Un retroceso que no sorprende

Por Violeta Serruya (*)

 

Es bien sabido que la perspectiva ambiental que se proyecta a futuro no es nada prometedora. La humanidad lleva siglo y medio lanzando millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, fruto de su incesante e irresponsable actividad económica e industrial, con la ya conocida excusa del crecimiento económico y el desarrollo. Las consecuencias de nuestros actos ya las estamos viviendo: temperaturas que no dejan de crecer, ecosistemas cada vez más vulnerables y un gran interrogante de nuestra propia capacidad para habitar el mundo.

Resulta conveniente poder identificar a los principales responsables, ya que la crisis climática es, en esencia, una historia de las desigualdades. Principalmente geográfica, no se pueden comparar las emisiones de carbonos de los llamados países desarrollados con aquellos “en vía de desarrollo”, así como también, no es el mismo el compromiso que se tiene por limitar las emisiones y revertir la economía. Según datos recopilados por Global Carbon Atlas, del total de emisiones vertidas (siendo éstas más de 36.000 millones de toneladas de dióxido de carbono) hay dos países que llevan la delantera: China, responsable del 27.2% y Estados Unidos, culpable del 15%.

Estos números no son extraños, se trata de las dos potencias con las economías más grandes del planeta y ninguna de ellas realizó grandes esfuerzos por limitar su impacto ambiental.

En estos días, Estados Unidos volvió a ser noticia por su poco compromiso con el planeta que nos rodea y por su avaricia al momento de querer recaudar cada vez más ganancia monetaria.

¿Qué es el Proyecto Willow?

Se trata de un proyecto recientemente aprobado por Joe Biden, actual presidente de Estados Unidos, en el cual se consiente la perforación de petróleo y gas en Alaska. El objetivo de dicho emprendimiento es ser capaz de producir hasta 180.000 barriles de petróleo por día de la mano de ConocoPhillips, compañía petrolera responsable del Proyecto Willow, quien también afirma que se crearán “miles de empleos y generará inversión local”. Esta iniciativa cuenta con un presupuesto que alcanza los US$8.000 millones.

No está de más recordar que ConocoPhillips es una de las empresas petroleras más grandes de este momento, según su página de presentación se encuentra en más de 13 países operando y cuenta con más de 10.000 empleados.

En esta misma página (https://www.conocophillips.com/about-us/) aclaran: “ConocoPhillips está comprometida con una eficiente y eficaz exploración y producción de petróleo y gas natural. Producirlos y hacer que éstos lleguen al mercado conlleva ingenio, tecnología e inversiones” (traducción propia).

El proyecto planea estar ubicado dentro de la Reserva Nacional de Petróleo de Alaska, que configura tierras públicas del gobierno federal, a unos 320 kilómetros del círculo polar ártico, aproximadamente. Este espacio, el círculo polar ártico, es considerado como unos de los lugares más ricos en biodiversidad y, a su vez, uno de los menos explorados por Estados Unidos.

Willow será capaz de crear entre 8.000 y 17.000 millones de dólares en ingresos sólo a través de los impuestos para el gobierno federal, el estado de Alaska y los gobiernos locales de la zona. Fue aprobado por el Departamento de Interior con tres plataformas de perforación, mientras que ConocoPhillips pretendía construir hasta cinco perforaciones de considerarlas necesarias.

Los legisladores que apoyan este proyecto, recaen en el ya conocido argumento de que Willow permitirá crear empleos, así como también impulsar la producción estadounidense de energía y disminuirá la dependencia de petróleo extranjero.

El plan extractivista, aunque recientemente aprobado, ya se encuentra en la mira de especialistas y ambientalistas de todo el mundo luego de que se haya filtrado información de lo que verdaderamente implica su ejecución, ya que si bien fue ratificado por el actual presidente de Estados Unidos, en realidad se trata de una iniciativa lanzada por el ex presidente Donald Trump. De acuerdo con especialistas, de llevarse a cabo afectaría a la fauna salvaje que se desarrolla en el Ártico, hogar de miles de especies, entre éstas, los osos polares que ya enfrentan el peligro de extinción. Resulta casi irónico que sea retomado por Biden, no sólo por la ya conocida rivalidad que se presentó en las últimas elecciones entre el actual presidente y Trump, sino también por la promesa realizada del actual mandatario de comprometerse a reducir los gases de efecto invernadero y promover las energías limpias.

Diversos grupos ecologistas rechazan este proyecto debido a que consideran que contaminaría el agua y el aire de Alaska y también impactaría en los patrones migratorios de los animales, por lo cual consideran demandar al gobierno de Biden ante la justicia para así poder detener el proyecto.

Un dato alarmante, que no se puede pasar por alto, es que se acabará liberando al aire unas 239 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero, durante los 30 años de vida útil del proyecto (afirma “Alaska Wilderness League” en un comunicado), esto es el equivalente a agregar dos millones de automóviles a las rutas estadounidenses, estima la Oficina de Administración de Tierras de Estados Unidos.

La aprobación del Proyecto Willow trajo bastante descontento, se escribieron más de un millón de cartas de protesta a la Casa Blanca y más de tres millones de personas firmaron una petición que se encuentra en change.org para detener la exploración.

Gran parte de la sociedad parece darse cuenta del error que se está a punto de cometer, ante todo encontrándonos ya en el punto de no retorno. Se calificó este proyecto como “un desastre para la vida silvestre, las tierras, las comunidades y nuestro clima” (organización ambiental Sierra Club). El tema también tuvo gran relevancia en redes sociales, donde se puede ver que se impulsaron múltiples campañas bajo los hashtag #StopTheWillowProject, #StopWillow, y se consiguieron más de 150 millones de reproducciones en TikTok, convirtiéndose en uno de los 10 temas más debatidos en Internet. Desde videos informativos hasta campañas para detener este proyecto, el compromiso de la juventud se siente cada vez más fuerte en temas ambientales, con el lógico y entendible enojo que poseen por el futuro que, sienten, les están robando.

Dentro de la oposición al Proyecto Willow, se encuentran las personas nativas de Alaska, los miembros de la tribu en la aldea nativa de Nuiqsut y funcionarios de la ciudad se encuentran preocupados por los impactos ambientales de este desarrollo petrolero.

Deb Haaland, alcaldesa de Nuiqsut, junto a Rosemary Ahtuangaruak y otros dos funcionarios tribales de esta misma ciudad, expresaron, en una carta para la secretaría del Interior, que la aldea soportaría la peor parte de los impactos ambientales que este proyecto conllevaría. El proyecto Willow no sólo compromete a Alaska y a demás tierras pertenecientes a Estados Unidos, a estas alturas es un plan extractivista que pone en peligro y en compromiso a la población de todo el planeta, teniendo repercusiones catastróficas en el clima de nuestro ya comprometido planeta. Una vez más que se puede ver cómo los intereses de las grandes potencias ponen en peligro a todos los habitantes.

 

(*) Publicado en sepresumeinocente.com.ar

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