento e Intendencia”. Son los que, en Paraná, pueden llevar y traer a gente de su familia a la casa quinta -fuera de esta capital- o bien, en el caso de los de mantenimiento (muchos de los cuales hizo ingresar cuando ella fue presidenta), los obliga a ir a hacer el fuego para el asado a ese lugar o bien realizar determinados arreglos en su casa de calle Santiago del Estero, consensuar y concretar todo con su marido Rizzo, que por lo general los espera en el domicilio, previo llamado de la señora vocal.

Un chofer del STJ percibe 132.033 pesos por día cuando sale de la provincia y aparte hay que pagar la nafta.Cada viaje a Buenos Aires de Medina de Rizzo, en nafta, al Poder Judicial le cuesta no menos de 300 mil pesos. Y aparte van los viáticos pertinentes para cada chofer que, además, por reglamento, debe permanecer a no más de 10 cuadras del lugar donde se encuentra la vocal. Un caso especial era cuando Medina visitaba a su hija médica forense de la Corte Suprema, que vive en la zona de Puerto Madero y se alojaba allí. Los hoteles se le encarecían a los choferes y hasta terminaban endeudándose por lo que percibían como anexo. La cifra está consignada en la escala de viáticos para el Poder Judicial, que figura en la web.

En los últimos 15 años, Susana Medina utilizó buena parte de la estructura del Poder Judicial para buscar obsesivamente un posicionamiento personal en organizaciones judiciales, sin importar gastos del Estado ni la maraña de contradicciones que se iban observando en cada paso que daba. Medina de Rizzo era alguien en Buenos Aires y el exterior, con un discurso progresista y de defensa de las políticas de género y otra persona absolutamente diferente en Paraná, donde todo el mundo la conoce. Aquí siempre fue una jueza de ultraderecha, vinculada a las prácticas más autoritarias del Opus Dei, a la Iglesia, al poder militar y a los empresarios de centroderecha. “Junto a Elías Neuman aprendí a recorrer los pasillos de las cárceles de Devoto y Caseros, en un momento difícil del país, donde las desapariciones y el dolor estaban a flor de piel, en un momento que no funcionaban las instituciones”, dijo a la revista porteña Sophia en 2016. Se recibió a los 24 años, en 1980, cuando llegó a Buenos Aires. Fue allí que lo conoció al médico militar Ricardo Rizzo, que estuvo en el Hospital Militar de Paraná desde febrero de 1972 hasta diciembre de 1977. Y entre 1978 y diciembre de 1982 estuvo en el Hospital Militar Central de Capital Federal. O sea que, según Susana Medina, ella iba a las cárceles donde estaban la mayoría de los detenidos políticos de la última dictadura, siendo hija de un suboficial de Ejército y recién casada con un médico militar, que prestaba servicios en un nosocomio público en plena dictadura. Si bien el lugar no fue un centro de detención, sí prestó servicio médico a personas que fueron llevadas desde otros centros clandestinos. Rizzo siguió con la misma tarea que hacía en el Hospital Militar de Paraná, donde fue denunciado por un exsoldado pero la causa no avanzó por las presiones de la jueza Medina de Rizzo. Y el médico militar nunca denunció las atrocidades que sucedían en el nosocomio castrense y nadie lo desconocía: lo sabía desde el soldado más raso destinado en el lugar hasta el suboficial de fin de semana. De hecho, cuando se tramitaron las causas por violaciones a los derechos humanos en Paraná, el único interés que siempre demostró la jueza con abogados querellantes fue para determinar que su marido no apareciera en ningún expediente.

Lo extraño del caso fue que de los cientos de reportajes que dio Medina de Rizzo siendo fiscal, jueza o vocal del STJ, desde 1988 a esta parte, nunca se acordó de mencionar su “tarea de compromiso y solidaridad” con los presos políticos en plena dictadura, en Buenos Aires. Lo comentó entre gallos y medianoche en la audiencia en el Senado -que no tenía mayor trascendencia pública en agosto de 2004- y recién se lo dijo a un medio periodístico porteño en julio de 2016, casi 36 años después de haberse recibido. Y quizás no fue casualidad que cuando asumió como jueza de Instrucción, en 1991, ubicó como su mano derecha a la exagente de Inteligencia del Batallón 601 en Paraná, Mónica Zunilda Torres y tenía como asistente personal al escribano César Bretto, exoficial de la Policía de Entre Ríos y ligado estrechamente a sectores de inteligencia de la Fuerza Aérea Argentina. Años después, en 2023, Medina en persona impulsó que la biblioteca de la Escuela de Policía Salvador Maciá lleve el nombre de Bretto, por su rol de oficial de Policía y como docente del instituto.

Bretto, fallecido en 2019, estuvo cuatro años como policía, ya que se recibió en 1962 y renunció en 1966, en el gobierno del brigadier Ricardo Favre. Era un hombre de la noche paranaense, que vivía en pleno Parque Urquiza, transitaba las calles con un automóvil costoso antiguo descapotable y disponía de un moderno yate denominado Piripipí para pasear con sus amigos por el río Paraná. También aparecía ligado a la astronomía. Cuando trabajaba en el Juzgado de La Paz -antes de seguir su carrera judicial en Paraná- tenía un coche Gordini con escape libre que hoy por hoy muchos recuerdan con cierta molestia en el poblado. Además, era considerado “un buen informante” en sectores de las fuerzas armadas, tanto en los tiempos de la última dictadura como en la democracia. Y para Medina de Rizzo, era importante reconocerlo por su supuesto “rol en la Policía entrerriana”, delante de la propia conducción de la fuerza, que comandaba el jefe Gustavo Maslein, en un acto oficial, por más que nadie supiera de las virtudes de su vida. El entonces jefe solo pudo saber que integró la Policía y también, por un tiempo, el plantel de docentes de la escuela de oficiales. Pero como Bretto era “como un hermano” para Medina, ella se encargó de recordarlo, homenajearlo y no aceptó que nadie le dijera que no. Es decir, como siempre se ha manejado en la vida.

 

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1166, en un informe de 5 páginas del día 27 de noviembre de 2025)

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